lunes, 18 de abril de 2011
Por el equilibrio y la igualdad
Escrito por Leonardo Calvo Cárdenas
Boyeros, La Habana
18 de abril de 2011
(PD) Mi participación en algunas iniciativas intelectuales relacionadas con el mes de la mujer que se celebra en los Estados Unidos me impulso a pensar más profundamente sobre las particularidades de las relaciones y problemáticas de género a la luz de nuestra propia historia y los retos que nos plantea la convivencia moderna, más allá de los mucha veces engañosos discursos políticos.
Las relaciones socioculturales son en extremo complejas. En ellas, determinados matices, como las desventajas históricamente incorporadas, se convierten en elementos esenciales o factores ineludibles de la convivencia.
Los negros, los indios, las mujeres, los homosexuales, aunque muchas veces no seamos ni siquiera minoría numérica, somos los hijos legítimos de la desventaja. Un hombre blanco con determinadas carencias y limitaciones puede llegar a las más altas investiduras políticas; un negro o una mujer para alcanzar tales cotas necesitan demostrar todas las capacidades y talentos.
La fuerza del ser humano, por mucho, uno de los animales más débiles, es sobre todo mental y espiritual. Las mujeres han tenido que sobreponerse a los más grandes retos, obstáculos y dificultades para consagrarse como el ser humano más fuerte, el ser humano que con más capacidad, naturalidad y solvencia enfrenta condiciones de vida complejas. La mujer es de acuerdo a la estructura patriarcal, un ser dependiente, pero con una enorme capacidad de independencia.
El hegemonismo patriarcal discriminatorio inferioriza a las mujeres pero afecta por degradación al hombre. Más allá de las definiciones conceptuales e intelectuales sobre el asunto, cuantas veces nos hemos autoanalizado en cuanto a la valoración que hacemos por ejemplo, de un tema como el doble rasero con que se enfrenta el adulterio del hombre y de la mujer, lo cual pienso seria un medidor bastante exacto para definir cuanto hemos crecido humana y culturalmente. Respecto a ese referente, hemos avanzado muy poco desde las concepciones medievales
En Cuba, como hemos dicho muchas veces y de seguro tendremos que repetir, esa elite hegemónica (hombres, blancos, generalmente descendientes de españoles, de formación católica, pretendidamente liberales, pretendidamente heterosexuales, económicamente vinculados a la hacienda y el comercio) definió a favor de sus intereses la estructura de los patrones convivenciales, pero también la estructura de patrones morales en los cuales la mujer siempre fue relegada a una condición subalterna.
Los umbrales de la segunda década del siglo pasado trajeron acontecimientos que nos marcaron con una negativa huella indeleble y dejaron claro la dimensión del influjo del tardío feudalismo ibérico en una sociedad abocada a la evolución económica y la modernidad.
A principios del siglo pasado, el destacadísimo intelectual y político Martín Morúa Delgado asistió a una recepción presidencial en que su esposa fue la única no invitada por su condición de negra. En esa fecha el paradigma de hombre cubano no fue aquel negro egregio que dedicó hasta su último aliento a procurar en la paz la afirmación de los derechos que los negros habían ganado a fuerza de sudor, sangre y heroísmo en la manigua redentora, sino el proxeneta en jefe de los barrios bajos de La Habana. Resulta lacerante recordar que el mismo año en que Evaristo Estenoz entregó la vida a su causa, fiel a su compromiso y víctima de la traición, los cubanos lloraron estremecidos la muerte de ese traficante de cuerpos y de almas que respondió al nombre de Alberto Yarini.
No por gusto dos diatribas de profundo cariz machista, como "maricón" e "hijo de puta" constituyen las principales ofensas "en cubano" y demuestran que esa élite hegemonista y conservadora más allá de los discursos logró imbuir sus patrones machistas en nuestra cultura y espíritu. No por gusto todavía en Cuba muchas mujeres justifican e incluso defienden a sus maridos abusadores.
Sería importante analizar cómo es posible que con el desarrollo cultural alcanzado por la sociedad cubana, tantas mujeres coreen gozosas las piezas musicales que las denigran y desacreditan sin que este fenómeno genere un cuestionamiento cívico o intelectual.
Aquella noche en que la vanguardia representativa de las mujeres cubanas entró a la sala de convenciones para reafirmar su protagonismo social y político y salieron adornadas por una olla arrocera obsequiada por el Máximo Líder que se las había negado por tanto tiempo, se reafirmó desde el poder el roll tradicional de la mujer y dimos unas cuantos pasos atrás en el camino de afirmar los valores de equilibrio e igualdad que se avienen al criterio de modernidad que queremos instaurar mas allá de símbolos y discursos.
Cada vez los roles de la mujer se diversifican y fortalecen, cada vez vemos más mujeres social y económicamente autosuficientes, más mujeres jefas de familia, más mujeres empresarias, más mujeres lideres. Es necesario que este proceso se complemente con avances educativos que propicien una revalorización conceptual, intelectual y cultural del papel y el lugar de la mujer en las relaciones sociales. Si este equilibrio se lograra en el plano mental y cultural, de seguro seriamos mejores personas en una mejor sociedad.
elical2004@yahoo.es
Foto: Marcelo López
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario