martes, 30 de agosto de 2011
El error de la eliminación del embargo
Niña Arisleydis Figueroa Coca, de nueve años de edad, golpeada por la policía junto a suspadres disidentes, frente a la unidad de Acosta, Lawton, La Habana.
Escrito por Oscar Sánchez Madan
Cidra, Matanzas
30 de agosto de 2011
(PD) Mientras la dinastía castrista viole en Cuba los más elementales derechos de los ciudadanos, el gobierno de los Estados Unidos de América no debería anular el embargo económico, comercial y financiero que le impuso hace 50 años.
Esta medida coercitiva tiene no pocos enemigos en el mundo, pero ninguno de ellos ha mostrado argumentos convincentes que obliguen a rechazarla.
Este importante instrumento de presión surgió al nacionalizar, en 1960, el Gobierno Revolucionario, las compañías norteamericanas asentadas en la isla. Ha permanecido, desde entonces, para exigirle a la oligarquía caribeña una razonable indemnización. También para demandar el respeto a los derechos básicos de los ciudadanos cubanos, víctimas de los abusos de su maquinaria represiva.
Los contrarios a este sistema de sanciones manifiestan que el mismo ha resultado ser ineficaz ya que cinco décadas no han bastado para acabar con el totalitarismo. Asimismo alegan que quien sufre los efectos de esta medida es el pueblo cubano y no la privilegiada oligarquía gobernante. Señalan, además, que los masivos contactos de los ciudadanos norteamericanos con los nacionales servirían para que Cuba se abra al mundo.
Quienes vivimos en este pequeño territorio del Caribe y tenemos bien colocados los pies sobre la tierra sabemos que los hermanos Castro y sus partidarios tienen sobradas instituciones, muchas de ellas militares, y mecanismos para vaciarles los bolsillos a los cubanos en caso de que sus economías familiares de alguna manera prosperen.
No es casual que en los últimos meses, con la aparición de la pequeña empresa privada, las autoridades han establecido altísimos impuestos a pagar y han prohibido la concentración de las riquezas, que es el elemento esencial para garantizar la prosperidad económica ciudadana.
Pienso que la colaboración entre gobiernos y pueblos siempre es beneficiosa. Pero recordemos que en la isla caribeña lo que hay es una dictadura militar que mantiene un férreo control sobre la población y las riquezas del país. A ésta lo único que le interesa es el exclusivo beneficio de un reducido grupúsculo de dirigentes y funcionarios que actúan conforme a la voluntad de la dinastía castrista.
Por colaborar con regímenes como el de Irak, importantes países del mundo, algunos sin proponérselo, se convirtieron en cómplices indirectos de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el asesino Saddam Hussein.
Las ideas de justicia y libertad casi siempre han tardado en materializarse. Por tanto, que una estrategia empleada para lograrlas no haya surtido el efecto deseado después de cinco décadas no significa que haya que renunciar a ella. El régimen esclavista duró miles de años y los esclavos, a pesar de los fracasos temporales de muchas sublevaciones, no abandonaron la lucha ni renunciaron a esa estrategia.
No olvidemos que si el régimen de La Habana aplicó unas tímidas reformas en la economía en los años 90 fue porque lo obligaron los efectos del embargo y del desplome del antiguo bloque comunista de Europa Oriental. Los comisarios castristas introdujeron en este sector mecanismos del libre mercado, como las empresas mixtas y las asociaciones por contrato, cuando en la isla, peligrosamente, escasearon los recursos.
Durante los últimos años ha sucedido lo mismo. El denominado "Proceso de Actualización del Modelo Económico Cubano" fue el resultado no sólo de la ineficiencia de la economía socialista de planificación y excesiva centralización y de las protestas ciudadanas; también de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos e incluso por la Unión Europea, que no ha permitido a la isla beneficiarse de los acuerdos de Cotonou.
Esos dos ejemplos demuestran que sólo cuando el régimen se ha visto presionado es que ha iniciado transformaciones, aunque ligeras, en el sector de la economía y en otras esferas.
Todo lo contrario hace cuando se siente fuerte, restablecido, como resultado de la cooperación internacional. Recordemos cómo eliminó el Mercado Libre Campesino y anuló muchos contratos firmados con numerosas empresas extranjeras al reponerse de la crisis económica conocida como "Período Especial". Sabemos bien qué haría si en los próximos años se fortalece la economía. Aplastaría, sin pensarlo mucho, a la naciente empresa privada.
A los demócratas del mundo y a quienes defienden los derechos de la persona humana les resulta muy difícil defender la idea de la imposición o permanencia de un embargo contra cualquier país. Eso se comprende porque durante las crisis económicas quienes más sufren son los ciudadanos de a pie. Pero es inmoral colaborar con una dictadura que emplea los recursos básicos de su economía para fortalecer su criminal andamiaje represivo y subvertir el orden constitucional en países hermanos. Ese es un mal contra el que hay que luchar y en esta labor a los pueblos siempre les ha tocado su cuota de sufrimiento. Mucho peor es alargar la agonía que producen la miseria material, los maltratos físicos, las amenazas y el encarcelamiento por razones de conciencia.
Aunque el embargo norteamericano no constituye una pieza clave en la lucha del pueblo de Cuba contra el totalitarismo castrista, eliminarlo, antes de lograr que la dictadura cumpla los compromisos contraídos en materia de respeto a los derechos humanos, sería un gravísimo error. Que me perdonen quienes consideran lo contrario.
sanchesmadan61@yahoo.com
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