domingo, 24 de febrero de 2013


La quinta extremidad

 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Con el comienzo del período especial en Cuba, o sea, a principios de la década de los 90, los cubanos adquirimos la costumbre de andar siempre con una jaba (bolsa) para cargar lo que se presentara en el camino. En esa época, cuando la gente de la ciudad se vio obligada a ir al campo a cambiar o comprar algún alimento, el uso de la jaba se hizo imprescindible. Estas se hacían de lo que apareciera, ya fuera de las patas de un pantalón viejo, de sacos de yute, o de nylon.
Muchas de aquellas jabas cargaron, dormidos con Benadrilina, los puerquitos que luego se criaban en las bañaderas o patiecitos de los apartamentos habaneros. Otras, fueron confiscadas en el intento, porque una de las dificultades mayores que ha enfrentado siempre el jabero, es burlar a la policía, que tiene un olfato increíble y cuando ve una jaba llena pide carné, registra y decomisa según su criterio, pues cuando se trata de transportar comida no existen reglas definidas de lo que es legal o ilegal.
Pero cuando comenzaron a aparecer las tiendas en divisas, y con ellas, las jabitas de nylon, su uso se generalizó aún más. A estas se les conoce como “chillonas”, porque nada más les pones un dedo encima y ya están rechinando, pero a veces creo que es porque van gritando su contenido a los cuatro vientos, y esto ha frenado un poco a los policías e inspectores ojusos.
Las chillonas pueden ser de diversos colores. Las hay rojas, azules, y blancas. Por ejemplo, Ismael, el vendedor de carne de res, las utiliza rojas. En cierta ocasión le pregunté si no le daba miedo llevar los encargos en esa clase de jaba, y me dijo: “Ya estoy curado de espantos. Además, en la chillona roja la carne se enmascara mejor. Si ando con mucha tapadera, es peor.”
Para burlar la persecución policial en su lucha diaria, el cubano ha puesto a prueba su ingenio. Así, el “Rubio”, un joven que antes de irse del país vendía camarones y langostas, los transportaba también en una chillona, enmascarados con algún libro y un periódico, porque antes, cuando los llevaba en una mochila, la policía lo pescó dos veces.
También en estos días en que la papa llega a buchitos a los mercados agropecuarios, Adela, mi vecina, pudo lanzarse al tumulto de la cola para comprar las diez libras que venden por persona, gracias a que llevaba encima lo que ella llama su “quinta extremidad”. Al preguntarle cuál era, me contestó: “Sí, mi amiga, los cubanos nos dividimos en cabeza, tronco, extremidades y jaba.”

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