miércoles, 21 de septiembre de 2011

Las dos orillas de Miami




Escrito por Paulino Alfonso Estévez


Lawton, La Habana


21 de setiembre de 2011


(PD) Existe en los EE.UU, principalmente en el estado de La Florida, un sector muy poderoso de exiliados cubanos. Seamos justos, con algunas honrosas incorporaciones posteriores, son los que a mi juicio se les aplica realmente el término.

El odio que siente el castrismo por ellos es tal que estos no pueden ir a Cuba ni a enterrar a sus seres queridos, como le pasó a Celia Cruz, por solo citar un ejemplo.

Este sector se opone feroz y casi siempre afortunadamente -por desgracia para los Castro, no para más nadie- a todo lo que deje desarrollar el virus. A veces con éxitos enormes, como lo hizo el que para mí es el mejor anticastrista: Don Jorge Más Canosa, quien logró tras la muerte de 4 buenos hombres y a golpe de mucho dinero, la aprobación a regañadientes de la Enmienda Helms-Burton, de parte del porno-star y 42º presidente demócrata Mr. Bill Clinton.

Dicha Enmienda no es más que la codificación de todas las leyes que por años se arrancaron a decenas de políticos norteamericanos a cambio de votos en las elecciones. Además, en esta se privó in eternam a cualquier presidente de modificarla o suspenderla, ya que ese poder se traspasó al Congreso de los EE.UU.

El otro sector es el de los inmigrantes económicos, que la prensa amarillista y simplona de Miami insiste en catalogar como exiliados. Comenzó hace 17 años, gracias a los “buenos oficios” y la blandenguería del ya mencionado Mr. Clinton, quien cometió el craso error de conceder mediante unos espurios tratados migratorios a Fidel Casiano este Oscar de reconocimiento político, que al igual que Paul Newman, el dictador había ansiado por décadas.

Estos son los que después de vociferar en el canal 23, viajan a Cuba por la libre, la mayoría de las veces a mostrar a sus pobres y necesitados parientes en las cuarterías de donde salieron un día, las joyas que desempeñaron en Luany’s para el viaje o para hacerse Iyabó o coger la mano de Orula, para luego dedicarse en Tampa, Cancún o Tallahasee, al lucrativo negocio ya que en la Pequeña Habana hay tantos babalaos como caimanes en los Everglades o combatientes anticastristas en el Versailles. Estos son los que se oponen vociferantes a las medidas propuestas por los republicanos, que excepto Ronald Reagan y en los últimos años, La Sra. Representante (R) Ileana Ros Lehtinen, no han representado peligro alguno para los Castro, ni han hecho un aporte significativo a la lucha por la liberación de Cuba.

Hago este largo preámbulo porque últimamente veo con preocupación a varios periodistas de Miami discutir tanto en prensa plana, digital o televisiva, sobre las intenciones del Sr. Representante (R) David Rivera de desvirtuar las “buenas, pero mal dirigidas intenciones” del Sr. Obama en lo referente a los viajes a Cuba.

Como no soy exiliado, emigrante económico ni me dedico a cubrir eventos sociales que no sean otra cosa que la dura realidad que sufre mi pueblo -como hacen algunos cazadores de ambulancia, que restan importancia a la bestial agresión a que fueron sometidos los opositores orientales- y sólo soy periodista opositor en Cuba, sin pedirle permiso a los Castros (en ambas versiones), voy a opinar sobre estas dos orillas de la ciudad de los canales, que gracias a los Castro y al Canal 23, se ha convertido en Ceca y Meca del 95% de los jóvenes de mi sufrida y desgraciada tierra.

A los primeros, les reprocho haber utilizado por más de 3 décadas el dinero de la ayuda norteamericana, en fines políticos locales y en cosas tan trascendentes como viajes al Tibet, abrigos de piel, ropa reciclada o Kool Aid, no en la liberación de la tierra que un día, de grado o no, abandonaron. Hoy por todos los medios tratan de recuperar no la patria sino el dinero. Incluso el Sr. Representante Rivera, que cual chulo de barrio, expresa sentencioso, “mía o de nadie”.

Asi mismo, digo a los vociferantes emigrantes económicos o hijos de Clinton, que ahora apoyan los planes enseñados a Obama por ese genio político llamado Joe Klein, a quien el actual inquilino de la Casa Blanca ha designado “arquitecto” de su politica ¿anticastrista? y que llevan 17 años oficiando de mulas de dólares para pagar solamente las extravagancias “kitsch” de quinceañeras y furiosas televidentes de cuanta telenovela y chismes sobre artistas sacan en Miami. Y que por encima de todo, desean mantener el status quo, ya que al conocer a algunos que somos opositores reales, nos confiesan: “Coño, broder, no me retrato contigo, porque si no, el año que viene no me dan la visa, compréndeme, la cosa por allá esta dura”.

A estas dos orillas, desde la de verdad, les digo: Con o sin Uds., Cuba será libre y soberana, para todos, incluso hasta para los castristas (no así sus verdugos), donde podrán opinar, vivir y viajar todos en, desde o hacia esta, nuestra Patria.

paulino.alfonso @yahoo.com

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