viernes, 26 de marzo de 2010
Un nuevo atropello en medio del silencio de los corderos »El Zapatagate(II)
Internacionales/ El hundimiento del Moratanic
Cubamatinal/ Luego del gobierno de los populares, el ascenso al poder del socialismo obrero español, trajo consigo varias negaciones, entre ellas la política exterior. El flamante canciller, Miguel Moratinos, un arabista reconocido, decidió cambiar la política de presiones al gobierno militar, por la de ceder ante él, para intentar convertirse en espacio de “negociación”.
Por Julio Antonio Aleaga Pesant
La Habana, 25 de marzo /PD/ Esa política hacia Cuba fue denunciada desde 2004 por las fuerzas democráticas por cuatro consideraciones concretas. Sacrificó las exigencias sobre el tema de los derechos humanos. Impugnó la política del principal aliado de los reformistas, los Estados Unidos. Rechazó recibir públicamente a los líderes del cambio. Atacó desde el interior de la Unión Europea, las sanciones aplicadas luego de la ola represiva de la primavera del 2003.
Por mucha alerta sobre el tema, su respuesta fue siempre escuchar el monólogo del bunker. El último eslabón de esa estrategia de concesiones era destruir la Posición Común, levantada por Europa desde 1996, cuando la monarquía lanzó otra ola represiva contra las fuerzas democráticas reunidas a través de Consenso Cubano y derribó dos avionetas civiles que volaban con fines humanitarios.
La estrategia del canciller Moratinos aisló al Embajador Carlos Alonso, un ex comunista, que fue maltratado por el gobierno y rechazado por la oposición, hasta que reingresó al edificio de la calle Zulueta, Carlos Pérez-Desoy, un diplomático de carrera y cubanólogo, según el diario El Mundo. Pérez-Desoy sirvió previamente como Cónsul en la isla y se encargó de recomponer las relaciones con la oposición. Sin embargo, no logró los mismos progresos con el gobierno, que se mantuvo intransigente y cada vez pedía mas concesiones.
La falta de avances en la “arquitectura moratina”, provocó conflictos hacia el interior de España, dentro del mismo partido de gobierno y discusiones en el parlamento, saldados con mentiras, medias verdades y omisiones por un Canciller aislado en su política. A todo lo anterior se sumó en marzo de 2009, la destitución en la Habana de los zares de la política exterior, Fernando Remires, Carlos Lage y Felipe Pérez, la del espía Conrado Hernández, y la expulsión de los funcionarios de Centro Nacional de Investigación, lo que dejó a la cancillería española sin interlocutores, ojos ni oídos en el gobierno.
La muerte de Orlando Zapata, la represión sobre las Damas de Blanco durante las actividades de recordación de la Primavera Negra, más la intransigencia del gobierno militar con la huelga de hambre de Guillermo Fariñas, acabaron de debilitar la posición del canciller, cuestionado por los medios de comunicación, la oposición política y los grupos cívicos y de defensa de los derechos humanos ibéricos.
En un último intento en medio de la crisis, Moratinos envió al más experimentado de sus negociadores, Carlos Pérez-Desoy (conocido de Fariñas), a Santa Clara para encontrar alguna salida. Si obtenía la declinación del huelguista y el destierro de algunos presos políticos, su posición se sostendría hasta el mes de junio, momento de la discusión de la Posición Común Europea.
Sin embargo, la desconfianza hacia el ejecutivo español cultivada durante seis largos años de desplantes, omisiones y rechazos, mas la fortaleza de Fariñas, además de la reconocida falta de voluntad negociadora de la monarquía socialista, echaron por tierra el último intento por evitar el hundimiento en las frías aguas del rechazo internacional, el sacrificio de la exigencia sobre los derechos humanos en Cuba, de la política de Miguel Moratinos.
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