viernes, 5 de noviembre de 2010

PALMERAS URBANAS



Por Miguel Iturria SavónPublicado Ayer

El Cotorro, La Habana, 6 de noviembre de 2010, (PD) La mayoría de los transeúntes que caminan con prisa entre la Manzana de Gómez y el antiguo Centro Asturiano de La Habana, apenas se percatan de la presencia de cinco palmeras de penachos inamovibles ubicadas frente al palacio neoclásico convertido en sede de las colecciones de arte contemporáneo del Museo Nacional de Bellas Artes. Los turistas extranjeros, habituados a mirar hacia arriba y tirar fotografías, preguntan a veces por las insólitas “plantas”.

La respuesta está en uno de los cristales de la entrada del palacio, donde figuran los 29 artífices de la corte que pintaron las obras en homenaje al 80 cumpleaños de Fidel Castro, a mediados del 2006. El tirano estaba grave y había designado a su hermano como sucesor, pero sus albaceas ordenaron la creación, de valor simbólico pues las palmeras de metal, ridículas ante la excelencia arquitectónica del Centro Asturiano, evocan el nombre del caserío de la Sierra Maestra que cobijó a los entonces guerrilleros, quienes llevaban un mes huyendo de los soldados de la tiranía anterior.

Las cinco palmas de los hermanos Castro ilustran la supeditación del arte a la tiranía. Son esculturas murales supuestamente encargadas por la Fundación Guayasamín, con los artistas que acompañaron al déspota insular en la inauguración de la “Capilla del Hombre”.

Entre esos creadores de capilla figuran celebridades como Eduardo Abela, Agustín Bejerano, Roberto Diago, Nelson Domínguez, Roberto Fabelo, Flora Fong, Ever Fonseca, Gómez Fresquet, Joel Jovel, Alicia Leal, Alexis Leyva Machado (Kcho), Manuel López Oliva, Manuel Mendive, Juan Moreira, Pedro Pablo Oliva, Cosme Proenza, Ernesto Rancaño, Zaida del Río, Eduardo Roca (Choco), Vicente Rodríguez Bonachea, Alfredo Sosa Bravo y otros que proponen o asumen proyectos ministeriales, como aquellos pintores y escultores de las cortes medievales.

No todos ilustraron las palmeras de metal que “crecen” entre los adoquines del Parque Central y la Placita de Albear. Si miramos hacia arriba apreciamos las imágenes del dualismo zoomórfico de Manuel Mendive, la mujer desnuda de Zaida del Río, la paloma blanca y el círculo rojo de Moreira, el aborigen con máscara de Sosa Bravo, la silueta humana de Jover y dibujos sobre peces, banderas y fachadas de edificios que embellecen los penachos inertes y los convierten en alegorías visuales.

Más que honrar al tirano en su ochenta cumpleaños y acentuar la leyenda del reencuentro con el hermano sucesor, estamos ante una instalación callejera que con el tiempo cambiará de lugar; quizás hacia el caserío de Cinco Palmas, situado a 40 kilómetros de Media Luna y 70 de Manzanillo, en la zona oriental de Cuba, donde el hambre, la incomunicación y la falta de expectativas provocan el éxodo de sus humildes pobladores.

La obra, sin embargo, ilustra la connivencia de muchos creadores con el despotismo centralizado y rebasa los límites de la vergüenza. Tal vez sea una forma de evitar las sospechas y mantenerse en la cima para asegurar espacios comerciales y viajes al extranjero, a costa de otros obligados al exilio o a la sobrevida entre galerías y casas de cultura locales, donde imparten clases y auspician talleres comunitarios.

culturaliss@yahoo.es
Fotos: Miguel Iturria

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