
Por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana, 20 de diciembre de 2010, (PD) Elevar de manera significativa la producción agrícola en los próximos años, continuará siendo una cuestión exclusivamente vinculada a los discursos y las exhortaciones de secretarios del partido, líderes sindicales oficialistas, personajes del politburó y hasta del actual presidente de la república. Todos empeñados en crear los soportes de un futuro promisorio por medio de la articulación de frases e ideas que semejan un hipotético adelanto en el camino al éxito.
En realidad, el escenario que favorecería un crecimiento en la oferta de productos del campo, así como la merma sustancial en los precios de venta al público, solo es factible en la mente de burócratas y políticos acostumbrados a las teorizaciones que siempre terminan creando nuevos muros en el camino hacia el restablecimiento de los deteriorados patrones de productividad y eficiencia.
Al conocer los serios problemas para garantizar el suministro de los implementos usados en labores agrícolas no mecanizadas, se llega a la conclusión que muy poco se logrará respecto a la proyectada abundancia en las tarimas de los agromercados.
Es desconcertante que los rudimentarios medios de producción como arados, gradas y cultivadoras a utilizar en la preparación de los suelos con ayuda de la tracción animal, no puedan ser repuestos a medida que se averían con mayor celeridad, a causa de la sobrexplotación y la obligatoriedad de usar materiales de baja calidad en su construcción, al no poseer los recursos para obtener los componentes idóneos.
La Empresa Logística Agropecuaria Humberto Lamothe, ubicada en la occidental provincia de Pinar del Río, dedicada a la fabricación de estas piezas, es una de las entidades que sufren los embates del desabastecimiento de las materias primas empleadas en la fabricación de los citados implementos, según reflejó la prensa oficial recientemente.
Un detalle basta para calibrar la grave situación en esta área en la que aparecen otras entidades, a lo largo del país, imposibilitadas de cumplir con las exigencias de las diversas cooperativas campesinas para sacarle el mayor provecho a la tierra.
Por ejemplo, el cálculo de los metales necesarios para elaborar las piezas solicitadas por las diferentes dependencias de la agricultura pinareña en el 2010, se estimó en alrededor de 1 050 toneladas y solo se recibieron 82,5.
Como paliativo para atenuar tales desequilibrios se ha recurrido a soluciones de carácter local, aunque los productos confeccionados en estos talleres carezcan de la debida calidad.
Surgidos con el propósito de ahorrar combustible, proteger el medio ambiente y evitar de una manera más eficaz la compactación de los suelos, el uso de estos métodos de producción basados en el uso de bueyes, tampoco podrán contribuir a la eliminación de las deprimidas cifras en el momento de contabilizar las cosechas.
La fatal combinación de problemas objetivos y subjetivos impide romper con el ciclo vicioso del estancamiento.
Aunque en Cuba nadie se muere de hambre, habrá que continuar haciendo malabares para cubrir las necesidades alimentarias con salarios que no llegan a los 20 dólares mensuales.
Un par de almuerzos para una familia de cuatro personas, serían suficientes para agotar esta suma monetaria.
Todavía falta tiempo para que miles de cubanos renuncien a sus continuas peregrinaciones al mercado negro con tal de satisfacer las demandas del estómago.
No hay posibilidades, a corto plazo, de que los números negativos abandonen las estadísticas en poder del Ministerio de la Agricultura, regularmente sujetas a las consabidas manipulaciones.
Gracias a las espurias maniobras mediáticas, siempre se llega a la “superproducción alimentaria”, aunque el relativo desabastecimiento y los precios de vértigo, sigan golpeando la paciencia de los consumidores.
oliverajorge75@yahoo.com
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