Publicado para hoy 25 de junio
Por León Padrón Azcuy
El Vedado, La Habana, (PD) La situación social, política y económica en Cuba alcanza límites que ahora mismo, cualquier cosa puede ocurrir. La crisis interna se ha acentuado a niveles impensables. Raúl Castro, al frente del gobierno cubano desde el 2006, ha transitado con más pena que gloria. Su dinastía, pensó que el sistema socialista podía salvarse con una ensalada de “reformas tibias”, sin tener en cuenta el probado fracaso de los regímenes totalitarios
La falta de libertades económicas y de propiedad privada, son barreras que entorpecen los proyectos personales y que han empobrecido a la inmensa mayoría de los cubanos. Añádale usted que Cuba no cuenta con una moneda fuerte, no hay transparencia en las instancias del gobierno, la corrupción galopante está generalizada incluso en empresas muy cercanas a la cúpula gobernante. Son razones para estar más que preocupados.
El 26 de julio del 2007 el General en Jefe y ex Ministro de la Fuerzas Armadas, pronunció un discurso lleno de optimismo que avizoraba la necesidad de adoptar caminos más amplios. Camagüey fue la explanada para criticar a los burócratas comunistas, y anunciar que eran necesarios cambios estructurales y de conceptos.
Casi 4 años después, el escenario es semejante a una liga bien estirada. .
Raúl Castro, una vez afianzado en el poder, inició un proceso de destituciones de la vieja guardia fidelista, y defenestró a los llamados talibanes. En su lugar ubicó una legión de hombres de su entera confianza, la mayoría de ellos ancianos militares.
En el terreno internacional, la dictadura raulista hizo una movida en búsqueda de legitimidad al firmar los Pactos Internacionales de Derechos Humanos en el año 2008. Estos quedaron sólo en la imaginación. Su poca o ninguna voluntad para ratificarlos quedó demostrada al no hacerlos públicos al pueblo de Cuba.
Ahora, tras el escándalo internacional que resultó la muerte del opositor Orlando Zapata Tamayo, unas Damas de Blanco que les tomó por sorpresa, la friolera de más de 50 reos de conciencia y otros presos políticos, muchos de ellos enfermos, y el ayuno de Guillermo Fariñas que ya rebasa los 110 días, han precisado establecer escenarios que atenúen el actual desprestigio de la revolución. Al sopesar la repercusión internacional, el principado castrista ha echado mano a la Iglesia Católica cubana.
En Polonia, y otros países esta institución religiosa fue un actor importante. Acordémonos de los papeles de los cardenales Talancón en España, Arnulfo Romero en El Salvador, Obando Bravo en Nicaragua, Desmond Tutu en Sudáfrica.
La Iglesia Católica cubana pudiera jugar un papel importante en los cambios que se precisan justamente en momentos donde la liga está bien tensa. Ahora bien, ¿jugarán al duro los católicos cubanos? Está por verse. Lo cierto es que sería lamentable que a estas alturas del juego, el prelado cubano quedara para “ve y dile”.
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