jueves, 28 de julio de 2011

La impunidad, una prebenda para matones castristas



El Instituto de Medicina Legal no reflejó en el acta de defunción de Angel Izquierdo el balazo mortal que le diera Armando Interián.

Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 28 de julio de 2011

Foto: EFE

¿Qué circunstancias propician que en Cuba puedan ocurrir sucesos como la muerte a tiros de un menor de edad por apropiarse de unos baratos e insípidos mamoncillos?

Angel Izquierdo, de 14 años, tuvo la desgracia de ser, de los tres muchachitos, quien se subió a la mata, mientras su primo de 17 y otro amiguito recogían la furtiva cosecha. También tuvo la desgracia de meterse en el feudo de un ex jefe de sector de la policía, Armanddo Interián, en los alrededores del periférico reparto habanero de Mantilla.

Un jefe de sector de la policía en Cuba es una suerte de sheriff del viejo oeste con patente de corso. Cualquier cosa que haga por defender de las maromas vitales de la población los intereses del Estado estará bien hecha. Eso alimenta su arrogancia y su sensación de poder sobre vidas y haciendas, que incluye enviar por hasta cuatro años a prisión a cualquier ciudadano que el jefe de sector sueñe o se imagine pueda tener un potencial delictivo.

Tome por ejemplo este reciente reportaje de Julio Beltrán Iglesias, en Misceláneas de Cuba, acerca de un bicitaxista, Jaime Sarduy se había detenido en una esquina del mercado de Cuatro Caminos, y cuando ya se marchaba, aparecieron dos agentes de la PNR y lo detuvieron, agrediéndolo verbalmente.

Sarduy les pidió que le hablaran en buena forma y sin maltratarlo, porque ellos, creía él, estaban "para cuidar al pueblo y no para hacerle daño". Entonces lo trasladaron al sector de la PNR, ubicado a un costado de la Plaza. Allí tomó las riendas otro policía, quien, Según Sarduy, es temido en el barrio por ser violento con la población. "Tú no me conoces -le dijo-- yo soy el jefe de sector de aquí, y aquí mando yo, y cuando te digo cállate, cállate".

Cuando estos "seres feroces de garra, ideología y pezuña", se retiran, generalmente pasan a formar parte de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, dice desde Lawton en su blog Infierno de Palo Juan González Febles. Como premio a su lealtad a la revolución se benefician entonces de empleos cómodos, principalmente en labores de seguridad, los más afortunados en el turismo, los bancos y las empresas mixtas; los menos, a cargo de tierras de cultivo. A cambio, se les pide que representen de vez en cuando al pueblo, cada vez más reacio a participar, en los violentos actos de repudio contra disidentes y otros enemigos de la revolución.

Suelen conservar fácilmente la licencia para portar armas, aunque otros las mantienen sin permiso, como regalo de algún jerarca al que sirvieron.

Durante la desnutrición rampante de los años 90, se escuchaban periódicamente historias de personas que fueron muertas o heridas por disparos de escopeta, a manos de custodios de platanales y otros latifundios del Estado.

En una estremecedora entrevista, los familiares de Angel le contaron al colega Jorge Jáuregui que Interián y dos parientes suyos, Marzo y Juan Carlos, siempre andaban armados en la finca de la zona de las Lajas que el gobierno les había encomendado; y que ya habían encañonado a otros menores y enlazado y arrastrado a otros merodeadores.

En este contexto, el ex policía Armando Interián no lo pensó dos veces para apuntar su calibre 45 contra el cuerpo frágil de Pelusín. El descomunal plomazo, tras entrarle por una nalga, le destrozó quizás la femoral o algún órgano vital, el caso es que provocó una hemorragia interna que le causó al niño una muerte casi instantánea.

Pero Interián confiaba plenamente en la revolución, y al parecer tenía sus razones. El Instituto de Medicina Legal no reflejó para nada el balazo mortal en el acta de defunción. Pelusín había muerto, como los miles de fusilados del terror jacobino de 1959, de anemia aguda.

Meses atrás, el disidente Juan Wilfredo Soto, después de recibir una brutal paliza policial, había fallecido también de una repentina pancreatitis aguda, no traumática.

La impunidad es otra prebenda de los matones del régimen, y no de las menos apreciadas.

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