miércoles, 18 de marzo de 2015

UN DIA COMO HOY, EN LA HISTORIA DE CUBA:

POR: GUIJE CUBA


El 18 de marzo en la Historia de Cuba

• 1896 -

- Célebre combate de Cayajabos, Artemisa, Pinar del Río, entre las fuerzas cubanas al mando de Antonio Maceo y las columnas de Linares, Suárez Inclán, Sánchez Hechavarría, Hernández de Velasco y Eduardo Francés.

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Occidente) - Tomo II: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 161-163 describe estos acontecimientos del 18 de marzo de 1896 en la Historia de Cuba:

   “Memorable fue el 18 de Marzo en los fastos de la campaña de Maceo, porque durante él se bregó, desde las primeras horas de la mañana hasta la puesta del sol, contra todas las columnas que pernoctaron en Candelaria: las de Linares, Suárez Inclán, Sánchez Hechavarría, Hernández de Velasco y la del teniente coronel, Eduardo Francés. Parecía, en efecto, que este sitio estaba destinado a ser teatro sangriento de la discordia civil; célebre asimismo en la lucha más remota de la independencia, puesto que en las estribaciones de la sierra de Candelaria había batallado con Fortuna el general Narciso López; en este mismo lugar, tantas veces ensangrentado por los enconos de los partidos beligerantes, iban a encontrarse nuevamente los dos bandos rivales, bajo el móvil terrible de la pasión política, valerosos y enfurecidos por igual el insurrecto, por la idea de la libertad; el español, por la perduración del dominio. Hacía ya muy cerca de medio siglo que se mantenían tan opuestos ideales en este mismo campo de batalla. Nuestra vanguardia, al atravesar el camino del asiento de Frías a Laborí, reconoció la presencia de los españoles apostados en un palmar. Comprendiendo Maceo que la actitud del enemigo era ofensiva, situó el regimiento de infantería de Gómez en unos cercados contiguos, y dispuso que la caballería ocupara una meseta próxima, fraccionada en distintos pelotones, para que pudiera atacar por diferentes lugares sin enredarse en los estorbos del terreno. La infantería rompió el fuego sobre el flanco derecho de la columna y contra el núcleo principal, al desplegarse uno de los batallones, al mismo tiempo que los grupos de caballería atacaban con decisión por el lado opuesto, a fin de impedir el avance de la infantería española por el camino de Laborí al asiento de Frías. Seguramente el jefe de la columna, en espera de refuerzos de Candelaria, por cuanto disparaba cañonazos de aviso en aquella dirección, detuvo el flanqueo de su vanguardia y se replegó en el palmar que le servía de apoyo. El general Maceo retrocedió entonces para esperar al enemigo en el camino de Vigil a Candelaria. En efecto, a la una de la tarde las avanzadas del rastro, constituidas por el regimiento de Palos, al mando de Cuervo, sostuvieron el primer empuje de tres vanguardias enemigas que avanzaban hacia nuestro campo. El general Maceo, con el golpe de vista en el proverbial, comprendió que el ataque de los españoles era debido a una combinación táctica de cuatro o cinco unidades y que una de ellas acometería, nuestro flanco derecho por el camino de Cayajabos. Bajo esta presunción, que no salió fallida, ordenó en el acto que toda la infantería acelerara el paso hasta situarse en Cayajabos; que sólo quedara en Vigil, entreteniendo la vanguardia de los españoles, el mismo regimiento de Palos, y que la caballería de Pinar del Río flanqueara por la izquierda a fin de ocupar la calzada de San Cristóbal, haciendo un alarde sobre esta plaza.

   “La gente de infantería, que marchaba, según se ha dicho, en la vanguardia, al llegar al sitio que fue pueblo de Cayajabos, reconoció las fuerzas enemigas por el camino de Guanajay: era, por lo tanto, la otra columna, cuya intervención había previsto el general Maceo. En seguida nuestra infantería ocupó posiciones junto a los muros de Cayajabos, y abrió el combate. Al lugar de la función acudió presto el general Maceo con el carácter de protagonista, como siempre, en todas las jornadas de la guerra. Situóse a la cabeza de la infantería, la que desde los escombros de la iglesia de Cayajabos acribillaba la compacta masa del enemigo: este, muy marcial, resistía a pie firme el fuego certero de nuestros tiradores, pero no podía avanzar de frente a menos que no se arriesgara a sufrir un duro escarmiento, y tampoco le era fácil retroceder, porque los nuestros ocupaban, además de los paredones de la iglesia, un trecho del camino y disparaban a cincuenta varas de distancia. Los españoles cada vez más enconados, hacían fuego a discreción para quitar el gran estorbo de los muros, detrás de los cuales afinaba la puntería una guardia formidable que valía por todo un batallón. Al fuego de fusilería acompañaban metrallazos dirigidos contra las tapias ruinosas de la iglesia, con el empeño de abrirse paso por cualquier lugar y eludir de ese modo el fuego mortífero de la guardia insurrecta, que a cada disparo lanzaba un peón al suelo. Todo el mundo disparaba a quemarropa. Un grupo de oficiales del Estado Mayor que defendía la posición más avanzada, corrió inminente peligro, porque los españoles estaban ya tocando los muros, y momentos después penetraban los más audaces por los boquetes de las ruinas, yendo al bulto con la bayoneta calada. Un ayudante del general Maceo, Nicolás Souvanell, fue agarrado por los asaltantes; pero logró escapar de la presa, casi milagrosamente. No habiendo espacio suficiente para que entrara en combate toda nuestra infantería, Maceo dispuso que se abandonaran los escombros de la iglesia y se tomara una pequeña altura, limpia de arboleda, hacia la que se dirigían también los españoles por el lado opuesto, en donde se entabló otra furiosa pelea en la que jugaron todas las armas, y a la que sólo puso fin el crepúsculo de la noche. Llegó a los españoles que combatieron en Cayajabos el socorro de otra columna, y gracias a este refuerzo pudieron posesionarse del campo y establecer allí el vivac. Maceo acampó en la sierra del Rubí. Toda nuestra gente, especialmente, la infantería, se excedió en el cumplimiento de su deber, y así hubo de expresarse en la orden general del día 19, en la que se hizo constar el comportamiento de nuestras tropas en los combates de Laborí y Cayajabos; y de esa manera quedó borrada la nota injusta que sobre la infantería, de Oriente había arrojado la orden general del día diecisiete. Nuestros tiradores hicieron gran mella en las filas enemigas cuando la columna trataba de apoderarse de la iglesia de Cayajabos; pero es de mencionarse que dos hombres tan sólo causaron el mayor quebranto con su certera puntería: uno de ellos, el coronel Vidal Ducasse, el otro un soldado aragonés llamado Zurita: si el primero se ponía el mauser a la cara con singular maestría, su compañero Zurita rivalizaba con el en serenidad y destreza. El general Maceo, que observaba con mucha atención a este tirador, para el desconocido hasta entonces, le ordenó que saliera de la línea de fuego, para buscarlo después en el campamento del Rubí y premiarlo con el diploma oficial.”

- Desembarcó el “Comodoro” en el Guayabal, Camagüey, compuesta de 37 expedicionarios y buen parque, bajo el mando del coronel Braulio Peña y el capitán Pablo F. Rojo. Siguió viaje a Huevas Grandes, con 600 rifles, 2 cañones, 680,000 tiros y medicinas, en donde llegó el 20. Este barco después llevó a Cuba varias expediciones más.

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