viernes, 4 de junio de 2010

MARTÍ, PATRIMONIO ESPIRITUAL


Por Miguel Iturria SavónPublicado Hoy

El Cotorro, La Habana, (PD) El pasado 19 de mayo, al evocar la caída en combate de José Martí Pérez, las autoridades académicas, culturales y políticas del país volvieron a exaltar al Héroe Nacional de Cuba. Hubo actos en las escuelas, discursos oficiales, flores en su tumba, artículos en la prensa, programas radiales y televisivos y una velada en el Centro de Estudios Martianos, donde los eruditos del régimen presentaron tres tomos de sus Obras Completas, siempre en proceso de reedición.

Un mes antes, la Cinemateca de Cuba estrenó José Martí, el ojo del canario, una superproducción de Fernando Pérez –aún en cartelera-, que recrea fragmentos del itinerario espiritual de nuestro hombre-mito, quien solo vivió 16 años en la isla, pero la convirtió en el centro de su obra posterior, signada por la vastedad escritural y la pasión libertaria.

José Martí, como Simón Bolívar, sirve a todos y para casi todo. La apropiación política del legado humano y cultural del Apóstol lo convierte en cortina y bandera de quienes usan su ideario para legitimar propuestas o encubrir intereses. La originalidad de los versos y las formulaciones éticas de la prosa martiana han sido sobredimensionadas por el protagonismo que desempeñó en la gesta independentista de 1895.

Como Martí solo estuvo un mes en los campos de batalla, su tributo personal no es comparable al de paladines como Céspedes, Agramonte, Gómez o Maceo, pero a diferencia de estos, fue un líder con proyecto de nación, que unió a hombres de tendencias y generaciones diferentes. Su habilidad diplomática, sus dotes como orador, periodista y su peregrinaje por España, México, Guatemala, Venezuela, el Caribe y los Estados Unidos, donde vivió casi dos décadas, le dieron ventajas sobre otros líderes independentistas, a quienes afilió al Partido Revolucionario Cubano, creado por él en 1892 para preparar, desencadenar y dirigir la última guerra contra el dominio colonial.

En el contexto cubano de principios del siglo XX, el descubrimiento paulatino del pensamiento de Martí fue una revelación que inspiró a sus contemporáneos y a las generaciones que dirigieron los destinos de la isla, las cuales difundieron sus postulados, tan amplios y ambiguos que les sirve por igual a demócratas y tiranos.

Hay que preservar como un tesoro cultural el legado ético y humano de José Martí, pero la banalización política de su obra frena el desarrollo del pensamiento social y limita la percepción de nuestros problemas esenciales. La Cuba que soñó el Apóstol desde el exilio ha cambiado mucho desde entonces. Algunos de sus postulados conservan vigencia, mientras otros sirven al régimen que secuestra su ideario y legitima la permanencia en el poder.

Si bien la modernidad y el sentido liberal de las ideas martianas influyen en multitudes de cubanos, resulta peligroso contextualizar lo expresado por el Maestro hace más de un siglo, sobre todo cuando se usa de parabán contra ideas que refrescan la dinámica nacional. Es tal la desmesura que apenas leemos a Martí. No es inútil la reedición de sus obras pero los libros se empolvan en los anaqueles de bibliotecas y librerías. ¿Estaremos hastiados de tantas frases altisonantes y aleccionadoras? ¿Habrá llegado el momento de darle vacaciones al pensamiento del Héroe Nacional?

La Oficina del Programa Martiano, creada y dirigida por Armando Hart hace más de una década, es el colmo de la apropiación política del legado martiano en beneficio de la dictadura, cuyos investigadores denigran al Apóstol al escamotear sus mejores ideas y presentar al líder independentista como soporte intelectual del totalitarismo. Son cuestionables los “aportes investigativos” de autores como Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar, Toledo Sande o Enrique Ubieta, quienes bordearon los afluentes del proceloso ideario de Maestro, para el cual “La patria es dicha de todos…y no feudo ni capellanía de nadie”.

Décadas de opresión y ausencias de libertades contradicen las máximas de José Martí, amigo del respeto al pensamiento ajeno y crítico de las máscaras de justicia utilizada por los tiranos y sus servidores, a quienes fustigó, consciente de que “La fuerza tiene siempre sus cortesanos en los hombres de ideas…”

El arsenal de ideas legado por Martí integra el patrimonio espiritual de Cuba. Él advirtió los peligros de la idea socialista, permeada por “las lecturas extranjerizas” y por “la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, frenéticos defensores de los desamparados”, capaces de convertir al pueblo en campo de batalla y crear reformas que “se condensan en apóstoles y se petrifican en crímenes…”.

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