
Por Moisés Leonardo Rodríguez
Cabañas, Habana,(PD) Liberar los viajes de norteamericanos a Cuba está a debate en el tapete de la política estadounidense. De lograrse, no solo implicaría una nueva fuente de ingresos para el gobierno cubano como alegan muchos de sus detractores, sino que además aportaría elementos favorables para los anhelos de mejor vida de la población cubana.
Es cierto que engrosará fondos adicionales a las arcas casi vacías del gobierno castrista. Pero también lo es que, sin esos ingresos, la cúpula y su periferia han mantenido vidas suntuosas y sus mecanismos de control y represión a toda marcha.
Aún en medio de la crisis de los años 90, cuando los cubanos caían desmayados en las calles por deficiencias alimentarias, cuando la bicicleta pasó a ser el medio de trasporte para los de a pie, cuando todos los males se sufrieron en la isla, ellos permanecieron como espectadores desde sus lunetas de lujo.
Muchos opositores dan testimonio de que los agentes que los reprimen siempre han vestido bien, han dispuesto de vehículos y otros medios técnicos y tienen la fisonomía de los bien alimentados. En los últimos tiempos lucen relojes de calidad, ropas y calzados de primera y se mantienen bien alimentados.
Es sabido que poseen viviendas confortables y amuebladas con todas las facilidades de la vida moderna. Pueden acceder, ellos y sus familiares, a servicios médicos especiales, casas de descanso, clubes de recreación, moteles y hoteles a bajos precios, tiendas en moneda nacional a precios muy bajos, entre otras muchas prebendas, a pesar de ser de los de abajo entre los de arriba.
Los fondos adicionales no tendrán esos destinos. ¿Para qué si con lo que hay alcanza? Servirán para paliar la desastrosa situaron del país, sobre todo para mejorar la vitrina que se muestra al exterior.
El arribo tampoco traerá democracia al país ni obligará a los gobernantes a realizar o apresurar los cambios necesarios, como dicen los más optimistas. La democracia no se exporta, pero los grados de libertad para alcanzar mejores condiciones de vida de muchos cubanos se verá favorecida con sus viajes.
Obtendrán mayores ingresos los que actúen directamente con ellos ofertándoles productos o servicios: alquiler de habitaciones, taxistas privados, guías de turismo independientes, jineteras (prostitutas), paladares (restaurantes privados), vendedores de artesanía, entre otros.
No podrán el gobierno y sus represivos impedir el efecto multiplicador que describe la ciencia económica. Los receptores directos de los ingresos señalados no lo gastarán todo en entidades estatales sino que también lo redistribuirán entre otros entes económicos independientes no vinculados directamente a los turistas.
Junto con los dólares para gastar, traerán también sus vivencias y experiencias de vida en democracia, Estado de Derecho y libre mercado que, positivas y negativas, constituirán un flujo de información de fuentes primarias por una vía ahora limitada a incondicionales al régimen como Pastores por la Paz y otros comparseros.
El levantamiento de la restricción al libre movimiento de los estadounidenses a la isla satisface el derecho humano refrendado en el artículo 19 de la Declaración Universal. Ello eleva la moral del gobierno de ese país ante sus reclamos a terceros sobre el tema.
Esto último constituye, de facto, la anulación de un elemento acusador de la demagogia oficialista practicada en la isla y por sus seguidores ciegos y desleales fuera de ella.
Si a los intervencionistas norteamericanos los pueblos gritaban; Yanquis, Go Home!, a los que próximamente deben arribar en condición de turistas debemos decirles: Yanquis, Welcome!
corrientemartiana2004@yahoo.com
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