martes, 5 de octubre de 2010
DESDE MADRID
Grace Piney.
(Martí Noticias, G. Piney, 06/10/10) - El trabajo en defensa de los derechos humanos es incansable. Cuando una siente que está agotada tiene que sentarse, dejar el folio a un lado si es preciso, recuperar energías y volver a la carga. En ello va el cumplimiento que tenemos con un compromiso por el mejoramiento humano del que hablaba Martí. Es una especie de respeto incluso a nosotros mismos.
Sin duda alguna, hay muchas personas en el mundo que necesitan la protección que podemos ofrecerles quienes, ya sea por la seguridad que nos garantiza el vivir en espacios en los que sí se respetan los derechos humanos, o por tener otras determinadas condiciones que nos permiten ejercer no sólo nuestros derechos sino ese otro derecho y obligación: la defensa de los DDHH de todas las personas y en todos los contextos. Es una especie de sacerdocio, si se quiere.
Las personas que trabajamos el asunto del desarrollo humano, que es lo que implica la cooperación internacional para el desarrollo (CID), hemos ido un paso más allá en ese compromiso. Lo mismo que los políticos, los buenos políticos por supuesto, quienes deben tener en verdad un profundo sentido de servicio social.
No ignoramos que hay personas cuyo ego expansivo les impele a entrar a trabajar en la política; se equivocan: no es el reconocimiento personal y social el que fundamenta el trabajo político. La política, como la defensa de los DDHH son espacios para el servicio a los demás, para la responsabilidad civil, para la generosidad. Quienes trabajamos en política, en la CID, en el ámbito de la defensa de los DDHH, muchas veces vamos incluso cometiendo determinados excesos que van en detrimento de nuestras vidas personales: porque tenemos un compromiso social ineludible que solemos poner por delante: trabajamos por el mejoramiento humano. Es un trabajo con presente acuciante y con perspectiva de futuro. Lo anterior, a veces, nos hace creer que nuestras prioridades personales pueden ser postergadas (también nosotros nos equivocamos en eso).
En mi reciente visita a Marruecos pretendía contactar con organizaciones de defensa de los DDHH, con escritores y periodistas que pudieran contarme sus experiencias y a los cuales poner a disposición los medios de los que pueda disponer por mi trabajo en defensa de los DDHH y como directora de una editorial que podría publicar los textos de estos autores que en sus países son censurados y, en ocasiones, fuertemente reprimidos.
Por otro lado me llamaron la atención ciertos parecidos con Cuba: por una parte los contrastes tremendos entre la pobreza extrema y la magnificencia ampulosa, pero este es un tema muy trillado sobre el que muchos autores hablan y sobre el que no voy a ahondar. Pero me llamó la atención el tratamiento de un tema sobre el que iba interesada: cómo se ejerce la libertad de expresión, qué entiende la gente común por libertad de expresión, cuál es la posición de la gente con respeto a este tema. Marruecos es uno de los países que está en la mirilla de las instituciones internacionales de defensa de los DDHH.
Justamente durante mi estancia en Marruecos se anunció el cierre de uno de los medios de prensa que han venido siendo molestos para la familia real y, por tanto, para el Gobierno marroquí. Según RSF, Nichane "se vio obligado a cerrar sus puertas el 1 de octubre, a consecuencia de un boicot publicitario sistemático e implacable de los diferentes anunciantes". Pero esa es la "razón" que puede hacerse pública en Marruecos y muy consecuente, además, con la situación de quiebra de empresas y de crisis económica mundial. Aquí parece haber otros factores a tener en cuenta. Según declara Jean-François Julliard, Secretario General de Reporteros sin Fronteras:
lEstá claro que desde su creación, en 2006, Nichane molestaba con su línea editorial a menudo crítica y su tono independiente. Con el cierre de esta publicación, un nuevo espacio de ejercicio de la libertad de expresión desaparece, como fue el caso del cierre de Journal Hebdomadaire en enero pasado. El poder orquestó la asfixia financiera de Nichane. Esta práctica es abyecta, mientras que Marruecos está negociando ante el Consejo de Europa el estatuto avanzado de socio para la democracia. Exhortamos a las instancias europeas a apoyar de manera activa a la prensa independiente en Marruecos.
Reporteros sin Fronteras llama la atención, además, que de desde julio de 2009 la situación de la libertad de prensa en Marruecos no ha dejado de deteriorarse. El encarcelamiento de periodistas o la conmutación de las penas por multas (de alto coste para los marroquíes), por escritos críticos sobre la situación del país y, especialmente, sobre la familia real es algo en lo que no se permite flexibilidad. A veces las "causas" por las que son procesados no son precisamente las anteriores sino otras bien diferentes: por supuestos delitos de estafas contra otros, por ejemplo, (caso de Taoufik Bouachrine, del 10 de junio de 2010). ¿Verdad que todo esto nos recuerda demasiado a Cuba?
Por otra parte, RSF registra que el año 2010:
ha estado marcado por los primeros encarcelamientos de blogueros en Marruecos, así como por el de un propietario de un cibercafé. El Bachir Hazzam, Abdullah Boukfou y Boubaker Al-Yadib fueron arrestados por haber cubierto las manifestaciones estudiantiles del 1 de diciembre de 2009 en la ciudad de Taghjijte (200 km al sur de Agadir). Estas manifestaciones fueron reprimidas violentamente por las autoridades locales.
Algunas diferencias con Cuba, muy a vista de pájaro: En Marruecos, a pesar de la censura y de la represión posible, la gente puede hablar, pueden organizarse y, según la gente común y artistas e intelectuales (no sé si permeados por el miedo) lo único que es verdaderamente intocable es la imagen de la familia real (¡y supongo que Mahoma!; tampoco puede entrarse a las mezquitas, por ejemplo, si no se es musulmán y seguro he pasado muchas otras prohibiciones por alto). Marruecos tiene condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión y de información de las que carece Cuba.
No se trata de una "comparativa" baladí ni pretendo justificar la censura y represión a la libertad de expresión en Marruecos, ni siquiera decir que en Cuba las cosas pueden ser peores o mejores. Sencillamente quiero llamar la atención hacia dos cuestiones: el trabajo por la defensa de los DDHH tiene que ser constante y esto tiene que ser en todos los espacios. Incluso en los países desarrollados, en los países en los que existe democracia y Estados de Derecho es necesaria la defensa de los DDHH. ¿En Cuba?: queda un largo camino por recorrer, pero que hay que andar… y celebrar todo lo que nos sea posible. ¡Tenemos muchos años de violación de los DDHH que solventar! No se trata tampoco de importar modelos, pero sí debemos mirar al mundo y analizar qué de bueno podemos tomar de la experiencia que los países en los que se respetan los DDHH han acumulado y estamos obligados, también, a mirar hacia aquellos en los que los DDHH siguen siendo un conflicto y una limitación para lo que se impone ya en el siglo XXI: el desarrollo humano.
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