viernes, 30 de abril de 2010

Por Carlos Ríos Otero

Santos Suárez, La Habana, abril 29 de 2010 (PD) “Seguiré siendo fiel a Fidel, jefe de la revolución y a nuestro general de ejército Raúl Castro. Siento una profunda emoción al terminar una etapa en la que he dedicado casi medio siglo de mi vida”. Afirmó que si algún mérito ostentó, fue debido a sus 17 años al frente de la Fiscalía General de la República.

Así fue el discurso de despedida del general de brigada Juan Escalona Reguera, en la toma de posesión del nuevo Fiscal General de la República, el general de brigada Darío Delgado Cura. Escalona estuvo casi dos décadas en el cargo. La juramentación del nuevo Fiscal General, que por primera vez trasciende públicamente, se realizó el pasado 16 de abril, en el aniversario 49 de la proclamación del carácter socialista del régimen.

Escalona es uno de los colaboradores más eficiente de los Castro. Se inició en el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en su ciudad natal Santiago de Cuba en los años 50. Como abogado, defendió a saboteadores del M-26-7. Miembro del Partido Socialista Popular, se integra en 1958 al II Frente “Frank País” de la guerrilla en la Sierra Cristal que comanda Raúl Castro. Como auditor termina la guerra civil con grados de capitán y entra triunfante en Santiago de Cuba el primero de enero de 1959.

Escalona, formó el tribunal militar de esa ciudad, junto a Carlos Amat y el comandante Manuel (Barba Roja) Piñeiro, presidente del tribunal que “juzgó” y sancionó a 71 oficiales del régimen de Batista. Fueron fusilados el once enero de 1959. El fiscal fue el comandante Jorge “Papito” Serguera. La vista en el teatro de oficiales del Regimiento Maceo, constituyó un proceso rápido, furioso y sangriento. Los fusilados fueron enterrados en una fosa común en las afueras de Santiago de Cuba.

Después de aquel juicio sumarísimo que en una noche condenó y despachó al otro mundo a 71 oficiales acusados de imponer la Ley de Fuga contra los revolucionarios, Escalona fue designado presidente del Tribunal Revolucionario de Oriente Sur (Baracoa, Bayamo, Manzanillo y Santiago de Cuba). Durante el resto de 1959, continuaron los juicios ejemplarizantes contra los Tigres de Masferrer y oficiales y funcionarios del régimen batistiano. Che Guevara despachaba sumariamente en la Fortaleza la Cabaña, en La Habana, con el mismo estilo sangriento del Tribunal de Oriente Sur.


Escalona fue el enlace y jefe del Puesto de Mando del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) con el Comandante en Jefe en la Guerra de Angola (1975-1989) que dejó varios millares de bajas cubanas, un millón de angolanos muertos o mutilados y un país devastado con un tercio de su población en éxodo.

Escalona viajó con Fidel Castro a la ONU y la URSS, fue amigo personal de Ernesto “Che” Guevara, pero fue relegado a la Isla de Pinos por su afición a las bebidas alcohólicas, los paseos en yate y las putas. Su paso por la Asamblea Nacional fue precario de 1990 al 1992. Su extremismo y exigencia para con los funcionarios de la Asamblea provocaron su entierro como “Legislador” mayor, al ser emplazado por su tendencia a una vida aburguesada.

Sin embargo, su evento cumbre como revolucionario castrista fue ser el Fiscal de la Causa 1 de 1989 Vs. Narcotráfico, en la que juzgó a altos oficiales del MINFAR y del Ministerio del Interior (MININT). El fiscal convirtió la causa en TRAICIÓN A LA PATRIA. Fueron condenados a la muerte los generales Arnaldo Ochoa, del MINFAR, Antonio de la Guardia, del MININT, y sus respectivos ayudantes.

El general Juan Escalona, fue “brillante”, convirtió a los acusados en “traidores a la revolución y en primer orden a Fidel y Raúl”. “Y, es por eso que no queda lugar a dudas que Uds. son unos traidores y como tal merecen ser fusilados”, agregó. Cuando la defensa sugirió como atenuante que Ochoa se incorporó desde muy joven a la lucha revolucionaria, el fiscal arremetió y dijo: “En los casos de Ochoa sirve de agravante, además el acusado llevaba una vida apacible, dulce y libidinosa”.

La opinión pública valoró aquello como una pantomima de juicio. Nadie entendió el secretismo de los encartados cuando generaban sus tácticas desde el propio aparato oficial “para romper el bloqueo yanki”, pero los cuatros oficiales fueron ejecutados el 13 de julio de 1989.

Entonces se inició la Causa # 2 contra el Ministro del Interior (MININT), el general de división José Abrahantes, acusado de “no informar” a los jefes del régimen de tales manejos. Varios meses después, ya en la cárcel, misteriosamente Abrahantes murió de un infarto fulminante en el miocardio.

“Hoy no termino, simplemente cambio de funciones en las que seguiré actuando con el espíritu de un soldado de la revolución”, dijo Escalona en su discurso de despedida.

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