viernes, 8 de noviembre de 2013

Las carencias pueden hacer desaparecer las costumbres

Aimée Cabrera
cementerioCuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) Hasta hace poco, la mayoría de los cubanos, por muy humildes que fueran, no dejaban de ponerle flores a sus muertos, ya sea al pie de la foto del difunto en algún ángulo del hogar, o en el cementerio, tuvieran bóvedas o no.
Pero las carencias pueden hacer desaparecer las costumbres.

Ahora que en el Cementerio de Colón hay un cuerpo de guardias de seguridad y se acometen obras de restauración que contemplan además la capilla o iglesia, los robos continúan. Personas sin escrúpulos sobornan a parte de ese personal para que les permita llevar a cabo sus fechorías con impunidad.
En una zona poco frecuentada del camposanto se observa como por uno de los lados una bóveda ha sido perforada y solo se ve un ataúd vacío y restos de basura amontonada. No se precisa si los pedazos de tela que se ven en el suelo pertenecieron al difunto sepultado unos años atrás. Acercarse es deprimente.
La mayoría de las bóvedas tienen sus recipientes destinados a las flores boca abajo o vacíos. En otras, los familiares que las visitan con cierta frecuencia prefieren poner flores silvestres, cactus, semicactus o plantas con espinas, para recordarles a los irrespetuosos que pueden pasar un mal rato.
Vuelven los recordatorios con fotos y, llama la atención las fechas de nacimiento y fallecimiento de jóvenes que ya no están físicamente, cuyos rostros mostraban lozanía. Estremece al que lee el sentir de sus seres queridos.
Salteadas, se pueden aprecian las feas coronas florales que avisan los recientes entierros.
La capilla continúa con su misión, pero para pasar a ella hay que utilizar las puertas laterales, porque las otras están cerradas. Los carpinteros utilizan parte del portal para laborar con comodidad.
Hay muchos que van a la Necrópolis de Colón, solo a saldar sus promesas con "La Milagrosa". O a pedirle su favor.
Una cifra considerable de turistas visita el cementerio y queda impresionado con ciertas bóvedas familiares o de instituciones que son verdaderas joyas de la arquitectura. Los guías hablan sin parar y los extranjeros desandan a su antojo el área para obtener las instantáneas deseadas.
Cerca de la capilla, una bóveda cercana a la acera muestra algo indescriptible que no se sabe si fue una cabeza que trataron de sacar por el hueco donde deben reposar cuerpos o, si alguien tiró un animal muerto, o parte de él, precisamente donde se observa el hueco de otra sepultura, ubicada en un lugar muy frecuentado, en el que debe haber al menos, higiene.
Unos entran y otros salen, sabrá Dios con qué intenciones. Por eso, los que respetan y veneran a sus muertos optan por tomar la mayor cantidad de precauciones.
Las carencias no encajan con las tradiciones: amenazan con borrarlas. También en el cementerio.
Para Cuba actualidadaimeecabcu2003@yahoo.es
Foto: Aimee Cabrera

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