viernes, 30 de abril de 2010
REPRESIÓN CAMINO A LA NADA
Por Luis Felipe Rojas Rosabal
San Germán, Holguín, 29 de abril de 2010, (PD) ¿Dónde estábamos?, es la pregunta eternizada en un libro de la filósofa judío-alemana Anna Arendt, al analizar la cuestión moral respondiendo al holocausto. La Harentd se pregunta 1000 veces después de escribir un libro prodigioso como "Los orígenes del totalitarismo".
Lo anterior viene a cuento porque vuelven los actos de repudio, esas sesiones de odio colectivo que el poder “revolucionario” practica contra sus opositores. Golpizas en plena vía pública, apedreamiento de viviendas, movilización de ciudadanos para impedir las pacificas reuniones y actividades de los opositores, así como arrestos arbitrarios, son las medidas más prácticas para detener una oposición cada vez más visible.
"Una militar me gritaba ¡Viva Fidel! y yo respondía ¡Abajo Fidel! Me lanzó un piñazo a la boca. Me partió los labios. El oficial llamado Bambino me empujó dentro del carro y me golpeó en las costillas del lado izquierdo. Cuando cerraron el carro estábamos unos encima de los otros, yo comencé a asfixiarme". Nos dice Caridad Caballero Batista, periodista independiente holguinera que en el mes de febrero participó en una manifestación pacífica por las calles de Camagüey que pedía la excarcelación de Orlando Zapata Tamayo, fallecido días después en huelga de hambre.
Para Marta Díaz Rondón, opositora en el municipio Banes, los actos de repudio son algo cotidiano. Mientras la propaganda gubernamental gasta ríos de tinta para justificar la violencia contra los opositores. La casa de Díaz Rondón es asediada por turbas “revolucionarias” que pintan el frente de su casa con consignas. Ella también fue golpeada salvajemente a mediados de febrero en Camagüey. En otra oportunidad, a inicios de abril, cuando pretendía asistir a una misa en la iglesia católica de su localidad, fue secuestrada y su esposo fue lesionado por las turbas.
En Guantánamo, Santiago de Cuba y Bayamo son frecuentes los cordones policiales alrededor de las casas de opositores, como relató José Antonio Triguero, del ilegal Partido Liberal de Cuba en San Germán: "La última vez entraron (las turbas) hasta el portal y arrebataron un lazo negro de la columna en memoria de Zapata. Estuvimos cuatro días sin poder salir, so pena de ser detenidos”.
Eso se hace con total impunidad. Lejos parecían estar las vejaciones ocurridas en Cuba, cuando abrieron el puerto del Mariel en 1980 o incluso el año 1994, cuando la isla estuvo al borde de un caos social. Pero luego fueron repitiéndose aisladamente hasta formar un compendio de amargura para las familias que sufren tales actos.
La represión como espejo. Es lo que piensan muchos. Las medidas de intimidación, los allanamientos de morada y las condenas injustificadas son más para amedrentar a quienes deseen sumarse la resistencia pacífica que para quienes ya transitan en ese camino espinoso que supone y muestra la cárcel, las golpizas e incluso la muerte.
Un técnico en comunicaciones y ex empleado de la telefónica Etecsa, es Raudel Avila Losada, quien en Palma Soriano sobrevive a duras penas, mientras se ha convertido un constante velador sobre las violaciones de los derechos humanos. Raudel afirma que medidas como el desempleo y la defenestración pública por motivos de opinión "son armas bien pensadas por los estrategas de la seguridad interna, eso es contra quienes se nos pueden sumar", concluye.
No hay resquicio público donde intenten trabajar los opositores cubanos que el aparato represivo no apunte hacia allí sus armas. Por lo menos, eso es lo que piensa Maiki Martorell, del Sindicato Independiente Victoria de las Tunas. "Teníamos un negocio pequeño de vender refrescos, llamado pru oriental, empezaron con inspectores estatales y terminaron con la policía, metida en nuestra casa. Cuando no tienen más remedio, lo hacen sin pudor, ordenan a la Dirección de Trabajo suspender tu licencia de ventas y quedas colgado", señala.
Esto pasa en Cuba puertas adentro, en lo más profundo de sus entrañas. Pero más de un cubano corriente dice no saber nada de la oposición o de los obstáculos por los que atraviesan. "Muchos vecinos cierran la puerta para no enterarse”, dice Raudel. “Pero muchos participan en las turbas sin miramientos, ¿que se le va a hacer?", finaliza.
Los métodos del miedo sobredimensionado ayudan a que la represión pase como un fantasma público que se acepta con resignación. En un estudio sociológico sobre la vida cotidiana en tiempos de la Alemania nazi fueron encontrados unos apuntes en un diario personal. La autora de las notas, comentaba haber oído decir que había "un lugar llamado Auschwitz, donde encierran a la gente, pero no será por gusto ¿algo habrán hecho?". A la frialdad ante la maldad humana se opondrá un día el asombro, la estupefacción y la denuncia responsable.
Para Anna Arendt, "los hombres y mujeres que tienen la impertinencia de aprobar no valen más que los que desobedecen y se oponen". Así debiera ser.
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