
Por Frank Cosme
Santos Suárez, La Habana,(PD) En el momento que este artículo sea publicado habrán pasado cinco días de un acontecimiento en la historia de Cuba apenas conocido fuera del ámbito nacional.
En la etapa colonial y en la posterior republicana, los estudiantes protagonizaron dolorosos acontecimientos. Algunas veces ha intervenido el azar del destino como el caso de los estudiantes de medicina, fusilados en plena adolescencia en 1871, y en otros, por la rebeldía ante la impunidad y corrupción de algunos gobernantes que ha padecido esta isla, como el asesinato de Rafael Trejo en 1930, en plena dictadura de Gerardo Machado.
Fue en esta etapa que estudiantes y varios profesores de la Universidad de La Habana fundan el Directorio Estudiantil Revolucionario, para organizar la resistencia contra el dictador. A ellos se sumaron intelectuales y trabajadores de todos los sectores.
A la caída de Machado, el gobierno provisional no daba muestras de cambiar el status económico que dominaban sectores extranjeros. El pueblo seguía sin acceso a los trabajos en el comercio, la industria y el campo. Es en estos momentos que un grupo de clases y soldados liderados por el sargento Pablo Rodríguez organiza la Unión Militar Revolucionaria en respuesta al descontento que también existía en la tropa por la continuación de prácticas arbitrarias dentro del ejército y por la permanencia en este de oficiales que fueron fieles colaboradores de Machado y que por medio de esas prácticas se habían enriquecido.
La UMR solicita entonces la ayuda del Directorio Revolucionario y juntos conforman la Agrupación Revolucionaria de Cuba el 4 de septiembre de 1933. A la 1.00 AM del día 5 dan a conocer al pueblo de Cuba su determinación de tomar el poder a fin de llevar a cabo las justas reclamaciones que la nación cubana pedía.
Fulgencio Batista, uno de los miembros de esta Agrupación, comienza a maniobrar a espaldas de la ARC. Intrigó, chantajeó, y siendo un maestro del golpe teatral de efectos, usurpó el liderazgo de Rodríguez y al final, sin ser el germen de esta revolución, desplazó a todos quedándose como único líder dominante del ejército. Posteriormente traicionó al Directorio y dejó sin apoyo al gobierno revolucionario presidido por Ramón Grau y Antonio Guiteras, que por esta razón solo sobrevivió 4 meses y medio.
Se cumplía una vez más ¿la profecía? del historiador Ramiro Guerra en referencia a la guerra de 1868, de que “los audaces y los impetuosos se llevan los laureles” y las historias de los historiadores. Hoy se conoce mejor a Batista que al humilde sargento que fue junto al Directorio, la chispa que originó este movimiento a favor del pueblo de Cuba.
Pasaron 24 años. Cinco han transcurrido desde que Batista de nuevo dio otro golpe sucio apoderándose del gobierno por la fuerza. El 13 de Marzo de 1957 a las tres de la tarde un comando del Directorio Revolucionario irrumpe en el Palacio Presidencial. Habían ido a cobrar las cuentas pendientes con Batista por su traición a la revolución del 4 septiembre del 33.
Menelao Mora, Gutiérrez Menoyo y Faure Chaumont descienden de un camión y atacan la guardia exterior del Palacio. Los soldados de la puerta reducidos por una lluvia de balas no pueden evitar que los revolucionarios se precipiten al interior; ascienden rápidamente por las escaleras hacia el despacho del tirano el cual escapa milagrosamente por un pasadizo secreto. En el mismo despacho de Batista un atacante informa del fracaso de la misión. Una granada que no estalla pudo haber puesto fin la vida del dictador. Desde el Palacio de Bellas Artes donde apoyaba el ataque muere Menelao Mora.
José Antonio Echevarria, líder de la Federación Estudiantil Universitaria, toma Radio Reloj, emisora que transmite noticias las 24 horas y anuncia equivocadamente la muerte del dictador. A su regreso cae también al enfrentarse a la policía que lo esperaba en la Universidad.
El ataque al Palacio Presidencial pudo haber dado un giro a la historia de Cuba. Fue un ataque suicida en que un grupo de jóvenes del Directorio Revolucionario perdieron la vida en un intento más en la dramática existencia de nuestro país de sacar a los usurpadores del poder, aquellos que “confunden la patria con un pedestal y no con un altar de sacrificios o ara”, como expresó hace ya bastante tiempo el apóstol de nuestra independencia, José Martí.
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