martes, 24 de diciembre de 2013

El peor lugar del mundo

Paulino Alfonso Estévez
Cuba actualidad, Lawton, La Habana, (PD) En Cuba no pasa un día que el gobierno no haga convocatorias para atraer inversionistas, sean estos de Nepal, Tombuctú o Mongolia Exterior. A ese fin el régimen hace tantas promesas como Yahvé a Moisés, más huríes que Mahoma a los kamikazes y más gloria en el cielo que el Papa de Roma a sus conversos.
 El régimen ha editado un Manual de la Zona de Desarrollo Económico que solo se necesitan 600 neuronas en funcionamiento para entender que esta oportunidad de invertir dinero es algo mejor que la zona amurallada de Kaesong.
No voy a relatar la salmodia con que los personeros del castrismo recitan a cuanto bobito cae en el papel atrapa moscas. Entre las ventajas que se enumeran están, expatriar el capital ganado a cualquier parte del mundo, un régimen tributario más benigno que el de Andorra, un usufructo que puede llegar a 99 años, etc., etc., etc.
Para estos caballeros, tengo una historia, que siguiendo la fórmula de Stephen King, tiene un poco de horror, misterio y porno. Pasemos a ella.
Hace bastante tiempo, a no menos de 300 inversionistas se les prometió lo anterior, pero muchos cayeron bajo el sable de la justicia castrista, acusados del pecado original: la corrupción.
Para eliminarla, el sucesor de Fidel, Raúl Castro, emprendió una campaña contra la corrupción, a la que culpa de minar sus desvelos por implantar reformas de mercado y designó a su hijo Alejandro, su principal asesor de seguridad, para supervisar y cumplir esta.
Algunos de los mayores escándalos que salieron a relucir curiosamente tuvieron que ver con socios industriales del retirado Fidel. Se arrestaron desde miembros del Politburó hasta ministros de las telecomunicaciones, la aviación, el níquel, el tabaco y la construcción, sin contar los arrestos de multitud de funcionarios del gobierno.
Con esto, el régimen descendió cinco escaños de los 177 del ranking internacional de corrupción, logrando así situarse en el 63, empatada con Arabia Saudita, pero bastante lejos de su principal socio, Venezuela, quien ocupa el 160.
La corrupción vive en Cuba como un problema del castrismo, atrapado entre una economía stalinista y las "reformas", de forma que es difícil saber si este fue debido a cambios reales o a un ejercicio de relaciones públicas de los Castro para maquillar a esa vieja dama indigna mal llamada revolución.
Por lo pronto, la acusación de corrupción solo ha sido aplicada masivamente a los trabajadores que roban del gobierno para compensar sus paupérrimos ingresos de 69 centavos diarios y en menor escala a funcionarios que manejan contratos multimillonarios, pero apenas ganan 1.34 dólares diarios, igual al jornal que se gana en Haití.
Por lo mismo, que preparen el pocket money para engrasar sus gestiones, pero mucho cuidado, porque pueden caer en el pecado original: la corrupción.
Para reafirmarles esto, basten dos declaraciones de primera mano desde Cuba.
Un diplomáticos yanqui informó que Cuba estaba "plagada de prácticas corruptas hasta el nivel de los asesores más cercanos a los Castro".
Un empresario suizo dijo que en Cuba, "un contrato por millones de dólares le produce a cualquiera de estos miembros de la nomenklatura $100,000 en el banco".
El final de esta historia puede representar para algunos de Uds. un peligro tan real como el calentamiento global, y este no es otro que la cárcel, no como la conocen ustedes en sus respectivos países, sino mucho más brutal que la peor de sus pesadillas.
Como ejemplo de esto, solo citaré algunos casos que fueron revelados por el régimen, como el arrepentido británico Stephen Purvis, el canadienses Sarkis Yacoubian, condenado en junio a nueve años de cárcel por corrupción y su primo y asociado de negocios, el libanés Bayassalian, junto a varios funcionarios cubanos sentenciados a cuatro años de cárcel, así como otro canadiense, Cy Tokmakjian, arrestado en el 2011, aun sin juicio y el panameño Nessim Abadi, además de más de un centenar de franceses, españoles, belgas israelíes y hasta coreanos (por supuesto, del Sur) .
Por suerte para el régimen, muchos aceptaron la oferta irresistible del régimen de renunciar a todas sus inversiones, incluyendo efectivos, con tal de salir de Cuba. Los que aún creen en la Biblia o el Corán fueron ingresados en la cárcel de La Condesa, y ahí deberán esperar hasta el Día del Juicio Final.
Increíblemente, entre todo este entourage de delincuentes, no hay siquiera un ruso o un chino. ¿Será por casualidad o por solidaridad?
Así que ya saben, aspirantes al patíbulo, después no aleguen plañideramente, como otros extranjeros, que nadie se lo dijo y descubran tardíamente que Cuba es el peor lugar del mundo para hacer negocios.
Para Cuba actualidad: paulino.alfonso@gmail.com

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