LUNES, 28 DE OCTUBRE DE 2013 00:54
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Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana, (PD) El término carne de cañón se refiere a "los militares—normalmente de bajo rango—que se exponen sin miramientos al fuego enemigo a sabiendas de su clara inferioridad, conociendo que se va a producir un número muy alto de muertes".
También "a las personas, normalmente de una baja posición social, a las que se expone sin miramientos a sufrir cualquier clase de daño, incluso la muerte".
Esto último fue precisamente lo que ocurrió en Granada, una pequeña isla del Caribe, hace treinta años, cuando un golpista con inclinaciones marxistas-leninistas le quitó las palas y los picos a los supuestos constructores cubanos, y los armó con fusiles-ametralladoras para que combatieran al invasor norteamericano.
Era imposible para esos albañiles, aunque fueran soldados expertos, hacerle frente a la 820 División Aerotransportada, a dos batallones de tropas especiales, a un equipo de comando de la marina, más otras tropas.
Era una crónica de muerte anunciada. Pero se abría la posibilidad de enfrentar a los yanquis en el campo de batalla. No se podía dejar pasar una oportunidad así. Demostrarle al mundo que "no le teníamos absolutamente ningún miedo al imperialismo" era la estrategia suprema. No importaba cuántos tuvieran que morir para probarlo. Mientras más, mejor.
Sin embargo, pocos murieron ese día para poder catalogar aquella resistencia como heroica. De 700 cubanos, sólo 25 murieron en la pelea. Demasiados se rindieron a los yanquis. Y para colmo, el jefe de la misión, el coronel Pedro Tortoló, el primero que debía inmolarse, salió con el rabo entre las piernas a refugiarse en la embajada soviética, pretextando proteger secretos de Estado, y dejando en el campo de batalla a los muertos, heridos, y prisioneros.
Granada fue quizás la primera gran derrota del imperialismo soviético en América.
Desde el mismo momento en que dejamos de ser satélites y marionetas de los soviéticos, también cesó la estrategia diabólica de inmiscuirnos en lejanas guerras pagadas con rublos, y en cuanto conflicto regional se generara con tufo a marxismo-leninismo.
Dejamos entonces de poner nuestra carne de cañón para solucionar guerras ajenas, pagadas con dinero extranjero. No obstante, persistieron en la idea de seguir llamándolas "ayuda internacionalista", insultando así la inteligencia de todo un pueblo, como lo hicieron en aquella terrible crisis económica que apodaron "Periodo Especial", como lo hacen en el presente cuando llaman "disponible" a un vulgar desempleado, o "reforma económica" al derecho de los cubanos de vender churros o croquetas en cualquier plaza o esquina.
Para Cuba actualidad: ajuliocesar68@gmail.com
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