martes, 12 de abril de 2011

Muere polémico periodista cubano



Importante periodista cubano y polémica personalidad que cambió numerosas veces de bando político

Especial de Agustín Alles Soberón / para martinoticias.com 12 de abril de 2011

"Los cintillos de Luis Ortega en Prensa Libre fueron famosos en la historia del periodismo cubano, así como las anécdotas en el ejercicio de su cargo"

Murió Luis Ortega Sierra, en la noche del sábado 9 de abril de 2011, en la ciudad de Miami, a los 94 años de edad. Nació el 21 de junio de 1916 en La Habana y fue fundador de la Revista Orígenes, que agrupaba a intelectuales cubanos, pero su éxito lo logró como periodista de la escuela sensacionalista.

El cintillo destacando la principal noticia y las notas breves fue su especialidad por la década de los años 40 en la Cuba republicana, cuando los gobiernos sucesivos del Partido Revolucionario (Auténtico), de los presidentes Dr. Ramón Grau San Martín y Dr. Carlos Prío Socarrás, respetaron, como ninguno anteriormente, de una forma extraordinaria, la libertad de expresión.

Diariamente se producían apasionados debates en las páginas de los periódicos, principalmente en el diario vespertino Prensa Libre, donde el jefe de redacción era Raúl Ortega --maestro del periodismo sensacional--, hermano de Luis, quien trabajaba como su ayudante.

Un día enfermó Raúl y Luis lo sustituyó; después se quedó con el cargo del hermano. Esto causó una profunda enemistad. Pero Luis superó a Raúl, porque además de manejar diestramente el arte de la diagramación, era un hábil escritor.

Los cintillos de Luis en Prensa Libre fueron famosos en la historia del periodismo cubano, así como las anécdotas en el ejercicio de su cargo. "Por un cintillo doy la vida", solía decir en la redacción del periódico que dirigía un destacado periodista cubano, Sergio Carbó, maestro de la polémica política, en la letra de molde.

También escribía en la última página del periódico una de las secciones más populares e influyentes de aquella época. Pasquín, como se titulaba, destruía o fabricaba figuras políticas. Todos admiraban o temían el poder de síntesis de Luis Ortega, que firmaba Sol, y su prosa cínica. "Yo estoy tocado con la gracia del cinismo", alardeaba y era verdad.

Su influencia le facilitaba ser el periodista que más "botellas" (puestos en las nóminas de los Ministerios) tenía, más que ningún otro de la profesión, como él mismo se clasificaba.

Lo conocí en 1950. En 1953 trabajé con él en el diario Pueblo. Era cínico y no lo ocultaba. Sabía mantener cierta independencia, aunque atacara o elogiara. "Un periodista tiene que aparentar que lo han comprado, pero, en el fondo, no se debe vender", era otra de sus normas éticas.

Tuvo excelentes y muy malas relaciones, simultáneamente, con los gobiernos de Batista, Grau San Martín y Prío Socarrás.

A principios de los años 50 sostuvo una encendida polémica con dirigentes del Partido Comunista de La Habana, que liquidó con esta fulminante afirmación: "Con los comunistas no se discute. Se les mata."

Su paso por Prensa Libre coincidió con la época del "gansterismo" en Cuba, cuando pandillas rivales armadas dirimían a tiros, en las calles habaneras, sus polémicas políticas. Fidel Castro pertenecía a una de esas pandillas, UIR, y visitaba frecuentemente a Luis en la redacción, buscando cintillos de acción con su nombre. Una de las veces le llevó unas declaraciones de sus enemigos que lo acusaban de "gánster". Y sostuvo este diálogo con Ortega:

--- Publícame ésto.

--- Pero es en contra tuya.

--- No importa, lo importante es que hablen de mí, aunque hablen mal.

De Prensa Libre Ortega pasó a ser director del periódico Pueblo. Lo compró a nombre de una sociedad anónima, mediante una transacción tan secreta que los principales accionistas eran rivales políticos que desconocían que participaban en el mismo negocio: el presidente del Senado, Dr. Anselmo Alliegro, del gobierno de Batista, y el ex ministro de Hacienda, Antonio Prío Socarrás, hermano del presidente depuesto con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, Carlos Prío Socarrás.

Cuando el ataque al Cuartel Moncada, que dirigió Fidel Castro el 26 de julio de 1953, Luis recibió un reportaje con fotografías de Panchito Cano, sobre esa acción, escrito desde la escena por los periodistas Juanillo González Martínez y yo, Agustín Alles Soberón, reporteros de Pueblo.

Luis, jubiloso con el cintillo que montó en la primera plana de la edición de la tarde del mismo día, MASACRE EN EL MONCADA, tuvo que enfrentarse a la oposición del censor del periódico. Intervino un oficial de la policía de Batista, que amenazó y golpeó a Luis. Éste había sido designado consejero consultivo del gobierno batistiano, pero de nada le valió y tuvo que exiliarse en Miami.

Pasó muchos años en el destierro durante los gobiernos de Batista y Castro, tras una breve etapa de regreso a Cuba en 1959. En Miami editó dos periódicos. Lo ayudó en una de estas empresas el ex dictador de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez. No pudo mantener las publicaciones.

Fue colaborador en Miami de la revista Bohemia, Diario de la Marina y El Nuevo Herald. También escribió para Diario La Prensa, de Nueva York. Participó en programas radiales procastristas. Fue autor de los libros "El sueño y la distancia", sobre José Martí, y "Yo soy el Che", dedicado al revolucionario argentino-cubano.

Regresó a Cuba en los años 80. "No resisto aquello", dijo al volver a Miami, y relató que en un paseo por La Habana le preguntó, irreverente, a su anfitrión, el historiador de la ciudad Eusebio Leal: "¿y qué van a hacer ustedes con tantos negros que estoy viendo aquí?". Tuvo que marcharse pronto de la isla.

Hasta sus días finales se mantuvo polémico en el exilio como lo había sido en Cuba. Criticaba sin tregua al adversario, que ya no era precisamente Fidel Castro. Vivió solitario y amargado. Es mi opinión, pero él mismo parece confirmarla pues una de sus famosas columnas la dedicó a atacar a su propia persona.

A la única que elogió y rindió tributo póstumo fue a su abnegada esposa Olga. Deja dos hijos: Luis y Sergio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario