viernes, 19 de diciembre de 2014

Proteger al consumidor


355_cafeteria2Cuba Actualidad, Plaza, La Habana (PD) Recientemente el Noticiero Nacional de Televisión presentó un reportaje sobre las dificultades que hoy afrontan los cubanos, tanto en los servicios como en la calidad de los productos que se ofertan.
El periodista del NTV reconocía los problemas más señalados que afectan a las cafeterías, tiendas de artículos varios, bodegas y otros establecimientos. Señalaba que había una mayor incidencia de estas cuestiones en los lugares administrados por el Estado, incluidos los que son en divisa, algo muy diferente a los dirigidos por cuentapropistas.
Una de las dificultades más generalizadas es el trato brindado a las personas en el momento de recibir la asistencia requerida junto a la mercancía solicitada. Existe una gran apatía entre los vendedores, algo que es muy molesto para los clientes. Estos empleados casi nunca apoyan su propuesta con la cortesía adecuada, lo cual genera, en el mejor de los casos, una situación deprimente para el cliente.
Recuerdo que antes, en cualquier cafetería, sin importar su categorización, el dependiente lo primero que hacía era poner un vaso de agua bien fría al marchante, para después preguntarle de la forma más amable posible qué deseaba pedir. Ahora como el precioso líquido se cobra, hay que solicitarlo y muchas veces la respuesta es que no se puede dar, pues el agua que llega a la llave no es potable.
Otro problema que también incide es el estado de conservación y limpieza existente en muchos sitios, sobre todo en los locales gastronómicos. El estado de abandono que tienen conspira contra el deseo de las personas de concurrir a estos lugares, que por lo general son los que poseen menor categoría y en los cuales se pueden obtener los alimentos más baratos.
La alteración de los precios se encuentra entre los tópicos más candentes señalados, no solo en esta ocasión, sino de manera reiterada en los medios de comunicación, debido a las frecuentes protestas de quienes son esquilmados y deben pagar una cantidad mayor por un objeto cuyo valor oficial es menor, ya que administradores y dependientes lucran con él para su propio beneficio.
355_cafeteria1Si hay una cosa que irrita grandemente a la población es la desinformación, convertida en un mal casi generalizado. Consultar con el comerciante sobre las propiedades del artículo que usted piensa adquirir es como ver una pantomima y escuchar un monólogo a la misma vez, pues cuando usted pregunta por las características de la mercancía, obtendrá como respuesta el característico “no sé” con la gestualidad añadida.
Existen leyes y están vigentes, pero muchas veces y en múltiples sitios no se cumplen.
La violación de las normas tiene negativas repercusiones económicas, no solo para los clientes, sino también para las entidades que ofertan producciones y servicios, pues merman sus utilidades.
Quiero analizar ciertos aspectos que llaman la atención. Ante todo, que las causas motivadoras de estos hechos no se examinan con la profundidad requerida, o se hace de una manera superflua, lo cual conlleva a desvirtuar el verdadero mal para culpar a quienes son los participantes directos y excluir a entes de más envergadura.
El examen del conflicto parte siempre de las consecuencias, por tanto se obvia el origen real de la deficiencia, que son los aprietos que pasa la población para su subsistencia, lo cual trae cómo resultado el escaso deseo de los empleados de cumplir a cabalidad con su labor para brindar una oferta de excelencia, propia de un mercado libre.
Se puede inferir que los cartelitos expuestos en los distintos comercios con el lema “protección al consumidor”, constituyen parte del adorno del local. Su utilidad, al parecer, es nula, no cumplen con la función para la cual se han colocado.
Para Cuba Actualidad. jorgelibrero2012@gmail.com

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