“En 20 de diciembre de 1897 el ministro de los Estados Unidos en Madrid dirigió una nota al de Estado de España. Repitió allí el concepto de que la paz de Cuba era menester para el bienestar del pueblo de la Unión y que el deseo de su gobierno consistía en lograr esa paz y la sólida prosperidad que únicamente con la paz podía advenir. Cuando, en 1° de febrero de 1898, el Ministro de Estado, Pío Gullón, acusó al plenipotenciario Woodford el recibo de la nota del 20 de diciembre no ocultó la viva y especial complacencia que el gabinete de Madrid experimentaba ante las diversas afirmaciones obtenidas del gobierno de Washington. Pareció que las relaciones entre ambas potencias se hallaban definitivamente en un sector armónico.
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“Un hecho, de orden privado en su origen y sin trascendencia de no haber adquirido publicidad, estuvo predestinado a causar del lado de los Estados Unidos la mayor sensación: la carta que el ministro de España en Washington, Enrique Dupuy de Lome, escribió al notable político radical José Canalejas, a la sazón en Cuba, con alusiones al mensaje anual de McKinley y a la conveniencia de promover, aunque no fuese más que para efecto, el mejoramiento de las relaciones comerciales entre España y la Unión. La carta, dirigida a La Habana, fue ocupada, sin que la conociese Canalejas, por su secretario o amanuense, Gustavo Escoto, quien, con no escasas peripecias, la condujo a Nueva York. Allí, al habla Escoto con Horatio S. Rubens, Tomás Estrada Palma y Gonzalo de Quesada, se determino que la epístola se pusiese en manos del Presidente, y el 9 de febrero de 1898 New York Journal inserto en sus columnas un perfecto facsímile de la carta y su traducción al inglés, con encabezamiento expresivo de contener el documento publicado el peor insulto perpetrado contra la Unión en toda su historia.
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“En aquella famosa epístola, con alusión al citado mensaje presidencial, figuró el siguiente párrafo: "Además de la natural e inevitable grosería con que se repite cuanto han dicho de Weyler la prensa y la opinión en España, demuestra una vez más lo que es McKinley: débil y populachero y, además, un politicastro que quiere dejarse una puerta abierta y quedar bien con los jingoes de su partido." Inmensa fue la indignación que produjeron en el pueblo norteamericano las palabras del plenipotenciario escritas en menosprecio de la persona del Jefe de la Nación y la insinuación de iniciar negociaciones para entretener y engañar a sus más altos funcionarios. El gabinete de Madrid se vio obligado a sustituir a Dupuy de Lome, a quien sucedió Luis Polo de Bernabé, y a dar cumplidas satisfacciones al gobierno de Washington.”
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