viernes, 19 de marzo de 2010

ERNESTO, UN TIPO EMPRENDEDOR


Por Adolfo Pablo Borrazá

Centro Habana, La Habana,(PD) Hace más de 4 años, las autoridades forzaron a Ernesto Apesteguía a abandonar su empleo. Se desempeñaba como cajero-carpetero en la posada Edén Abajo, en Guanabacoa. El hostal de 10 habitaciones fue intervenido por el gobierno para albergar a una veintena de familias que se habían quedado sin morada.

El empleo de Ernesto le traía buenos ingresos gracias a las propinas de los clientes, y aunque no vivía holgado, al menos podía comer bien dos o tres veces a la semana. Sus hijos de 14 y 3 años, respectivamente, disfrutaban ese bienestar en una tierra donde muy pocos tienen la suerte de vivir como seres humanos.

Cuando la posada dejó de funcionar, lo mandaron para la casa por seis meses, hasta que lo reubicaran, con el 60% del salario, unos 120 pesos mensuales. La reubicación nunca ocurrió. A pesar de ello, Ernesto no se amilanó. Joven y muy inteligente, cuenta con un espíritu tenaz y una audacia de lujo.

El lugar donde reside es muy céntrico. Con la ayuda de su familia, instaló una pequeña cafetería. Para no tener problemas, Apesteguía trató de legalizar el negocio. Pero no pudo. En la ONAT, donde se legalizan los negocios particulares y fijan abusivos impuestos, le informaron que las licencias estaban congeladas.

Ernesto continuó en la venta de pizzas y refrescos a la amplia clientela que se había ganado con sus servicios de primera. Los vecinos le avisaban de la llegada de los inspectores. Él se las arreglaba para esquivarlos y a veces, sobornarlos. Pero no pudo eludir al jefe de sector de la zona. Aunque los vecinos le alertaron, nada pudo impedir la llegada del temido teniente Pepe.

El oficial le comunicó que conocía muy bien el negocio ilícito que tenía, le “orientó” muy sutilmente que fuera al Ministerio de Trabajo en busca de empleo, de lo contrario iría a prisión por 4 años en virtud de la Ley de Peligrosidad Social Pre-Delictiva.

A la mañana siguiente, con sus hijos en mente, Apesteguía se encaminó al Ministerio de Trabajo en busca de un empleo con el Estado que pudiera simultanear con su empresa particular. Pero en el lugar le comunicaron que las ofertas de empleo estaban congeladas hasta nuevo aviso.
¿Qué hago?, se pregunta ahora Ernesto, atolondrado y “congelado” por lo que le dijeron en el organismo estatal. Mientras, reza para que el teniente Pepe no venga con sus amenazas de los 4 años de cárcel.

¿Cómo vivir en un país donde ser emprendedor y aspirar a vivir como los humanos no es una cualidad valiosa, sino todo lo contrario?, me pregunta y no sé que responder.

Por estos días, Ernesto tiene en mente un acto casi suicida: irse como sea del país. Ojala Yemayá, la deidad del mar que quiere cruzar, le haga rectificar.
adolfo_pablo@yahoo.com

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