¿A quién no le robaron la bicicleta china del portal, alguna vez? Los ladrones se las arreglan para desaparecerlas del mapa. Y es que el “chivo”, o “faster”, se ha vuelto con los años el medio de transporte más seguro de muchos cubanos
viernes, marzo 27, 2015 | Frank Correa | 4 Comentarios
LA HABANA, Cuba. -Richard es un joven de 18 años, natural de Jaimanitas, que soñó siempre con tener bicicleta. No tenía dinero suficiente para comprarla y se construyó una, acopiando los accesorios necesarios, algunos regalados por sus vecinos, otros que recogía de la basura.
Así se hizo de un timón, el cuadro, las ruedas, el sillín, los frenos, la parrilla. Y cuando la tuvo terminada, un ladrón que pasó por la calle se la robó del portal de su casa a pleno día, mientras él descansaba en el cuarto. El joven aún no se repone de su desdicha, pero tozudo como es, ha comenzado a armar otra con la misma paciencia que la vez anterior, aunque dice que aprendió la lección y esta vez no lo cogerán desprevenido.
Un anciano que vive en su cuadra nos cuenta, que el robo de bicicletas es otro de los hijos legítimos de la escasez que ha predominado en Cuba en los últimos tiempos. ¨Antes de la revolución era muy difícil ver estas cosas. En cualquier lugar encontrabas un puesto de alquiler de bicicletas. Las americanas nuevas costaban cuarenta centavos la hora, y las de uso veinte. Y todos al terminar de usarla las devolvían. Ahora te la roban contigo sentado en el sillín, si te descuidas¨.
René, de 72 años y jubilado de la construcción, relata que una vez, allá por el año 57, a su padre se le olvidó entrar la bicicleta una noche, y permaneció en el jardín hasta la mañana siguiente, y nadie osó hurtarla. ¨Ahora se conocen historias de ladrones que han robado como ninjas bicicletas en balcones de un cuarto piso¨.
Una bicicleta en la tienda, en dependencia de la marca y el número de velocidades, puede costar entre 150 y 200 dólares. Si es de uso, según su estado de conservación, puede costar entre 25 y 40. El Chino, un mecánico que tiene su taller en la calle 230 y Tercera B, cuenta que su abuelo era dueño de un negocio de bicicletas en La Habana Vieja, justo frente al Túnel de la Bahía. ¨Era un negocio muy rentable. Mantuvo su familia honradamente alquilando bicicletas. Las reparaba, le daba mantenimiento y engrase. Y todos los clientes al terminaba de utilizarlas las devolvían sin ningún problema. Pero ahora en cualquiera esquina, o afuera de los establecimientos estatales y de servicio, existe un parqueo de bicicleta con un vigilante, porque el robo está a la orden del día¨.
En la década de los noventa, con la caída del campo socialista y las crisis del transporte, la bicicleta se convirtió en una necesidad vital. Se importaron miles desde China y otras partes del mundo. La bicicleta se convirtió en un estímulo para los trabajadores destacados. En un sueño para las personas de pocos recursos. Y en una tentación para los delincuentes ávidos de dinero fácil.
En esos años, muchos seriales policíacos contuvieron como argumento principal el robo de bicicletas, que por su alto número llegaron a aterrar a la población, y debido a la ferocidad de los ataques algunos cobraron vidas humanas. Pero los últimos sucesos ocurridos en algunos barrios de la capital, indican que parecen regresan a la escena los robos de bicicletas.
El joven Richard ya está impuesto de esta realidad y dice que además del timón, las ruedas y otros accesorios que ha conseguido para armar una nueva, añadirá una cadena de hierro y un candado, y el hábito de dormir con ella en el cuarto. ¨No volverán a madrugarme¨.
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