miércoles, 21 de octubre de 2009
EL QUE TRABAJA NO COME
Francisco Chaviano González
El viejo dogma comunista “el que no trabaja no come”, está siendo aniquilado por iniciativa de la vieja guardia del régimen totalitario cubano.
El manido carril de justificaciones utilizado para instalar el sistema de privilegios, imposiciones y represiones a los más elementales derechos humanos, está a punto de ser revertido; pero no para bien. El gobierno cubano que preside, cuando menos oficialmente, Raúl Castro; está cerrando los comedores obreros.
Nuestros gobernantes, presionados por las dos grandes crisis: la global capitalista y la del desastre provocado por la ineficiencia comunista; han decidido ahorrarse varios millones de dólares eliminando el expendio subsidiado de alimentos en los centros de trabajo. Hace ya años que se eliminó la merienda en centros escolares y laborales, ahora se está aplicando una disposición que clausura los comedores obreros donde se podía adquirir una ración de alimentos previo abono de un peso tradicional.
En este mes de octubre, provisionalmente en cuatro ministerios, pero con la seguridad de que se extenderá al resto de la estructura, en lugar de la referida ración a cambio de un peso; se le entregará $15 por jornada, para que cada quien se busque el alimento como pueda. En la actualidad una ración de comida en un “Paladar” cuentapropista cuesta $50 pesos, una cajita $25; un pan con jamón y queso, más un refresco, unos $30. Por otro lado llevar el alimento preparado desde la casa no cuesta menos, sin contar el trabajo que esto implica y el riesgo de echarse a perder.
Otra cosa a tener presente es que alrededor de la mitad de los salarios actuales están por debajo de esa cifra de $15 el día. Con esto, queda al desnudo un reconocimiento tácito de que no se le paga un salario decoroso al trabajador. La suma de lo que se da en llamar salario medio (unos $17 dólares), más el citado pago para almorzar ($14 dólares por mes), están muy distante de lo necesario para adquirir la alimentación que recibía un esclavo del siglo XIX en este país. Si a esto se suma la perdida de las libertades públicas que padecemos, así como el irrespeto a la persona humana y a sus más elementales derechos; entonces se ha cumplido la sentencia de Herbert Spencer, refrendada por José Martí según la cual: “El socialismo es la esclavitud del futuro” (Obras Completas, Europa).
Pero el problema es mucho más grave todavía. Primero porque la infraestructura que existe y se utiliza para brindar ese servicio, se desperdiciará. Esto ocurrirá porque el comunismo adolece de la capacidad del capitalista para este tipo de cambio de funciones: aquellos venderían las instalaciones con todos sus equipos; estos le darán un uso sin sentido a los locales y los equipos se oxidarán. Por otro lado estaría el personal utilizado en esta faena, para el cual se abren dos posibilidades: los reubican pasando a inflar las plantillas ya abultadas o quedan desempleados (esta última la mejor opción).
Si el ahorro que el gobierno ha calculado, está basado fundamentalmente en dejar de adquirir miles de toneladas de granos, cárnico y otros alimentos, como se infiere de los planteamientos al respecto; se desatará una crisis de hambre. Sería una irresponsabilidad muy grande tal medida, pues con ella desaparecerá físicamente los referidos alimentos de las mesas de la población.
Este desabastecimiento drástico de alimentos, unido a la pérdida de infraestructura de elaboración; promoverá un aumento cuantioso de la demanda de ambos para sustituir esa falta de provisión a los consumidores. Como consecuencia, los precios de los mismos se dispararán en busca del equilibrio natural de oferta y demanda. Ocurrirá una redistribución que limitará el acceso a los más solventes y reducirá drásticamente la posibilidad para los menos favorecidos.
Esta aguda crisis alimentaria, estará contenida casi en solitario, por la magra ración distribuida a través de la cartilla o libreta de racionamiento. Si esta última la llegan a quitar también como ya se dice con frecuencia, el desastre será incalculable.
Cuba tiene el salario más bajo de América y a la vez, los precios más altos al consumidor con un impuesto al valor agregado (IVA) de 240 %. El gobierno cubano es mucho más abusador que cualquier capitalista del continente, los precios que nos imponen, son superiores en ese mismo citado por ciento, al de los países del área del caribe. El pueblo cubano, incapaz de protestar por el miedo que le domina, trata de escapar acudiendo a la inmoralidad y el robo. Somos los más pobres, pero con la miseria mejor administrada a través de la libreta, los comedores obreros y otros. Si ahora los van a quitar, cuando menos deben tener el decoro de pagarnos al igual que a los trabajadores haitianos.
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