jueves, 16 de julio de 2009
El hambre empuja hacia la disidencia
Los detractores del régimen
Jorge Casanova
Los descontentos con el Gobierno castrista aluden a la falta de oportunidades y al férreo control para justificar sus ideas.
Media tarde en una ciudad cubana atrofiada por la cercanía de la capital y el crecimiento turístico de una zona colindante. Decadencia en la decadencia. Un hombre que parece cualquier cosa menos un jinetero me hace la pregunta clásica de los buscavidas: «¿De dónde es usted?». Digo la verdad y mi ocasional contertulio me cuenta algunas cosas sin valor sobre la ciudad antes de preguntarme sobre la opinión que en España tenemos sobre Cuba. Me está sondeando, pero uso las ambigüedades justas; está claro que no soy un revolucionario.
Así que el hombre, que frisa los cincuenta, se va soltando. Y me cuenta la teoría de la foca. Según dice, recientes investigaciones demuestran que los cubanos no descienden del mono, sino de las focas porque a cada promesa de su Gobierno no aplican la reflexión, sino el aplauso. Disidencia con humor.
«¿Conoce usted algún país normal donde un dirigente ceda a su hermano todo el poder como si se tratara de una herencia personal?» Buena pregunta. Le replico con la educación obligatoria y la sanidad gratuita, y él expone que los cubanos apenas pueden probar la carne de ternera (precios prohibitivos) o que los niños solo reciben leche hasta los siete años.
Cada logro revolucionario que yo apunto es contestado con otros contralogros descorazonadores. «Nosotros queremos un cambio pacifico, sin violencia», afirma mientras me enseña algunas tarjetas que ha ido recopilando, entre ellas la de una catalana parlamentaria en Bruselas, y me cita una serie de siglas de asociaciones de disidentes.
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