viernes, 12 de febrero de 2010

¿AVATAR EN LA HABANA?


Por Miguel Iturria

El Cotorro, La Habana, 11 de febrero de 2010, (PD) El gobierno de China prohibió la exhibición de Avatar, la última película de James Cameron, pues teme que las alegorías fílmicas estimulen la revuelta de millones de personas contra los sucesores de Mao Tse Tung. Los censores de La Habana no vieron fantasmas similares en la espectacular narración del creador de Terminator y Titanic.

Acabo de verla, sin lentes tridimensionales como en New York o Beijing, gracias a una copia pirata que circula en CD. La primera impresión es fascinante. La segunda más sosegada. Aquí va mi lectura.

Se trata de otro thriller de ciencia ficción, una superproducción con grandes efectos especiales, sobre encuentros entre humanos y alienígenas del planeta Pandora, donde un grupo de científicos investiga a los nativos, mientras los militares de la expedición proyectan la ocupación aprovechándose de los resultados. Una doctora (Grace), un sargento mutilado (Jack) y el coronel son los protagonistas foráneos. La hija del jefe tribal y sus parientes completan la trama. El enlace depende de una complicada traslación virtual mediante un aparato (tipo somatón) que “produce” el avatar, ser viviente que funciona por el otro e interactúa con los nativos.

Avatar es un relato visual entretenido y agradable, con escenas bellísimas y montajes pirotécnicos que reviven algunos mitos del pasado y desvelos del presente, como el tema ecológico, las fuentes energéticas y las pesquisas espaciales. Las maquinarias terrestres contra la tribu de los Na’vi, seres azules y atléticos en armonía con la naturaleza, evoca al “buen salvaje” de J.J. Rousseau y recarga las pilas de “nuestra culpa” por el avance humano en detrimento de civilizaciones que no dieron el salto.
Pero el guión del propio James Cameron, amigo de la ambigüedad, consigue una solución conciliadora. El amor entre el avatar y la chica Na’vi cambia la misión de este, quien toma partido por la tribu y enfrenta a la tropa que intenta apoderarse del elusivo planeta azul. En el último momento, el joven Jack gana el favor de Toruk (dios del cielo) y une a todos los clanes de Pandora a favor de la liberación.

Pese a discursos y refritos conocidos, la película derrocha creatividad y genera polémicas de interés político, religioso y social. El uso de cámaras especiales de alta definición, capaces de varias filmaciones al unísono, confiere sensación de profundidad a las imágenes y a las espectaculares acciones, generadas en ordenadores más del 50%, lo que abarató el costo a 237 millones de dólares, recuperados en los primeros días de exhibición en las salas de Estados Unidos.

Vale la pena disfrutar de Avatar, la nueva entrega de James Cameron. Otro regalo de la industria del cine norteamericano. Un poco de buen arte nos viene muy bien en esta Pandora del Caribe.

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