lunes, 22 de diciembre de 2014

“Hoy tenemos dos problemas: qué vamos a cocinar, y con qué”


Las ollas arroceras, ollas Reina, hornillas eléctricas, calentadores y las ponderadas jarras para hervir agua, conocidas popularmente como “las jarritas del comandante”, bien poco duraron

cocinaLA HABANA, Cuba. -Al que le queden dudas de que el programa de la revolución energética en el hogar -otra de las “geniales” ideas del comandante en jefe- fue un fracaso total, tiene la prueba en la cantidad de electrodomésticos en desuso que fueron a parar al cementerio de la cacareada revolución, como las ollas arroceras, ollas Reina, hornillas eléctricas, calentadores y las ponderadas jarras para hervir agua, conocidas popularmente como “las jarritas del comandante”, que bien poco duraron.
A millones de personas les quitaron la cuota de queroseno, y con ello desaparecieron las cocinas “Pike”, así como otras de construcción artesanal. Todos estos fogones nos eran tan familiares, por los años que los utilizamos en nuestros hogares, que hasta aprendimos a arreglarlos. Casi siempre teníamos guardadas piezas de repuesto que vendían los artesanos a precios módicos. Si nos quitaban la electricidad o el gas todo el día, como sucedía con tanta frecuencia, o si había un ciclón, ahí estaba la “Pike”. No nos quedábamos sin cocinar.
A propósito de la escasez de piezas de repuesto para los equipos de cocción me decía Manolo Suárez, residente en Arroyo Naranjo: “Hoy tenemos dos problemas: qué vamos a cocinar, y con qué”. Pero los cubanos estamos habituados a improvisar, y así el carbón, que a principios de la década del 50 fue sustituido por las cocinas de gas, electricidad, petróleo y sus derivados, ha vuelto a ocupar un lugar fundamental en no pocas casas cubanas, por ser más barato que la balita de gas liberado (que cuesta 120 pesos, más los 400 del alquiler del recipiente), y es relativamente fácil de obtener con los cuentapropistas que lo producen y lo venden.
Antes de 1959 el carbón vegetal se producía fundamentalmente en las zonas cenagosas del litoral, donde los bosques típicos proporcionaban la materia prima, y era este rubro la base de la economía local. En el interior de la provincia de Matanzas se elaboraban una especie de tortas que tenían un período de combustión más prolongado. Hoy crece la producción de carbón vegetal por toda la isla. Para ello se utiliza el marabú, que se ha propagado como una plaga por las grandes extensiones de tierra intervenidas por el gobierno, en las que otrora sus dueños producían viandas, frutas, granos, y criaban ganado que proporcionaba carne y leche.
Las brigadas carboneras se extienden por casi todas las provincias del país. También el gobierno utiliza mano de obra cautiva. Un ejemplo de ello es el mal llamado Centro Penitenciario de Estudio y Trabajo Campamento de Mijalito, en Horquita, municipio Abreus, provincia Cienfuegos. En este campamento hay 146 presos, todos dedicados a la elaboración de carbón. La norma (que deben cumplir cada 25 días) es de una tonelada. Según Luis Cueto Echevarría, un recluso del lugar, después de cernirlo en una malla para eliminar la carbonilla, al preso se le paga lo que pesa el carbón limpio a razón de 61 centavos por kilogramo. De ahí le descuentan a cada uno 36 pesos de comida. Cada 25 días reciben un pase de 5 jornadas, pero para poder salir tienen antes que cumplir la norma y chapear un área de 200 m2.
El gobierno aprovecha y exporta carbón vegetal hacia Europa desde el 2005. Según el periódico Granma del 5 de diciembre de 2014, en el artículo titulado “Ceballos incrementa exportación de carbón vegetal”, la empresa avileña exportó hacia el viejo continente más de 27 000 toneladas del combustible, y “se estima que en el presente año reporte una producción mercantil superior a los 9 millones de dólares”.
Pero a pesar de que el rubro reporta al gobierno una ganancia nada despreciable, los presos se quejan de que no les dan guantes ni limas para afilar los machetes y las hachas. Algo por el estilo señala Ramón Oramas, un joven carbonero de Isla de Pinos (“Una vida horneada al carbón”, periódico Juventud Rebelde), quien se ha dejado media vida en el monte para entregar mensualmente más de 3 toneladas del combustible para la exportación.

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