martes, 12 de abril de 2011

Una misa incierta





Escrito por Hugo Araña



Matanzas



12 de abril de 2011



(PD) "Misa para un ángel" es una noveleta con vestigios testimoniales, en que su personaje principal inicia un periplo para ofrecerle nada más y nada menos que una misa a su amigo Reinaldo Arenas y que así su espíritu descanse en paz.

Tomás Fernández Robaina aprovechó su libro para un cierto acercamiento al polémico escritor Reinaldo Arenas, todavía casi silenciado en los medios culturales de la Isla.

Voces testimoniales, personas que emiten juicios, cierta correspondencia en relación a él, más confesiones propias, transcurren entre sus páginas, sin descartar una velada tristeza, un pesar melancólico de añoranza y búsqueda.

El autor no desdeña, en pos de llevar a cabo esa misa espiritual, que Arenas aparezca posiblemente y sea uno de los participantes. Claro, con el temor de que en su aparición, descargue el rencor que incidió en su proceder producto de todo lo que pasó antes de embarcar en 1980 por el puerto del Mariel rumbo a la Florida.

Pero el autor pretende más de lo concebible, y hasta cierto punto, dentro de lo conceptual, lo logra. Se trata de reunificar a Arenas no sólo con los demás, sino consigo mismo y que sea capaz de reconocerse con todo lo supuestamente bueno y malo que en su loca carrera arrastró. Quizás como defensa a su posición de iconoclasta, con un énfasis a lo mejor para lograr una nueva posición de la Cultura Cubana, donde tanto lo político como lo personal, condicionó su trayectoria.

Fernández Robaina, aunque no lo diga abiertamente, teme. Teme que el alma de Arenas aparezca en esa anhelada sesión espiritual, y que en vez de lograr la paz para su espíritu que tanto necesita y necesitó, riegue entre los presentes el veneno y no enarbole la bandera blanca de la paz que él mismo necesitó y que por aquí y por allá nunca pudo enarbolar.

Reinaldo Arenas, quiéranlo o no, marcó una pauta en el ámbito de las letras cubanas. Para ello, se autodesgarró sin pedir nada a cambio. Sólo pretendió ser él y nada más. Vertió en sus obras lo que soñaba, lo que necesitaba decir.

Al parecer, en la amistad con Fernández Robaina, encontró recodos para sus acciones, criticadas por muchos y elogiadas por otros. Arenas se proyectaba y actuaba sin recato alguno. Ostentó su homosexualidad no sólo en Cuba, sino en el exterior, cuando optó por el duro camino del exilio.

Una Misa para un Ángel (¡y qué Ángel!), amena, triste, desgarradora, es bastante sui géneris en nuestro panorama cultural. El autor no es ajeno a ello. Conoció a Reinaldo Arenas, participó de su vida, tuvo sus lógicos si y no con él. El ansia de hacerle una misa espiritual es siempre con el temor de que en vez de que todo se desarrolle bajo los cánones de la paz espiritual, aparezca el espíritu de Arenas para pedir venganza y exhibir otras emociones poco placenteras. Por mucha agua bendita que se esparza, por mucho humo de tabaco que transforme el ambiente y lo vuelva todo nebuloso e irreal, por mucho que se ore para que la paz se logre, de nada vale todo esto cuando el rencor se hace presente. Ojala que Tomás Fernández Robaina logre paz en la misa espiritual para su amigo. ¡Aché para él!

malecun@yahoo.es

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