viernes, 26 de marzo de 2010
Primero la tiranía; después el racismo
Sociedad/ Familia gobernante con vocación de rancheadores
Cubamatinal/ Felipe Pérez Roque, Carlos Lage Dávila, Fernando Remírez y otros recientes defenestrados, sufren en la intimidad de sus hogares, el castigo ‘ejemplar’ representado por la pérdida de la ‘miel del poder’. Mientras, Juan Carlos Robinson debe pasar 12 años en las cárceles cubanas a partir del ‘inmoral’ tráfico de influencias que se le atribuyó y por el que fue severamente castigado.
Por Juan González Febles
La Habana, 25 de marzo /PD/ Los terroristas salvadoreños confesos y convictos en Cuba por los atentados con bombas a hoteles de hace algunos años, vegetan en alguna cómoda prisión para extranjeros. Por supuesto que hubo al menos una víctima fatal en estos menesteres. Pero curiosamente, el régimen de la segunda alternativa no les mató. Los apóstoles geriátricos de la muerte decidieron mostrar el rostro si no de la misericordia, al menos el de la dudosa tolerancia. No mataron esa vez.
Tres infelices jóvenes negros habaneros, fueron supliciados en el paredón castrista en 2003. La explicación oficial fue algo así como si el monstruo horrendo, que mal llaman revolución, estuviera en peligro. Para hacer frente a tan terrible contingencia, decidieron inmolar tres víctimas que incidentalmente, eran negros.
Entre los honrosos miembros del Grupo de los 75 beneficiados con licencias extra penales, no se cuenta un solo negro. Esto es evidentemente racismo, o al menos lo parece. Pero no es preocupante a una escala social. Se trata de un fenómeno micro localizado en el grupúsculo que incidentalmente retiene férreamente en sus manos todo el poder político, económico y militar de la nación cubana.
Tanto Fidel y Raúl Castro, como el resto de los ancianos holguineros que detentan altas posiciones en la cúpula militar y política del régimen, han demostrado con la elocuencia muda de los hechos, ser racistas redomados. Por ello, mantener a un negro (no más de uno) en las altas esferas, establece la excepción que confirma una regla.
El negro que por antonomasia ocupó, mientras vivió, un espacio de poder y privilegio en la élite, fue el fallecido Comandante de la Revolución, Juan Almeida Bosque. Le sucedió el Sr. Esteban Lazo. Este último aporta una intensidad pigmentaria muy acentuada, aunque con el lastre cierto de serias limitaciones intelectuales. Tales limitaciones confirman una necesidad política imperativa de mantenerle en estos espacios contra toda lógica.
Afortunadamente para Cuba, esto no tiene una alta incidencia en una población en que gana espacio la tolerancia y la convivencia armónica de todas las razas y que por otra parte, les rechaza (al régimen) un poco más cada día.
Las prioridades actuales de Cuba están dadas en salir de la tiranía y después, con libertad y sabrosura, resolver la cuestión racial residual. Esto se hará con leyes y con el rigor de un estado de derecho. Con educación y como dijera el eminente Fernando Ortiz, con ‘ciencia, conciencia y paciencia’.
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