miércoles, 30 de marzo de 2011
Un libro excepcional
Escrito por Jorge Luis González Suárez
El Cerro, La Habana
30 de marzo de 2011
(PD) “El hombre que amaba los perros”, de Leonardo Padura Fuentes, fue sin lugar a dudas el título más demandado de la recién culminada Vigésima Feria Internacional del Libro y muy posible que lo sea de todos los libros publicados en Cuba durante los últimos cincuenta años.
Esta explosiva demanda puede obedecer a varios motivos. El primero, que es un verdadero best seller en el sentido de su forma de redacción. El segundo, la controvertida y minúscula venta y la misteriosa forma en que se llevó a efecto. Y tercero, el interesante y explosivo argumento que aborda, planteado con un realismo nada común aquí.
Este aspecto final constituye el elemento más trascendental del interés despertado en la multitudinaria gama de lectores nacionales y que vincula esta causa con las otras dos señaladas.
El tema central de la novela es la historia de las vidas de León Troski, desde su exilio hasta su asesinato en México, y de Ramón Mercader del Río, el catalán que entrenado por la GPU cometió el abominable crimen por órdenes del sanguinario dictador Iosif Stalin.
Una trama paralela que se mezcla es la del personaje imaginario (aunque parece muy real), Iván, que supuestamente nos relata y analiza con mirada aguda los hechos acontecidos, contados por el victimario durante su estancia final en nuestra patria en una de las playas del este habanero.
Narrándonos los pormenores de esta memoria, el interlocutor deja traslucir sus sentimientos sobre la vida que ha tenido que sobrellevar por causa del sistema imperante, copia del estado soviético, responsable de la ejecución de Trotski.
Iván, desde el capítulo 5, ya nos empieza a dar detalles de su existencia acá al decirnos como tratando de llegar a convertirse en escritor es reprendido por sus superiores por “problemas ideológicos” y en respuestas a su actitud resulta ser enviado a Baracoa a realizar el servicio social estudiantil al finalizar su carrera, casi como un castigo correccional a sus desvíos.
Nuestro cronista añade más adelante el desconocimiento casi general que existía sobre el troskismo y dice que si alguien tan enloquecido mostraba algún interés por él, “podía acarrearle complicaciones de todo tipo” durante la “cúspide del inmovilismo filosófico y propagandístico.
Las disquisiciones del relator se profundizan cuando ante la lectura de un libro escrito por el hermano de Ramón, Luis Mercader, señala: “sin embargo, antes que la liberación o el beneficio del conocimiento, mi primera reacción fue sentir pena por mí mismo y por todos los que engañados y utilizados, alguna vez creímos en la validez de la utopía fundada en el ya desaparecido para entonces país de los soviets”.
Continúa pocos párrafos después al interiorizar en esta quimera con estas palabras: “Parecía más un castigo divino que obra de hombres borrachos de poder, ansias de control y pretensiones de trascendencia histórica”.
Al final, encontramos unas observaciones que marcan la frustración de todos los que como Iván vivimos momentos similares al decir: “A estas alturas no creo que haya mucha gente que se atreva a negarme que la historia y la vida se ensañaron con nosotros, con mi generación, y, sobre todo, con nuestros sueños y voluntades individuales, sometidas por los arreos de las decisiones inapelables”.
Un leitmotiv acompaña en todo el texto a este hombre y es el miedo sentido por él y por aquellos que en nuestra triste realidad hemos vivido tiempos de agobio, represión, carencias materiales y de libertad que han permeado nuestra conducta y nuestras acciones por más de medio siglo.
Podemos preguntarnos cuantos miles de Iván han existido realmente, cuantos tratando de huir de este destino fatal han muerto en el mar y cuantos han pagado su osadía de protestar en una prisión que los ha destruido. Son incontables.
Este libro marca una pauta por su contenido revelador. Me atrevo a asegurar que hasta hoy nunca se había publicado dentro de nuestro espacio nada tan polémico. Ojalá sea esto el inicio de una tan necesaria apertura.
primaveradigital@gmail.com
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