viernes, 29 de octubre de 2010
TALÓN DE AQUILES
Por Ramón Díaz-Marzo
Habana Vieja, La Habana, 30 de octubre de 2010, (PD) El mayor enemigo de toda nuestra vida es el miedo. Es sabido que hay diferentes tipos de miedo que se dividen en dos grandes grupos: el miedo objetivo y el miedo subjetivo.
A la edad de 58 años indago sobre la naturaleza del miedo porque no sólo aspiro a conocerme más a mí mismo, sino a aumentar mi calidad de vida dentro de mis propias circunstancias.
Desde que nacemos, siempre tenemos ante nosotros dos caminos que a lo largo de la vida se reproducirán invariablemente porque sólo tenemos un solo cuerpo y sólo podremos estar en un solo lugar a la vez. Por tanto siempre tomaremos sólo una decisión: el camino de la izquierda o el camino de la derecha.
No es el camino una línea recta, siempre nos encontraremos con una bifurcación. Así que desde que nacemos, caminamos (valga la redundancia) por un solo camino, pero no es un solo camino, es un camino donde constantemente hemos tenido que elegir, a veces con acierto, a veces con errores, con toda la información o una parte de ella, o simplemente sin saber por dónde caminamos, pero no podremos detenernos porque el camino es como la vida y sólo el día que dejemos de respirar, al fallecer, es que se termina nuestro camino.
Se podría hablar de tres grandes modos de caminar:
• No tenemos ni idea de hacia dónde nos dirigimos.
• Tenemos cierta idea.
• Son las circunstancias las que determinan nuestra dirección al caminar.
Pero cuando ya hemos hollado una porción importante de nuestro camino, que disponemos de la información que nos ofrece nuestro propio trayecto, es que comenzaremos a pensar en el camino, a viajar hacia el pasado y reproducir los diferentes tramos del camino pasado, sacando nuestras propias conclusiones. Sin esta información, sin esta vivencia, significa que aún somos muy jóvenes o hemos llegado a la vejez con total falta de madurez a causa de que no hemos crecido internamente.
En mi caso, el primer síntoma de madurez se lo atribuyo al autodescubrimiento de mi miedo. Cuando he reconocido ante mí mismo que vivo con miedo, también muestro madurez. Y cuando intento estudiar cuáles son mis temores, en qué se fundamentan, si son falsos o verdaderos, si puedo lidiar con ellos y vivir con ellos para siempre, saco fuera de mi cuerpo una gran cantidad de basura que no me hacía falta añadir a mi propio peso espiritual.
Algo que me ha llamado la atención es que todos los seres humanos no tienen más o menos desarrollada una glándula cerebral (sufren atrofia de las amígdalas cerebrales, lo que les provocaría la pérdida del miedo social y del afecto que les caracteriza), que es la fábrica de donde surge el miedo como respuesta a un acontecimiento real o imaginario.
Son estos seres humanos (para mí, hechos a medias) los que más de una vez han puesto en peligro la paz del mundo y han causado muchas desgracias, tanto a nivel colectivo como individual.
En el futuro y en la medida que la ciencia se desarrolle, la sociedad humana debe tomar medidas capaces de distinguir entre los individuos que no sienten miedo y defenderse, cuando aún hay tiempo, de ellos.
Por supuesto que no tomo partido sobre la solución propuesta en “Un mundo feliz”, donde el escritor inglés Aldous Huxley se centró en el método científico para mantener a todas las poblaciones fuera de la élite minoritaria en un estado casi permanente de sumisión y enamoradas de sus cadenas. Las herramientas principales para lograrlo fueron unas vacunas que alteraban las funciones del cerebro y medicamentos que el Estado obligaba a la población a consumir. Desgraciadamente era una conspiración y también un cerebro mundial que trabajaba como policía de la mente.
Estoy a favor de un racional, humano (y con mucho sentido común) crecimiento de la conciencia hacia formas superiores del existir, donde todos seamos responsables, no porque no nos los propongamos (que es muy válido) sino porque nuestro vehículo físico finalmente se ha convertido en un instrumento capaz de vivir social e individualmente en paz, armonía y equilibrio.
Las desgracias que estos individuos producen, tanto en política internacional como en la diaria vida doméstica, representan casi todo el sufrimiento humano conocido, del cual se desprenden todo tipo de injusticias, desencuentros, vidas truncadas, accidentes, y en general como siempre he pensado, una tremenda falta de información.
Llevamos miles de años en el intento de perfeccionar nuestro espíritu, nuestra conducta. Sin negar el misterio de la vida y el papel que las diferentes religiones ejercen para lograr un mejor ser humano, le otorgo toda mi confianza a la ciencia.
He despejado que muchos de los seres humanos que apenas sienten miedo, prácticamente tienen esta glándula en condiciones disfuncionales que los convierte en el trayecto del camino de la vida en un peligro, no sólo para los demás, sino para ellos mismos. Hablo de los locos que aparentan ser cuerdos, criminales e inconcientes irracionales que viven sin miedo.
En cuanto al resto de los seres humanos que sienten miedo (imaginario o real) les propongo ver en los diferentes miedos su personal Talón de Aquiles, y con la ayuda de la religión, la ciencia, y la fe en la propia autoestima que nos otorga la lógica y el raciocinio, enfrentarlos.
Quizás no vivamos para insertarnos en una sociedad menos enferma porque estamos limitados por el tiempo vital o porque la Humanidad actual está condenada a desaparecer por muchos factores más que sería largo y complicado intentar siquiera esbozar aquí, pero al menos el tiempo que nos quede de vida, hay que racionalizar el miedo y superarlo con las herramientas que nos ofrecen la religión, la ciencia y nuestra personal capacidad de discernimiento.
No por gusto en el Antiguo Testamento se lee que “quien añade ciencia añade dolor”. Es bueno tener información para saber por dónde caminamos y caminaremos, pero a veces esa información, ese conocimiento que nos brinda una brújula para caminar, es doloroso. Debemos aprender a vivir con el dolor con que se paga la información.
ramon597@correodecuba.cu
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