viernes, 26 de marzo de 2010
DE LA GLORIA AL FRACASO
Por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, (PD) Dentro de una celda, el tiempo usa botas de plomo. Esa lentitud amplifica el círculo de las fatalidades que se desprenden de las paredes húmedas, el chillido de las ratas en la madrugada, las nubes de mosquitos que llegan con el crepúsculo, la retórica amenazante del carcelero y el choque de las pestilencias provenientes del hueco en el piso que sirve de inodoro y las que parten de una comida con indiscutibles signos de putrefacción.
Estar a merced de esas caricias del infierno durante 7 años y conservar la razón, podría considerarse una utopía; sin embargo, hay evidencias de que es posible sobrevivir en ese contexto sin doblar la cerviz, ni perder las reservas éticas y morales guardadas en un sitio no revelado de la conciencia.
Este 18 de marzo se cumplieron 7 aniversarios del arresto y posterior condena de 75 personas implicadas en la lucha por reivindicaciones políticas, económicas, sociales y cívicas que se contraponen al estalinismo oficial.
El abuso sistemático ejercido durante tanto tiempo ha traído sus devastaciones físicas. Al menos 25 de los 54 que quedan tras las rejas, presentan un considerable deterioro en su salud, de acuerdo a un informe realizado por la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional que dirige el conocido disidente Elizardo Sánchez Santacruz.
En años anteriores el régimen ha liberado a otros por presuntas razones humanitarias, pero un análisis objetivo arroja que los gestos responden más a razones de pura conveniencia que a una espontánea acción compasiva.
Los hechos subrayan que no son equivocadas tales percepciones. La reciente muerte en la cárcel del preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo a causa de una prolongada huelga de hambre como protesta a las golpizas y las infrahumanas condiciones, es una prueba del carácter criminal que caracteriza al sistema penitenciario cubano, sobre todo cuando se trata de personas recluidas por manifestar sus divergencias con las fundamentos del poder absoluto.
El uso de un lenguaje abiertamente confrontacional, acompañado de acciones que se equiparan a las usadas por el nazismo contra sus adversarios dentro de sus fronteras, sigue siendo la línea matriz de la estrategia gubernamental.
Los azotes mediáticos, el acto de repudio y el encarcelamiento siguen entre el arsenal de quienes no aceptan la convivencia con la pluralidad política, las libertades económicas y todo cuanto establecen los manuales que abordan el tema de la democracia y el Estado de Derecho.
Disentir a cara descubierta en Cuba, es una decisión de pocos. El miedo ha hecho que la mayoría prefiera callar, desdoblarse en “aguerridos defensores del socialismo”, destilar sus inconformidades en la intimidad del hogar o entre amistades probadamente confiables.
Es lógico que así sea, en un ambiente en que la impunidad del opresor y la indefensión de sus víctimas, revelan un escenario que se ha reforzado en el transcurso de un gobierno que suma más de 5 décadas en el poder.
No obstante, el temor de la ciudadanía va disolviéndose entre la paulatina decadencia de un sistema entrampado en sus errores y caprichos. Es un proceso discreto, pausado, pero inexorable. La dictadura, en sus desvaríos, persiste en hallar la fórmula de la eternidad. No advierte que está a pocos metros del basurero de la historia.
No importa que sea desde una galera rodeado de presos comunes de alta peligrosidad o en una celda oscura y hedionda. Todos los presos políticos y de conciencia observan los pormenores de la catástrofe, y celebran con antelación el advenimiento de una democracia sobre las ruinas de una revolución que en su ciega carrera tras la gloria, llega exhausta y andrajosa, al lugar donde único puede celebrar su triunfo: el descrédito.
oliverajorge75@yahoo.com
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