viernes, 12 de febrero de 2010

¿QUÉ PASÓ CON EL PREGÓN?



Por Gladys Linares

Lawton, La Habana, 11 de febrero de 2010, (PD) Los pregones no fueron una creación criolla, pero eso sí, los cubanos los han impregnado de su ingeniosidad, convirtiéndolos en motivo de inspiración para poetas y músicos.

Muchos vendedores recorrían las calles con sus pregones, brindándole a la comunidad un importante servicio. Siempre era una buena opción que trajeran a la puerta de nuestra casa artículos necesarios. Si además daban facilidades de pago, mucho mejor.

Algunos vendían ropa y zapatos. Otros se dedicaban a los útiles del hogar. Había quienes llevaban todo tipo de bisutería. Incluso, no faltaban los que iban al campo proponiendo sus productos y regateando con sus compradores.

En Cienfuegos vivía un vendedor de chicharrones de puerco, exquisitos, por cierto. Este hombre empezó con una lata al hombro y terminó con una pequeña empresa. Al principio, vivía en una vieja casa de madera. Para 1958 había fabricado una casita de mampostería. Hoy se encuentra en los EE.UU.

Me pregunto cuántos de aquellos pregoneros se irían a probar suerte en otros países.

Cuando cursaba estudios en la Escuela Normal de Maestros en Cienfuegos, una de las alumnas vendía telas. Llevaba un muestrario y por él se hacían los encargos. Sin ningún temor ni vergüenza los proponía a profesores y alumnos, pues no cometía con ello ningún delito. Me cuenta un amigo que se pagó los estudios de comercio con la venta de materiales de oficina. Recibía una comisión por las ventas. Caminaba mucho, pero ganaba dinero.

“Mamá economizaba del diario que le daba papá para la comida”, me comentaba una vecina, “y nos compraba hebillas, cintas, medias, ropa y otras cosas más a una señora que venía todas las semanas y que le fiaba.” Con una sonrisa de nostalgia, afirmó: “¡Éramos felices!”

Eran populares los chinos con su carretilla de viandas o su cesta de pescado fresco. Mi abuela le compraba con frecuencia pescado o camarones a un chinito que pasaba pregonando. Comerlos con tanta frecuencia no me gustaba, y protestaba diciéndole: “¡Qué ganas tengo de que la mar se seque!” Años después, ella me decía: “¿Viste como no hizo falta que la mar se secara para que se acabaran los camarones?”

Pero volviendo al tema de los pregones, además de cubanos y chinos, también pregonaban europeos, principalmente judíos, aunque a todos los llamaban polacos. Estos se dedicaban a la venta de prendas y relojes, y compraban oro, para lo cual llevaban el agua regia y la piedra de toque.

Recuerdo a uno de ellos que pregonaba: “¡Compro oro viejo!” Yo pensaba: “¿Oro viejo? El oro nunca es viejo.” Era su forma de minimizar el valor del oro.

El eslogan “Avon llama a tu puerta” se hizo popular, era el pregón que caracterizaba a los vendedores de Avon. Traían exquisitos perfumes y cosméticos de primera calidad, con ofertas especiales.

Pero a partir de 1959, todo cambió bruscamente. Aquellos mercaderes trabajadores y honrados, que hicieron prosperar al país y sirvieron de inspiración a poetas y músicos, fueron declarados ilegales. Fueron perseguidos y confiscada su mercancía. Muchos sufrieron prisión.

En estos tiempos, los vendedores ambulantes se concentran en determinados lugares públicos y pregonan en voz baja. Cerca unos de otros, se sienten protegidos; hasta han establecido un sistema de señales para avisarse del peligro.

Cierto día en que le compraba una junta de olla a uno de estos vendedores, se nos acercó un policía que le pidió el carné y despóticamente le dijo: “¿Usted no se ve muy viejo para eso? ¡Vaya para su casa!” A lo que el anciano, apocado, con un hilo de voz, le respondió: “Me estoy buscando unos quilos, porque la pensión no me alcanza.”

A través de todos estos años, no han logrado acabar con los vendedores y sus pregones. Con desprecio, el gobierno los llamó “merolicos”, pero el pueblo recibió este nombre con cariño, porque durante estos años de escasez, ellos nos han beneficiado con sus creaciones.

primaveradigital@gmail.com

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