El 18 de marzo en la Historia de Cuba
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• 1734 -
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- Gobierno de Güemes Horcasitas.
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Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 161-162 nos describe los acontecimientos del 18 de marzo de 1734 en la Historia de Cuba:
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 “Cuba estaba sumida en el mayor desbarajuste administrativo cuando, el 18 de marzo de 1734, el mariscal de campo Juan Francisco Güemes Horcasitas sucedió al brigadier Dionisio Martínez de la Vega en el mando de la Isla. El estado rentístico de la Colonia había caído en extremado abatimiento por complacencias y miramientos de la primera autoridad. No lo superaba en bondad la conducta de los funcionarios subalternos. Se había dado el caso de ser un sargento de morenos de Bayamo herido por un capitán de milicias en una procesión y, no obstante la imposición de arresto por el sargento mayor Bartolomé Aguilera, burlarse el delincuente del juez que lo condenó y de la sociedad en cuyo seno perpetró sus desmanes. El contrabando tenía conquistada carta de legitimidad o poco menos.
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“Una mano fuerte para detener tantos y tan graves males era necesaria. Y a ello tendió la de Güemes Horcasitas. Empezó por hacer castigar los abusos y peculados que imperaban en la administración pública. Nombró tenientes capaces, por sus aptitudes y severidad, de encauzar el orden en jurisdicciones de la importancia de Puerto Príncipe, Sancti Spíritus y San Juan de los Remedios. Sometió a su potestad al gobierno de Santiago de Cuba. Los veintidós bandos que en el curso de once años dictó para disciplinar la administración y la policía de la Colonia fueron prueba de sus excelentes condiciones de mando.
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“En el período inicial de su administración no descansó Güemes Horcasitas un momento. Reguló la limpieza de calles y parajes públicos, trasladó el matadero de La Habana a lugar más decente y apropiado, cortó abusos introducidos por ciertos terratenientes con perjuicio del Erario, puso coto a las excesivas especulaciones de los pulperos en lo tocante a los víveres procedentes del interior de la Isla y restableció el imperio de la Ley. Las medidas que decretó respecto de los fraudes realizados en las entradas y salidas de efectos de comercio resultaron eficacísimas.
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“Aquellas excelentes dotes de gobernante se vieron a veces eclipsadas por una codicia y una altivez censurables. Con soberbia solía tratar a los habitantes de la Isla. Sólo exceptuaba a los militares, acaso por ser los de su clase. Se ganó el epíteto de tirano. Los individuos del ayuntamiento de La Habana, los del Clero y los del comercio, víctimas de sus intemperancias personales, se revolvieron contra Güemes Horcasitas, atacándolo en conversaciones, cartas e impresos. Las palabras de uno de sus enemigos reflejaron, con elocuente laconismo, la situación creada entre el gobernante y los gobernados:
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“"La maldad del tirano ha hecho tres letrados a medida de su intención, que, quebrando la Ley, miran al semblante del Gobernador, observan su inclinación, y aquella es la sentencia."”
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