domingo, 21 de agosto de 2011

Lo que calla un nuevo libro sobre el Sida en Cuba



El autor de “Sida, nuevas confesiones de un médico” desconoce o prefiere ignorar los testimonios de enfermos infectados que sufren abandono, segregación y condiciones infrahumanas en Cuba.

martinoticias.com 21 de agosto de 2011

Foto: EFE

“¿Cómo se puede vivir en una vaquería?... Yo creo que los puercos en las cochiqueras vivían mejor que nosotros. No había higiene, no había baño, vivíamos entre los desechos de las vacas".

El libro del doctor Jorge Pérez Avila, máxima autoridad cubana en el tema del VIH y director del Instituto de Medicina Tropical "Pedro Kourí" (IPK), que narra la tragedia vivida por familias que tienen un integrante afectado por el VIH, fue presentado este sábado en la capital cubana, a un público al que no se le cuenta toda la verdad.

El autor de “Sida, nuevas confesiones de un médico” narra historias, anécdotas, cartas de lo sucedido a personas enfermas, pero omite las historias reales de cientos de enfermos discriminados, maltratados y olvidados por la sociedad.

Ignacio Estrada, activista por los derechos de los enfermos de VIH en Cuba, quien reportó la realización del lanzamiento del libro la mañana del sábado dijo a martinoticias que “en vez de estas supuestas confesiones que no se pueden comprobar por estar hechas por pacientes ya fallecidos, valdría la pena escribir lo que verdaderamente está sucediendo en materia de VIH/ Sida en Cuba ”.

Uno de los casos más lamentables e ignorados por la sociedad es el de Gladys Espinosa, quien contrajo el virus del Sida hace unos años y fue abandonada por las autoridades después de pasar un periodo en el Sanatorio. Dormía con su hija pequeña en una vaquería en las afueras de Placetas y vivía de los desechos que recogía en vertederos y basureros.

La joven, que no conoce el libro ni al doctor que lo escribió, cuenta que “a mi hija la tuve peor que a los niños vagabundos del tercer mundo, recogiendo comida y ropitas viejas del basurero”.

Después de que cerraron el Sanatorio donde tenían a los enfermos, Gladys y su esposo (quien falleció a causa de la misma enfermedad) fueron junto al grupo de enfermos sin vivienda al gobierno municipal para que se les diera ubicación. Esperando una respuesta que no llegaba, ambos estuvieron más de un año deambulando, durmiendo en calles y portales. Finalmente se trasladaron a la vaquería cerca de la zona de Palmarito, Villa Clara, donde malvivieron los tres durante cinco años.

“¿Cómo se puede vivir en una vaquería?... Yo creo que los puercos en las cochiqueras vivían mejor que nosotros. No había higiene, no había baño, vivíamos entre los desechos de las vacas. Allí adquirí una bacteria en la piel que ya es incurable.”

“Una vez pasé siete u ocho días durmiendo en el portal del gobierno municipal de Placetas, esperando que atendieran mi caso y el de la niña quien nació a las 29 semanas, con un edema pulmonar. También fui al de Santa Clara y al Consejo de Estado de La Habana. Pero no me hicieron caso.”

“En Cuba hay mucha discriminación con el paciente de Sida. Tanto en los hospitales, como en la calle, y donde quiera que nosotros nos dirigimos. Y en cuanto al trato por parte de las autoridades ha sido malísimo”, asegura. Su enfermedad de la piel le impide trabajar, y sólo recibe un subsidio de 150 pesos (6 CUC).

Otro testimonio lo cuenta la propia Gladys, sobre ¨una pareja de cero positivos y su niño que estaban peor aún que yo. Vivían en el parque de Santa Clara, recogiendo de los latones de basura. Como a los seis meses murió la muchacha, que se llamaba Andrea, a causa de las defensas bajas y la mala alimentación. Al año murió el esposo, que ya estaba inválido. El niñito lo tiene ahora el gobierno de Santa Clara”.

En cuanto a ese libro, añade Espinosa, “el papel aguanta todo lo que le ponen”. “No he visto el libro, y estoy loca por ver qué dice”.

“El Dr. Jorge Pérez sencillamente miente”, aseguró Estrada, quien considera que el libro de Pérez es un canto al sistema cubano de salud y que ¨sus páginas no reflejan lo que han vivido los cubanos afectados por el VIH/ Sida. Cosas como la marginación y la estigmatización que han sufrido, la pérdida de sus puestos laborales y de estudios, que hubiesen sido obligados a internarse en estos sanatorios, verdaderos centros reclusorios”.

“Es de criticar que este libro niegue cosas que son realmente escalofriantes. Un libro que desconoce que el mayor número de los infectados en Cuba en las cárceles cubanas son por vía de la autoinaculación”.

Qué sucede en las cinco cárceles existentes en Cuba donde más de 400 reclusos viven con VIH/SIDA, qué está pasando con la entrega de los fármacos de los tratamientos antirretrovirales, por qué el instituto que dirige el Dr. Pérez no acepta el ingreso de personas con condenas penitenciarias, propone Estrada que se le pregunte al galeno.

Reclusos como Acosta Rodríguez, recientemente liberado de la Unidad Especial SIDA, en la prisión Kilo 9 en Camagüey asegura que la situación que presentan los reos enfermos "es extremadamente cruel e inhumana", declara el portal sistema de salud en Cuba.

“Los enfermos malviven en completo hacinamiento, sin ventilación y a la merced de la violencia represiva de los militares encargados de su custodia”.

"Estos bárbaros mecanismos de represión y terror constituye la principal causa para que en lo que va de año ya suman 13 los casos de enfermos que han intentado quitarse la vida en esta instalación hospitalaria", agregó Rodríguez.

Además de Espinosa, en la provincia de Villa Clara, varias personas con la enfermedad del VIH están sufriendo desatención y abandono por parte de las autoridades, afirma el activista opositor Jorge Luis García Antunez, que ha seguido muy de cerca el caso de Gladys.

La joven y su hija fueron apoyadas por el Movimiento Femenino por los derechos civiles, y otros activistas, cuyas presiones lograron que se les proporcionara una vivienda, hecho narrado en el blog Ni me callo ni me voy. Pero la vivienda no cuenta con un refrigerador para guardar los medicamentos indispensables para sobrevivir con el VIH, tampoco con un televisor para que la niña de cinco años, que apenas sale al portal por sentirse segregada, tenga una distracción que la haga olvidar por unas horas el estigma de la muerte y la enfermedad.

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