sábado, 17 de julio de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 18 DE JULIO


En el Carnaval de Santiago de Cuba


• Santos católicos que celebran su día el 18 de julio:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

Santos Federico, obispo, Camilo de Lelís, fundador y Emiliano, mártir Santas Marina, virgen y mártir

- En el Almanaque Campesino de 1946:

Santos Camilo de Lelís, fundador Federico, obispo y Emiliano, mártir Santas Marina, virgen y Sinforosa, virgen



El 18 de julio en la Historia de Cuba

• 1898 -

- Gestiones de Paz.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 405-406 nos describe los acontecimientos del 18 de Julio de 1898 en la Historia de Cuba:

“La destrucción de la escuadra de Cervera y la rendición de la plaza de Santiago de Cuba pudieron más que toda experiencia y todo razonamiento para convencer a España del fin inevitable de su dominación en América. Aquellos sucesos se desarrollaron con demasiada celeridad, y la potencia europea estuvo en seguida penetrada de que su situación se agravaba por momentos. El índice de la fatalidad estaba señalando a la nación descubridora del Nuevo Mundo el único camino que podía seguir en circunstancias tan difíciles: la concertación de la paz, cualesquiera que fuesen los términos en que pretendiera imponérsela el vencedor.

“En el día siguiente al de la consumación de la caída de Santiago de Cuba en poder de las fuerzas norteamericanas tomó España la iniciativa de la paz. La prisa dada a gestiones de tanta trascendencia fue grande. El gobierno de la República Francesa quedó por España elegido para servir de intermediario entre las dos naciones en guerra. El 18 de julio de 1898 el duque de Almodóvar del Río, ministro de Estado, se dirigió al embajador de España en París, por telégrafo, en el sentido de que diese los primeros pasos encaminados a iniciar las negociaciones con los Estados Unidos.

“El duque de Almodóvar del Río pidió al embajador León y Castillo que, por lo mismo que juzgaba hacedero que el gobierno francés ayudase al español para llegar hasta el norteamericano, averiguase si el embajador de Francia en Washington podía presentar al secretario de Estado, William R. Day, una comunicación del gobierno de España, dirigida al presidente de los Estados Unidos, invitándolo a poner termino a la situación angustiosa de la isla de Cuba. Francia aceptó el papel de intermediaria y autorizó a su embajador en Washington para desempeñar el cometido que deseaba confiarle España. Jules Cambon, que estaba encargado de los negocios de España en los Estados Unidos como embajador de Francia, había de ser quien presentase en la forma de estilo a la nación norteamericana el requerimiento de su enemiga a la sazón para llegar a la paz.

“El argumento principal aducido por el ministro de Estado de España consistía en la necesidad de suprimir los padecimientos impuestos por la guerra a los habitantes de la Isla. Agregaba que, bloqueado el país, imposible era para la Metrópoli enviarle medios de subsistencia. La primera proposición aparecía atenuada por los términos de la segunda. Pero hasta entonces España no había visto las consecuencias inhumanas y desastrosas de la lucha que sostenía en Cuba contra los patriotas Que se sacrificaban y morían por crear un estado libre y soberano.”




Rosalía García Osuna
En Patriotas Cubanas
Por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta


Rosalía García Osuna vino al mundo en la provincia de la Habana.

Casada muy joven con Antonio Lamas, fue madre ejemplar de cinco hijos que entregó gustosa a la causa de la independencia.

Dos de ellos no regresaron jamás al hogar paterno. Este golpe duro, lejos de aminorar la llama de la redención que ardía en “Chalía”, sirvió para acrecentarla cada día más.

Dedicada desde su juventud a la noble tarea del magisterio, sembraba el saber en los cerebros infantiles y al mismo tiempo depositaba la simiente del honor y el patriotismo en los corazones juveniles.

A esos empeños consagró todas sus energías. Los atropellos de que fue víctima fueron innumerables; grandes sus sufrimientos por la causa de la Patria. Pero grande era también el deber de los patriotas y lo cumplió sin vacilar como madre, como educadora y como cubana.

Contaba 64 años en 1897, cuando los esbirros del gobierno español hollaron su hogar en Guanabacoa, la Villa de Pepe Antonio, lugar de su residencia.

Cuéntase que postrada, casi inválida por dolencia tenaz, mantuvo a raya a los insolentes, imponiéndoles su superioridad moral. La condujeron a la Jefatura de la Policía de la Habana y después fue encerrada en la “Real Casa de Recogidas”, antro inmundo, con lo que se pretendía humillar a las conspiradoras en nuestra última lucha de independencia.

Pasado algún tiempo fue deportada a Key West, donde continuó laborando por la libertad de Cuba.

Logró ver a edad bastante avanzada el desenvolvimiento feliz de la naciente República y entregó su alma al Creador, rodeada del afecto de los suyos y recibiendo al dejar de existir, los honores dedicados a los veteranos de nuestra independencia.

Sus restos mortales, cubiertos por la bandera cuya independencia soñara tantas veces, reposan en tierra cubana, para orgullo nuestro y para estímulo de las nuevas generaciones, mantenedoras de nuestros principios de libertad.




En Próceres
Por: Néstor Carbonel


Honorato del Castillo
“Nació el 30 de noviembre de 1838.”
“Murió el 20 de julio de 1869.”


“Pasó Honorato del Castillo por los campos de la revolución iniciada en Yara, gallardo, varonil, puro, bueno. Un año apenas vivió la vida del rebelde, la vida de la libertad -ya que no la del derecho. Durante ese tiempo, mostróse apto para la guerra, capaz de la abnegación y el sacrificio. Cuantos le conocieron en los días aquéllos, dicen de su amor vehemente por la patria, y de su ansia perenne de concordia y de justicia. Lleno de conmovedora ternura hablaba de él uno que ya le hace compañía en el silencio glorioso: Serafín Sánchez. Y como si lo estuviera viendo todavía, de cara al peligro o descabezando discordias, lo evoca con cariño Manuel Sanguily, a quien ni púas de escorpiones, ni venenos, han secado el corazón.

“Sancti Spíritus fue su cuna. En la vieja ciudad que baña el Yayabo vino al mundo Honorato del Castillo. En el colegio de Miguel Cabrera y Toledo, antiguo profesor, aprendió las primeras letras. Luego, en el del presbítero José Benito Ortigueira. Amplió sus conocimientos, y por último, en el superior de Montiniano Cañizares, terminó sus estudios. Tanto empeño puso en aprender, tanto amor demostró por los libros en ese tiempo, que su débil naturaleza pareció quebrantarse. Deseosos sus padres de que se repusiera, lo llevaron al campo, a una finca, al lado de sus hermanos. Allí, al cabo de unos meses, se sintió enfermo de veras, nostálgico del bullicio y ajetreo de la ciudad y de la grata compañía de sus libros. Aquel muchacho, pálido y de estrechas espaldas, sólo pensaba en aprender. Tenía sed, hambre de cultura. Ansioso de apagar esa sed, de mitigar esa hambre, trasladóse a la Habana, ingresando como pasante en el colegio El Salvador de José de la Luz y Caballero, al mismo tiempo que cursaba en la Universidad la carrera de medicina.

“Tanto en el colegio del Maestro inmortal como en la Universidad, supo Honorato del Castillo ganarse el afecto y la consideración de profesores y condiscípulos. Y como el sentimiento de la patria germinaba en su corazón, conspiró y paseó entre sus compañeros la bandera de los santos ideales. Graduado de profesor, no así de médico, volvió al pueblo natal a dirigir una escuela, dirección que abandonó para fundar con Cañizares y Ramírez un colegio de primera y segunda enseñanza. Apenas abierto este colegio, sus conterráneos le encomendaron la educación de sus hijos. Muchos fueron los cerebros espirituanos de aquel tiempo que recibieron de él las aguas bautismales. Hay curas de almas, y curas de mentes. Honorato del Castillo era de los dos, porque era bueno y sabía...

“Invitado por José de la Luz y Caballero a ocupar un puesto en El Salvador, abandonó de nuevo a Sancti Spíritus. Al lado del venerado mentor y rodeado de una juventud brillante, se ampliaron más, y más se arraigaron en su conciencia de cubano, los ideales separatistas. En la Habana entonces, a la vez que daba clases como profesor y cursaba en la Universidad la carrera de medicina, era miembro de una sociedad llamada del vientre libre, sociedad que arrancó muchas negras criaturas a la férrea garra de la servidumbre. En el colegio de José de la Luz y Caballero conoció y aprendió a amar a Julio y Manuel Sanguily, a Luis Ayesterán, a Marcos García y a otros, que más tarde encontraría defendiendo con las armas en la mano la libertad e independencia de la patria.

“El año de 1866 hizo un viaje a los Estados Unidos, del cual regresó hablando perfectamente inglés y henchido el pecho de aire puro de democracia. En la Habana de nuevo, y después de haberse graduado de doctor en medicina, lo sorprendió la noticia de la sublevación en Yara de Carlos Manuel de Céspedes. Apenas supo Honorato del Castillo que ya en Cuba, su patria, se peleaba por la redención, sintió ardientemente el deseo de ser uno más en el ejército libertador. Como un loco se agitaba, ideando la manera de realizar sus sueños. Por las vías regulares, estaba cierto de no poder llegar a ninguna de las poblaciones rodeadas por los cubanos rebeldes. De intentarlo, seguro estaba de caer en manos de la policía.

“Para despistar a sus perseguidores, embarcóse, junto con Luis Ayesterán y Marcos García, en un barco costero, con nombre supuesto. De este modo pudo llegar a Caibarién, de donde pasó a San Juan de los Remedios y más tarde a Sancti Spíritus. Cuando se vio entre los suyos, entre sus camaradas y amigos, dio comienzo a la tarea de levantar en armas aquella comarca. Desde una finca cercana a la población, fue preparando los espíritus para la lucha. Sus agentes, regados por toda la jurisdicción, iban, cuando no él personalmente, tocando las almas, poniendo en pie los hombres. En enero de 1869, temeroso de una denuncia, pasó al Camagüey. En esta región abrazó a Ignacio Agramonte, ya a caballo. Y cuando en febrero de 1869 supo que el movimiento de las Villas estaba ya para estallar, corrió a Sancti Spíritus a ponerse al frente de sus fuerzas. Más de dos mil hombres se le unieron al momento, pero sólo unos pocos con armas. La falta de armamento no fue, sin embargo, óbice para que Honorato del Castillo entablara combate con el enemigo. Con valor sereno y decisión y gallardía insuperable, se batió una y otra ocasión.

“Con Eduardo Machado, Miguel Jerónimo Gutiérrez y Antonio Lorda, representó a las Villas en la Asamblea constituyente reunida en Guáimaro el 10 de abril de 1869. Proclamada la República, renunció el cargo de Diputado para que había sido nombrado, y marchó, como general de división y primer jefe del distrito de Sancti Spíritus a ponerse al frente de sus antiguas fuerzas y combatir sin descanso. De vuelta en sus campamentos, ocupase de reclutar hombres, armas y caballos y de dar a sus tropas organización y disciplina militar, y todo esto, sin dejar de pelear, de hacerse sentir por el enemigo.

“Honorato del Castillo jamás rehuyó el encuentro. Cada vez que supo de una fuerza española, le salió al paso. A la salida de Morón, estuvo peleando contra el coronel Lamela cinco días sin parar. Nadie hubiera creído a aquel hombre de constitución débil, a aquel hombre que había pasado los mejores años de su vida aprendiendo y enseñando, arrancando a los libros sus secretos, capaz de hacer aquella vida, de vivir a caballo y casi desnudo, perseguido o persiguiendo, entre breñas y yerbazales...

“Mas, poco tiempo había de durar caudillo tan valiente! A mediados de julio de 1869, hallándose acampado cerca de Ciego de Avila, una pareja de exploradores cubanos trajo a su presencia, en calidad de prisionero, a un cubano, espía del gobierno español. Siendo tarde para juzgar al prisionero, dispuso que se le entregase al oficial de guardia para que lo asegurase hasta el día siguiente. Pero la fatalidad hizo que el prisionero se escapase. En conocimiento Honorato del Castillo de lo sucedido, y deduciendo lógicamente que, avisado el enemigo del corto número de su gente, acudiría a atacarlo, concibió el plan de ir en busca de refuerzos. En esta operación, llega al campamento de los comandantes cubanos Carranza y Silva, situado en Naranjo, a más de cuatro leguas de Morón. Estando junto a los referidos subalternos, fueron atacados por tropas contrarias, en número muy superior, por lo que se vieron obligados a retirarse. Un día después de este encuentro, dispuesto ya para marchar nuevamente hacia el antiguo campamento, donde era esperado, impaciente por la tardanza de Silva y Carranza que lo habían de acompañar, echa su caballo a galope por el camino que aquéllos debían traer, sin permitir que sus ayudantes lo acompañaran. Trescientos metros apenas pudo andar. La tropa española, la misma que lo había batido anteriormente, se enfrentó con él y le hizo a boca de jarro una descarga. Acribillado por las balas, cae al suelo sin vida. Los españoles, ni siquiera se detuvieron a identificar al hombre que habían matado. Su gente, que no había oído la descarga, o la había creído hecha muy lejos, pasado un buen rato y viendo que no regresaba el General, salió en su busca, encontrándolo a poco, tendido en el arroyo, sin luz los ojos, rígido el cuerpo, pálida, muy pálida la frente... ¡Pobre paladín heroico! ¡No murió como debía, al frente de sus legiones. Murió solo, como un pájaro a quien sorprende el cazador astuto!”

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