sábado, 27 de febrero de 2010

El placer de los chacales

Escrito por WebMidia

Cuando muere un hombre después de ser torturado, vilipendiado, humillado y obligado a pasar 86 días de huelga de hambre para protestar por la dictadura cubana, el mundo entero se llena de luto, mientras los chacales de Cuba y sus amigos de afuera se regocijan.

Ver morir a un enemigo político poco a poco, asistir con deleite a la expiración del último aliento es un sentimiento de inmenso gozo para sus captores. Freud diría que los verdugos sienten un placer que va más allá de causar dolor. “Lo que se goza… no es el dolor mismo, sino la excitación sexual concomitante, cosa especialmente placentera para el sádico”, dijo el creador del sicoanálisis.

El caso del cubano Orlando Zapata, preso de conciencia en Cuba, es la muestra fehaciente de la diferencia entre dos concepciones del mundo y de la vida: la demócrata y la totalitaria. Jamás en la historia de la humanidad hay un solo caso, en algún país democrático, donde se haya asesinado tan pérfidamente a una persona como lo hicieron los esbirros Castro a Orlando Zapata. Nunca hemos presenciado, ni siquiera en el Apartheid, que los carceleros de Nelson Mandela u otro luchador por la libertad, los hayan sometido a tan semejante ultraje. En cambio, en las dictaduras totalitarias fascistas y comunistas, como la cubana y las que quieren imponer Chávez y sus aliados en América Latina, ése va a ser el patrón de la disidencia.

El eufemístico socialismo del siglo XXI, que a veces genera risas por el desparpajo grotesco de los bufones que lo promueven, no es cosa de carcajadas. Es un proyecto de sicópatas con poder cuya visión del mundo es dar rienda suelta a sus aberraciones sin que nadie se los impida. Orlando Zapata no era un oligarca cubano, no era un violador de menores, no era ladrón o asesino, era un negro humilde, nacido durante la revolución y educado por ella, pero no podía soportar lo que veía a su alrededor: la injusticia y la opresión, el derroche y la buena vida de los dirigentes del Partido Comunista. Sus privilegios e impunidades, pero sobre todo, su desprecio por el pueblo.

Raúl Castro, heredero del poder en Cuba, ha demostrado su insensibilidad al declarar sobre este asesinato que “No existen torturados, no hubo torturados, no hubo ejecución. Eso sucede en la base de Guantánamo”. El monarca absoluto de Cuba pudo tener el pudor de callar ante semejante crimen, pero para muchos cubanos está fresco el recuerdo del cinismo homicida del actual gobernante cubano.

Corría el año de 1957 y Fidel Castro había sido entrevistado en la Sierra Maestra por el columnista del New York Times, Herbert L. Matthews, quien le expresó la preocupación de la opinión pública por el derramamiento de sangre en los paredones de fusilamiento. Fidel percibió que necesitaba hacerle creer a la comunidad internacional que la revolución era humanista, pero la práctica de los ajusticiamientos siguió en los meses y año siguiente, especialmente en el Segundo Frente Frank País que comandaba su hermano Raúl.

Fidel envió un mensajero: Dile a Raúl que no conviene que esté derramando tanta sangre porque puede afectar nuestra imagen ahora que estamos ganando. Raúl le contestó: Dile a Fidel que no va haber más charcos de sangre, porque de ahora en adelante no los voy a fusilar, los voy a ahorcar.

Donald Castillo R, profesor universitario

La Prensa, Nicaragua

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