Publicado para hoy 14 de julio
Iglesia Santo Tomás, donde se bautizó Antonio Maceo
• Santos católicos que celebran su día el 14 de julio:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos Buenaventura, doctor y fundador Optaciano, confesor y Santa Adela, viuda y fundadora
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos Buenaventura, doctor y fundador Optaciano, confesor y Santa Adela, viuda
Natalicios cubanos:
Maceo, Antonio: -Nació en Santiago de Cuba el 14 de julio de 1845, cayó sobre el campo de batalla el 7 de diciembre de 1896 en la acción de San Pedro.
El 14 de julio en la Historia de Cuba
• 1765 -
- Funerales de Diego Antonio de Manrique.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 397-398 nos describe los acontecimientos del 14 de Julio de 1765 en la Historia de Cuba:
“Ambrosio Funes Villalpando, conde de Ricla, insistió en abandonar la capitanía general de Cuba hasta lograr que en 17 de enero de 1765 nombrase el Rey para sucederlo al mariscal de campo Diego Antonio de Manrique. El hombre así designado para gobernar la Isla gozaba de excelente concepto en la Corte. Lo mismo en empresas de guerra que en trabajos de razonamiento y de templanza había logrado distinguirse. De los asuntos de Cuba poseía especial conocimiento, entre otros motivos, por el muy significativo de haber formado parte de la Junta de Generales convocada para juzgar y sentenciar en la causa instruida con motivo de la caída de La Habana en poder de los británicos:
“Manrique recibió la orden de traer consigo el regimiento de Lisboa, repartido a la sazón en Málaga y presidios de Africa. Se situó en Cádiz. Esperó allí más de dos meses la llegada de los transportes necesarios. Sufrió las molestias de una larga navegación en la fragata Astrea, que en 25, de junio de 1765 ancló en La Habana. Hasta el 30 no le entregó el mando Ricla, que para ese tiempo había supuesto hallarse ya en la Corte de regreso, porque quiso apresurar por sí mismo los preparativos de su embarco y el de tropas que lo acompañaban. Así y todo, medio mes después de la entrega del mando todavía Ricla se hallaba en La Habana.
“El 13 de julio de 1765 el mariscal de campo Diego Antonio de Manrique, enfrascado en la inspección personal de las obras de La Cabaña bajo los ardores del Sol, casi irresistibles, fue víctima del vómito, una de las enfermedades entonces endémicas en Cuba. El suceso produjo general sentimiento. Sus funerales se llevaron a cabo con extraordinaria pompa el 14 de julio de 1765. En la iglesia de San Francisco, una de las más antiguas de La Habana, fue dada sepultura al cadáver del notable militar, desaparecido en el cumplimiento de su deber.
“La muerte de Manrique ofreció oportunidad para que el ayuntamiento de La Habana pusiese de manifiesto la amplitud de facultades que de antiguo gozó. Los componentes del gobierno municipal se creyeron con atribuciones bastantes para demandar del conde de Ricla que, siquiera interinamente, tomase de nuevo las riendas del Poder. Sin embargo, el requerido se hallaba demasiado ansioso de dirigirse a la Metrópoli y resueltamente declinó el honor.”
Isidoro de Armenteros
En Próceres
Por Néstor Carbonel
“Nació el 4 de abril de 1808.”
“Murió el 18 de agosto de 1851.”
“Su nombre evoca toda una tragedia: habla de heroísmo y martirios. Si, este nombre, olvidado o casi olvidado, llena en la Ilíada de la patria cubana, una página de gloria y de dolor. No se necesita ganar batallas para ser un héroe: también se es héroe en la derrota, como se es manteniéndose en la sombra y descabezando, callado, las propias pasiones. ¿Acaso no se necesita, a veces, más valor para mantenerse quieto que para echarse, rifle en mano, sobre los enemigos? Héroe -muy digno del título- fue Isidoro de Armenteros, pobre caballero de la libertad, sacrificado inútilmente. ¿Inútilmente? No: la sangre que los tiranos hacen verter jamás es estéril. La sangre que los héroes derraman, alecciona, fertiliza: es levadura santa, es semilla que más tarde o más temprano revienta en hojas, y en flores y en frutos...
“En Trinidad, la vieja ciudad señorial, nació, hijo de padres distinguidos y de buena posición económica. Hombre ya, lo sedujo el divino ideal de independencia, la grandiosa idea de hacer de su tierra esclava una República libre, y a realizar el sueño, a llevar a cabo el propósito, consagróse. Cuando el general Narciso López comenzó a conspirar en la Mina de la Rosa Cubana, lo tuvo a su lado, como uno de sus más adictos y entusiastas auxiliares. Fracasado este intento, continuó conspirando. Habiendo tenido necesidad, por esa época, de ir a Santiago de Cuba, es detenido y encarcelado. Allí se le formó causa por juzgársele complicado en el movimiento revolucionario latente en todo el país, aunque sin base ni concierto. Mas tarde vino a la Habana, donde visitó y trató al ilustre abogado Anacleto Bermúdez, fervoroso patriota, jefe entonces de la Junta Revolucionaria de la capital. En la Habana conoció también a Serapio Recio, presidente de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe. Puesto de acuerdo con tan meritísimos patricios, queda concertado el movimiento que habría de estallar, simultáneamente, en Puerto Príncipe y Trinidad, fijándose la fecha comprendida entre las fiestas de San Juan y San Pedro, ya que con motivo de éstas, podrían los bravos campesinos comprometidos en la conspiración permanecer en las ciudades sin despertar sospechas.
“Cuarenta y tres años había cumplido y era teniente coronel graduado de milicia, cuando de Cienfuegos sale para Trinidad, llevando la familia. En Trinidad la deja, y viene hacia la Habana, con el fin de ultimar lo necesario para el alzamiento. Dispuesto éste para el mes de junio, unido a Hernández Echerri -romántica figura, hombre de gran talento y generoso corazón, caído en pleno mediodía-, a Francisco Pérez Zúniga, a Ignacio Belén Pérez, a Juan Cadalso y a otros, acuerda pronunciarse el mismo día de San Pedro, al caer la tarde. El plan era aprovechar que en la casa del comandante de infantería del Regimiento de Tarragona estarían reunidos, con motivo de ser el día de su santo, el Teniente Gobernador y los oficiales de la guarnición, para rodear la casa y hacerlos a todos prisioneros.
“Llegado que fue ese día, viéronse las calles de Trinidad pobladas de numerosos jinetes, venidos casi todos del interior. Andaban en grupos, y cada grupo llevaba, a manera de jefe, una persona que los dirigía. La trama se iba a desarrollar. En los rostros graves se leía que una empresa de importancia iba a realizarse. La decisión la llevaban en la mirada. De súbito comienzan los jinetes a abandonar la ciudad, que a poco estaba casi desierta. ¿Qué había sucedido? Pues que alguno de los hacendados comprometidos en el movimiento, pusilánime, echó a volar entre la gente juramentada que todo había sido descubierto. Armenteros, con Hernández Echerri, y otros jóvenes, cabezas directoras del alzamiento, se echan a la calle y se enteran de que los mayorales, acompañados de los campesinos, se habían vuelto para sus ingenios y fincas.
“El fracaso era inminente. El desaliento cundía. Pero no llegó hasta el ánimo de Armenteros, quien continuó, junto con Hernández Echerri, los Pérez y Desiderio López, reorganizando las huestes con que había de tremolar, al fin, la bandera de la rebeldía. Así pasa un mes, y llegada la noche del veinticuatro de julio, seguido de unos cuantos compañeros, da el grito de guerra y proclama la independencia de Cuba. Nueve hombres solamente le habían seguido. Luego se le une Desiderio López, con dos más. Este último, desalentado, le propone que en vista del nuevo fracaso, cada cual debía irse para su casa, aprovechando que el Gobierno todavía no se había dado cuenta de lo sucedido. Armenteros rechaza esta proposición, y con los suyos fue a los ingenios Palmarito y Yaguaramas, donde se hace de algunas armas y pertrechos, y en donde algunos engrosan su fuerza, que ya asciende a veintiocho hombres. Camino del potrero Las Avispas, donde esperaba que se le reunieran Pérez y Hernández Echerri, se encuentra con el correo de Vuelta Arriba que conducía la correspondencia. Ocupa la del Gobierno, y lee, espantado, contrito, la noticia del final triste y desastroso del movimiento iniciado en Camagüey por Joaquín de Agüero.
“Oprimido el corazón, continúa, sin embargo, resuelto, el camino emprendido. Llegan al potrero Las Avispas, y se le unen once jóvenes a pie y desarmados. Al frente de la inexperta legión resuelve internarse en las montañas con el propósito de organizarla. En Guinía de Miranda da lectura Hernández Echerri a dos proclamas, altamente entusiásticas y generosas. Revista luego la fuerza, y notando que algunos de sus hombres no tienen armas, dispone que uno de sus tenientes se encargase de asaltar los ingenios Mayaguaro y Sacra familia, propiedades ambos de españoles. La orden se lleva a cabo inmediatamente. A la mañana siguiente, regresaba de esta operación, victorioso, radiante de júbilo, Rafael Arcís y Bravo, el héroe de la jornada. Los gritos de ¡Viva Cuba libre! atronaban el espacio y parecían estremecer los valles y las cumbres.
“De sesenta y nueve hombres se componía ya la cabalgata de los libertadores. Con el propósito de invadir el territorio villaclareño, púsose en marcha. Pero con noticias de que habían salido en su persecución tropas españolas, duda Armenteros si continuar o contramarchar. En esta situación es sorprendido y rudamente atacado por varios batallones del Gobierno. El combate, desigual, es desde los primeros momentos ventajoso para los contrarios. Armenteros y los suyos retroceden rumbo a las montañas. De pronto, se encuentra cerrada la vereda. Con este motivo, da la orden de echar pie a tierra, orden que es interpretada como un sálvese quien pueda, pues la gente se dispersó, yendo unos a caer prisioneros y otros a acogerse a la legalidad.
“Solo, y después de andar algunos días sin orientación, se presenta Armenteros, el primero de agosto, al Teniente del Regimiento de Tarragona, José María Espinosa. Conducido a Trinidad, fue, al igual que sus demás compañeros de gloria e infortunio, llevado a juicio de la Comisión Militar ejecutora y permanente. Y ocho días después de encarcelado y procesado, se le condena a oír de rodillas su sentencia de muerte y a ser fusilado por la espalda. Cuando sereno, iba camino del sitio en que había de ser acribillado a balazos, uno de sus compañeros -Rafael Arcís- pidió un poco de ginebra, por lo que él dijo: "Rafael, no tomes ginebra, pues van a creer que tienes miedo."
“A las seis de la mañana del día 18 de agosto, en el campo nombrado Mano del Negro, fue, después de degradado, fusilado por la espalda, el cubano valeroso que pagó con la vida su amor a la independencia. Su cadáver fue recogido por sus familiares, así como los de sus compañeros, y enterrado en el cementerio general de Trinidad. ¿Qué es de su tumba? Acaso esté borrada, tal vez si no hay en ella ni una flor ¡Pobres muertos!”
Más información sobre Isidoro de Armenteros
Conspiración de 1851 en Historia de Trinidad del Municipio de Trinidad. Por favor consulte otros capítulos en “Historia de Trinidad” donde podrá encontrar información adicional sobre Isidoro de Armenteros, Fernando Hernández Echerri y otros próceres cubanos.
Juana de Varona
en Patriotas Cubanas
por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta
Juana de Dios de Varona Vda. de Quesada, vio, la luz primera en la Ciudad de Camagüey.
Fue hermana del bizarro mambí Bernabé de Varona, conocido por “Bembeta”, en la historia de nuestra vida revolucionaria.
Corría el año de 1868, Juana de Varona en compañía de su esposo y de su hermano, partió al campo de batalla, abandonando su hogar y sus comodidades.
En aquellos años de terrible incertidumbre, en aquella década memorable que tantos héroes se inmolaron, Juana de Varona, vio morir a su valiente hermano, víctima de las furias del infame Burriel.
Enlutado su corazón por aquella pérdida irreparable, prosiguió su lucha heroica, con los mismos arrestos de un hombre, hasta perder, destrozado su pecho por las balas enemigas, al compañero de su vida, al padre de sus hijos.
La paz del Zanjón llevó a Juana de Varona a la emigración; desde lejos siguió ayudando la causa noble de sus hermanos, trabajando para ganar el sustento de sus hijos huérfanos, de sus hijos cuyos bienes habían sido confiscados, y trabajando también en los Clubs Revolucionarios de Tampa y Cayo Hueso.
Retorno al suelo natal después de haberse arriado de las fortalezas la bandera de Castilla y con lágrimas en los ojos dio gracias a Dios, por haber podido contemplar ondeando en el Morro la bandera de la estrella solitaria.
Radicó desde entonces en su Camagüey natal, hasta el final de su triste existencia minada por las enfermedades que el trabajo y las privaciones, le habían dado en el destierro.
Juana de Dios Varona perteneció a esa época romántica de la Revolución Cubana, en que se olvidaban amores, hijos, comodidades y hasta la propia salud, por el bienestar y la independencia de la isla.
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