En un país tan pobre como Cuba, las labores de recuperación de todo lo reciclable deberían considerarse tareas prioritarias, por lo que pudieran aportar a la precaria economía. Pero ciertamente no es así
martes, junio 2, 2015 | Ana Mercedes Torricella | 3 Comentarios
LA HABANA, Cuba. – En la zona de Lawton en que vivo abundan los vertederos de basura. Bien temprano en la mañana se ven en ellos las figuras tristes de los recolectores de materia prima, o buzos, como también se les conoce.
Hombres y mujeres, generalmente de edad avanzada, hambreados y sucios, con sacos o carretillas, transitan como fantasmas entre contenedores y vertederos donde recogen latas, botellas, cartones, papel, o cualquier objeto que puedan vender en los puestos de compra de materia prima o a cualquiera que los necesite.
“Hay que hacer de todo para sobrevivir, la vida está muy cara y La Habana ya no cree en lágrimas”, me dijo un mulato alto y flaco, de unos 60 y tantos años, cuando me vio tomando fotos en un vertedero próximo a la Loma del Burro.
Entre los buzos, hay quienes reciben alguna pensión, jubilación o cualquier aporte de la Seguridad Social, pero con eso no pueden satisfacer ni la mitad de sus necesidades elementales.
El que nada recibe, la pasa peor. Está completamente abandonado a su suerte. Esos son los que tienen que bucear más duro. Y fajarse si es preciso con el que le quiera hacer competencia.
Pareciera que la parte más difícil de su tarea diaria fuera la de moverse entre tanta inmundicia, sin guantes ni protección alguna, con el riesgo que esto implica para la salud, para allí escoger lo que les sea de utilidad. Pero la venta de lo que encuentren puede ser más difícil.
En un país tan pobre como Cuba, las labores de recuperación de todo lo reciclable deberían considerarse tareas prioritarias, por lo que pudieran aportar a la precaria economía. Pero ciertamente no es así.
En la esquina de las calles Tejar y Martínez, en Lawton, se encuentra ubicado un lugar que sería idóneo para la compra de materias primas en esta zona. Hace años funcionaba como tal, tenía suficiente espacio y divisiones para almacenar hasta que hubiera disponibilidad de camiones para el traslado.
A Tejar y Martínez se dirigió un vecino con la intención de vender varios paquetes de revistas y periódicos acumulados que le estorbaban en su vivienda. Pero se encontró que en estos momentos el lugar está en reparación. Según el custodio, llevan casi dos años preparándose para abrir, pero como pasa siempre, los preparativos se alargan y la reparación se hace cada vez más lenta.
El custodio aconsejó a mi vecino que fuera al puesto de compra de materia prima más cercano, a más de un kilómetro de allí, en Tejar y 13, solo que este ya no existe. En la actualidad la compra de materia prima se realiza en un local pequeño que se encuentra en la esquina de las calles A y 13.
Antes de llevar los paquetes para vender es conveniente preguntar si hay dinero para pagar el papel y cartón, o si tienen condiciones para recoger.
Debido a la estrechez del lugar, se hace imprescindible que pase el camión a desocupar espacio para poder continuar con la compra de materia prima. Pero el camión, entre roturas y e impuntualidades, no siempre está a mano cuando se le necesita.
Los servicios comunales, tanto como otros servicios vitales para la población capitalina, están al borde del colapso. Otras prioridades se imponen a la recogida de basura y al reciclaje de la misma.
La recogida de basura y el estado ruinoso de la ciudad comparten tareas, complementados por la desidia. Así, los escombros de los nuevos derrumbes andan de la mano con la basura que se acumula porque pasan semanas sin que la recojan. Unidos, los escombros y la basura, aportan mucho a la visión de apocalíptico desastre que da La Habana.
Nadie se siente completamente responsable de esta situación y todo continúa igual. La ciudad se convirtió en un gigantesco vertedero en que se mueven buzos y otros desposeídos unidos a su entorno hostil en una coreografía para la supervivencia compartida con los escuálidos perros callejeros, las cucarachas y los ratones.
La culpa de esto y de otras miserias, la maldita culpa no la tiene nadie. O al menos eso dice la canción del grupo Buena Fe. Así es más conveniente para los culpables.
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