martes, 30 de agosto de 2011

Las ruinas del cine Campoamor



Escrito por Ramón Díaz Marzo


Habana Vieja, La Habana


30 de agosto de 2011


(PD) Era un niño cuando me llevaron al cine Campoamor. Recuerdo que había que llevar una chaqueta para abrigarse porque aunque fuera época de verano dentro del cine parecía que uno estaba en el Polo Norte.

De joven iba con un grupo de amigos en el año 1973, todos aspirantes a convertirnos en escritores. Y la última película que vi en ese cine fue de samuráis.

Fue un cine que abandonaron sin ninguna justificación.

El tema de la falta de vivienda en Cuba ya es un lugar común, como también lo es el burocratismo y la ineficacia de las instituciones. Hay algunos guiados por la Constitución de 1976 que aun creen en un utópico socialismo y no terminan por aceptar que un país sin propietarios reales jamás enderezará su economía.

Les muestro unas fotos del viejo e histórico cine, donde en los pisos superiores los “nuevos inquilinos” han colocado plantas para marcar su territorio, como hacen los perros con su orina para demostrarle a otros perros que el lugar les pertenece.

Hasta hace unos años, el cine era utilizado como parqueo para bicicletas, bicitaxis, motos. Al menos le daban uso a un lugar vacío, cuya fachada, por alguna magia desconocida, se mantiene en pie.

El cine Campoamor fue un emblema de La Habana nocturna de cuando “Cuba reía”. Al recordar cuando fue cerrado definitivamente en los años 70 del siglo pasado, me llama la atención por qué las autoridades nunca remodelaron este cine.

En la ciudad de Hong Kong sólo se tardan dos años para construir un rascacielos de 25 plantas. Aquí en La Habana, por el contrario, la prensa oficial ha reportado que la reparación del hotel Capri lleva dos años. Trabajan los constructores a paso de tortuga y sólo saben molestar a los vecinos de la zona con ruido y polvareda.

¿Por qué los cubanos no comienzan a construir rascacielos para resolver el problema de la vivienda en la capital?

Se habla del bloqueo o embargo, pero hay demasiados inmuebles que han sido abandonados al deterioro y la destrucción en una época que no fue precisamente el Periodo Especial y la economía interna cubana hubiera podido recuperar estos emblemas históricos de la arquitectura de la ciudad.

Ahora la entrada principal del cine Campoamor ha sido invadida por personas que han construido sus hogares en el interior del cine y hasta hay una carpintería.

Les puedo asegurar, conociendo la sicología de sobrevivencia de los cubanos, que si algún día retiraran a los guardas jurados del Capitolio Nacional, en menos de un mes este suntuoso edificio (el más emblemático de Cuba) sería ocupado por las gentes y convertido en un solar. Esto es Cuba, señoras y señores. Un país que a pesar del férreo control policiaco en materia política, para las demás esferas de la sociedad no tiene control y los ciudadanos hacen lo que les da la gana con el visto bueno de funcionarios del gobierno de la ciudad.

Y todavía se atreven a hablarnos en los discursos de “una actualización del modelo económico cubano”. Pamplinas. Lo único que le devolverá a la ciudad su antiguo esplendor ocurrirá cuando los cubanos se conviertan en propietarios reales, independientes del estado socialista.

Intenté tirar algunas fotos en el interior del cine Campoamor, pero los “nuevos dueños” no me dejaron pasar, y las que le tiré al proscenio fue desde la calle, trepándome en una ventana clausurada con madera.

Conozco personalmente al historiador de la ciudad hace 35 años. No somos amigos, pero nos saludamos cada vez que nos cruzamos por las calles de la Habana Vieja. Tal vez la próxima vez que me lo encuentre y sea oportuno le preguntaré si existe un plan maestro para recuperar a corto plazo los inmuebles en deterioro de la capital de Cuba.

Me faltaba señalar que la enciclopedia española “Encarta” todos los años publica la misma foto y el mismo texto al pie de foto sobre el cine “Campoamor” y dice: “Pese a que algunos edificios presentan un aspecto ruinoso, la parte vieja de la ciudad de La Habana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, posee un encanto especial que ha atraído a un buen número de artistas de todo el mundo”.

Y aquí el único encanto especial que yo he visto son los grandes trozos de hormigón que de cuando en cuando escupen los viejos edificios partiéndole el cráneo a los transeúntes.

ramon597@correodecuba.cu

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