viernes, 28 de mayo de 2010
APRENDER A PENSAR SIN MIEDO
Por Hildebrando Chaviano MontesPublicado Hoy
El Vedado, La Habana, 27 de mayo de 2010, (PD) Entre las tantas acusaciones y descalificaciones que utiliza el régimen cubano en contra de los opositores pacíficos y periodistas independientes, está la de mercenarios, con lo cual mantiene la amenaza perenne de encarcelarlos, a la vez que denigra su imagen pública para restarles apoyo dentro y fuera del país.
Pero Cuba, a pesar de no ser un estado de derecho, tiene leyes a las que tendría que atenerse el gobernante al igual que cualquier otro ciudadano o institución que se respete a si misma.
Los cubanos tenemos una Constitución, nos guste o no, así como un Código Penal, que, aunque en ocasiones es oscuro y difuso, en el caso específico del delito de mercenarismo, es bien claro y no deja lugar a dudas:
“Artículo 119.1. El que, con el fin de obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución material, se incorpore a formaciones militares integradas total o parcialmente por individuos que no son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar, incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte”.
Sepan los periodistas oficialistas, los dirigentes del régimen, y cualquier otro interesado, ignorante o malintencionado, que la denuncia o acusación falsa, la difamación, la calumnia y la injuria, son delitos, de acuerdo con el antes mencionado Código Penal.
No se puede acusar de delincuentes a ciudadanos cuya única responsabilidad ha sido asociarse, escribir y pensar con libertad, lo cual no constituye delito ni siquiera en nuestra traída a menos Ley Penal.
Esta fue la razón de que en la primavera del año 2003 tuvieran que echar mano a la Ley número 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, bodrio jurídico creado para ser utilizado casuísticamente en violación de los principios generales del derecho y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El derecho a disentir no puede ser cuestionable, mucho menos sancionable, a no ser bajo un régimen absurdo liderado por fanáticos que se hacen seguir por otros fanáticos absurdos que no se detienen a pensar por si mismos, libres de dogmas y consignas.
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