viernes, 8 de octubre de 2010

LOS PERROS SÓLO SABEN LADRAR


Por Ramón Díaz-Marzo

Habana Vieja, La Habana, 9 de octubre de 2010, (PD) No hay modo de hacer hablar a un perro aunque sabemos que los perros saben muy bien lo que sucede y, hasta con un poquito de esfuerzo aprenderían a comportarse. Así ha sido siempre y así será hasta que regrese Jesús o vengan los marcianos, pues el caso es que nuestros perros sólo están diseñados para la guerra, y sabemos que hacer la guerra es mucho más fácil que saber comportarse.

Cada grupo de perros, los de la Habana y los de Miami, ladran sus razones, exponen sus argumentos, a veces fantásticos, a veces convincentes, pero sólo son perros que durante estos útimos 50 años han sido manipulados al servicio de un Perro Mayor, el Perro Dueño del Mundo, o la Comisión de Perros que gobiernan a nuestro mundo.

Es cierto que todos somos unos perros. Yo, el que subscribe este comentario, también soy un perro; no podría ser más que un perro porque para eso soy humano.

Los perros de Miami durante 50 años han sido engañados y manipulados por la Casa Blanca. Los perros de La Habana, dirigidos por un perro que se piensa muy inteligente (quizás lo sea), también ha sido manipulado por Moscú durante este último medio siglo. Piensa que nunca ha sido perro, pero lo es, pues para eso también es un pobre ser humano enloquecido, capaz de sacrificar a varias generaciones perrunas por una idea que al final le ha tirado las puertas en su hocico y casi que aún no quiere reconocer su personal y estrepitoso fracaso.

Los perros, un poco más poderosos, los de Washington y Moscú, siempre han conversado a espaldas de estos perros menores de marras, pues para eso son los perros comúnmente conocidos como los grandes ladradores. Pero no crean que estos últimos dos perros son los que dirigen los destinos del mundo. Quien dirige los destinos del mundo es un perro que permanece en el anonimato y nadie sabe quién es, dónde se esconde, y con cuánto poder cuenta para continuar emitiendo el ladrido mayor: el ladrido capaz de estremecer de horror a los grandes y potentes perros.

Algunos perros de ambas orillas saben de lo que hablo, porque no puedo creer que soy el único perro capaz de comprender algo tan evidente: no somos libres en este mundo. Y el plan del perro mayor es que al final nos destruyamos los unos a los otros. Y no podemos hacer nada porque cada uno de nosotros, mucho antes de nacer, desconocía que el plan del gobierno del mundo era regentado por el Perro Mayor, un perro mortal, pero como tiene una vida más larga que la de un perro común, se parece a los inmortales.

Tan fácil que sería vivir en paz, disponiendo de tantos buenos recursos, invenciones de los pobres perros apaleados que en el mundo han sido, como la música, los libros, el cine, la internet, las reuniones de amigos, estar organizados para el bien común. Pero no somos dueños de dirigir nuestras vidas. No tenemos individualidad. No somos personas separadas y distinguidas del resto del rebaño. Esta vida es un campo de concentración y todos vivimos en la misma barraca esperando por la muerte.

Si nos dieran la libertad para vivir en una montaña, solos, nos moriríamos de tristeza. Preferimos morir en los crematorios de la ignorancia, de los gases venenosos, antes que respirar el aire puro de la libertad. ¡Qué miserables somos todos!

Ésta vida, esto, no es para los perros, sino para los niños. Al final del corredor he visto a un niño sentado en la arena, frente al mar.

ramon597@correodecuba.cu

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