jueves, 15 de julio de 2010

Hay que exigirle a Cuba mucho más

PUBLICADO PARA HOY 16 DE JULIO


Andrés Oppenheimer


El anuncio de Cuba sobre la liberación de 52 prisioneros políticos es un acontecimiento para celebrar, pero la afirmación del canciller de España, Miguel Angel Moratinos, de que "abre una nueva etapa", es un disparate.

Después de su reunión con el dictador cubano, Raúl Castro, y el cardenal Jaime Ortega, Moratinos celebró la noticia como un hito de la historia reciente de la isla.

Se abre una nueva etapa en Cuba, dijo Moratinos. Agregó que ya no hay ninguna razón para mantener la "posición común´´ de Europa con respecto a Cuba, en referencia al acuerdo de 1996, que condiciona cualquier mejora en las relaciones al avance de la democracia y los derechos humanos.

Pero la mayoría de los observadores de línea moderada señalan que la aserción de Moratinos es una exageración monumental.

En primer lugar, Cuba tiene una larga historia de usar a sus presos políticos como fichas de negociación. Libera un puñado de presos cada tanto a cambio de concesiones, para más tarde arrestar la siguiente tanda de disidentes.
El reverendo Jesse Jackson consiguió la liberación de 26 presos políticos en 1984, Bill Richardson logró sacar a tres disidentes de la cárcel en 1996, el ex presidente Jimmy Carter sacó un prisionero tras su viaje a la isla en 2002, y la visita del papa Juan Pablo II a Cuba dio como resultado la liberación de 80 disidentes.
En segundo lugar, aun cuando Cuba cumpla su palabra y libere a 52 disidentes en un intento de conseguir la ayuda económica europea que necesita desesperadamente, esa cifra representaría menos de un tercio de los presos políticos en la isla. Según la Comisión de Derechos Humanos de Cuba, hay 167 prisioneros de conciencia en la isla. Pero los grupos internacionales de derechos humanos creen que hay muchos más, porque Cuba no permite que los inspectores de las Naciones Unidas visiten las cárceles.
En tercer lugar, todavía no sabemos si se tratará de una liberación o de una deportación. En el pasado, Cuba ha tendido a liberar a los presos políticos que aceptan exiliarse. Según la declaración de la Iglesia Católica, en la que se anunció la liberación de presos, estos podrán abandonar el país, pero no se especifica qué ocurrirá con los que quieran quedarse.

En cuarto lugar, y lo más importante, el régimen cubano ni siquiera menciona la posibilidad de modificar los artículos 72 y 73 de su Código Penal, que autoriza a encarcelar personas por "peligrosidad´´ antes de que cometan ningún delito, basándose meramente en la sospecha de que podrían cometerlo. El régimen tampoco parece dispuesto a cambiar su ley 88, que le permite encarcelar a las personas por haber publicado algo crítico del gobierno en el exterior, u otras leyes que prohíben la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de viajar dentro del país o al exterior, los sindicatos independientes y los partidos políticos.
Cuando le pregunté a José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, si el reciente anuncio significa una nueva etapa, me dijo: "Obviamente, estamos muy felices por los presos y sus familias, pero nunca se me ocurriría felicitar a un gobierno por liberar a gente que jamás debió haber estado presa. Vivanco, crítico del régimen cubano que al mismo tiempo se opone al embargo contra la isla, agregó que si las normas cubanas no cambian, no cambia nada.
Imaginación

Mi opinión: estoy de acuerdo. En vez de seguir la recomendación de Moratinos, la Unión Europa debería ser un poco más imaginativa y decirle a Cuba: "Aplaudimos este anuncio y estamos dispuestos a levantar nuestra «posición común», pero ustedes deben adoptar algunas medidas mínimas para demostrar que están dispuestos a dar pasos hacia el acatamiento de los derechos fundamentales consagrados por las Naciones Unidas".

Los europeos podrían continuar diciendo: "No se asusten; no estamos exigiendo grandes cosas, como elecciones libres, tal como exigen Estados Unidos. Estamos pidiendo cosas pequeñas, como permitir a la gente reunirse con quien se le antoje, o viajar libremente dentro del país, o autorizar a los disidentes a publicar en la isla."

Por supuesto, el régimen cubano no accedería, porque sabe que no sobreviviría si Cuba dejara de ser un Estado policial. Pero eso le enviaría una señal al régimen de que no puede seguir haciendo más de lo mismo.

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