viernes, 30 de julio de 2010

¿Sangra la Tierra?


NASA: Vista satelital del Golfo de México


Por Naomi Klein

[Atlantic Freepress P/SEPA]: A todos los que se reunieron en el ayuntamiento se les solicitó con insistencia que sean corteses con los señores de BP y del gobierno federal. Los funcionarios nos consagraban parte del tiempo de sus apretadas agendas molestándose en venir a este gimnasio en un colegio secundario, un martes por la noche, en una de las muchas comunidades costeras donde el veneno marrón se deslizaba a través de las marismas como consecuencia de la explosión de 20 de abril de la plataforma petrolera de aguas profundas "Horizonte".

Y por un rato la multitud, en su mayoría compuesta por familias de pescadores, escuchó pacientemente a Larry Thomas, el genial agente publicitario y de relaciones públicas de la BP, que les decía que se comprometía a "hacer lo mejor" para dar curso a los reclamos por las perdidas sufridas.

Todos escucharon hasta el final la serie de aserciones de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, que les hacia saber que, contrariamente a lo que habían leído, el dispersante químico que se pulverizaba sobre el petróleo era perfectamente seguro.

Pero la paciencia comenzó a agotarse cuando por la tercera vez Ed Stanton, un capitán de la Guardia Costera de Estados Unidos subió al podio para asegurarles que "la Guardia Costera tiene la firme intención de asegurar que BP lleve a cabo la limpieza".

-"¡Póngalo por escrito!" gritó alguien.


El aire acondicionado ya se había apagado y los enfriadores de Budweiser se estaban agotando. Un camaronero llamado Matt O'Brien se acercó al micrófono:

-"Nosotros no necesitamos más seguir escuchando esto", declaró, colocándose las manos en las caderas.
-"¡Simplemente ya no les creemos!"

Al decir eso, una ovación levantó vuelo, como si los "Petroleros" [¡por desgracia el nombre del equipo de fútbol del colegio!] hubieran marcado un gol.

La confrontación no fue más que una especie de catarsis.

Durante semanas, se infligió a los residentes un bombardeo de exhortaciones y de promesas extravagantes. Cada vez que encendían sus televisores, aparecía Tony Hayward, el director general de BP de ofrendando su solemne palabra de que iba a "hacer lo correcto."

O sino aparecía el presidente Barack Obama expresando su absoluta confianza de que su gobierno iba a "dejar el Golfo de Méjico todavía en mejor forma que antes."

Pero para las personas cuya supervivencia estaba íntimamente ligada a la delicada química de los humedales, todo esto sonaba completamente ridículo.

Una vez que las capas de petróleo cubren los basamentos de la hierba de los humedales, como ya había sucedido sólo a unos cuantos kilómetros de aquí, ya no existe ninguna máquina milagrosa ni componente químico que lo pueda eliminar a ciencia cierta.

Se puede eventualmente "desnatar" el petróleo de la superficie del agua y se lo puede rastrillar hacia afuera de una playa de arena, pero las larvas de las innumerables especies para las cuales es una región de desove [camarones, cangrejos, ostras y peces] quedan envenenadas.

Esto ya sucedía. Ese mismo día un poco más temprano, yo había efectuado un recorrido a través de marismas cercanas en un barco fluvial. Vi un mirlo de alas rojas en el tope de una planta de unos 2 metros de altura contaminada con petróleo. La muerte serpenteaba ya en el tallo. Para la pequeña ave, significaba lo mismo que si se hubiera posado en una barra de dinamita encendida.

Si el petróleo se infiltra lo suficiente en la marisma, no mata sólo la hierba en la superficie, sino también las raíces. Esas raíces preservan la consistencia de la marisma, evitando que esa tierra verde y brillante colapse en el delta del río Mississippi y el Golfo de México.

Así que no sólo distritos como la Parroquia de Plaquemines perderán sus pescaderías, sino también gran parte de la barrera física que modera la intensidad de feroces tormentas como las del huracán Catarina. Lo que podría significar perderlo todo.

Después de todo, las familias de pescadores en todo el largo de la costa no sólo se abastecen de comida: forman una imbricada red que incluye tradiciones familiares, gastronomía, música, arte y lenguas en peligro, al igual que las raíces de la hierba que preservan la tierra de la marisma.

BP es totalmente consciente de los límites de la "recuperación." La sede regional de la compañía en el Golfo de México instruye específicamente a sus agentes para que:

"no hagan promesas de que la propiedad, la ecología o cualquier otra cosa serán restauradas a la normalidad."

Esto disipa toda duda de por qué consistentemente favorecen la utilización de locuciones informales tales como "hacer lo correcto."

Esta crisis del Golfo de Méjico es la de muchas cosas: corrupción, desregulación, adicción a los combustibles fósiles. Pero por sobre todo, es la crisis de la peligrosa pretensión de que nuestra cultura puede manipular radicalmente la naturaleza y reprogramarla con un riesgo mínimo para los sistemas naturales que nos sustentan.

BP no puede tapar el agujero que hizo en la tierra. Obama no puede decretar que los pelícanos pardos no se extingan, a quienquiera que dé patadas en el culo. Ninguna cantidad de dinero por grande que sea [ni siquiera los 20 mil millones de dólares recientemente prometidos por BP] puede reemplazar una cultura que ha perdido sus raíces. Y mientras nuestros políticos y líderes empresarios todavía no alcanzan a comprender estas humildes verdades, la gente cuyo aire, agua y medios de vida son contaminados pierde rápidamente toda ilusión.


Tony Hayward Director de BP

En ocasión de su declaración ante el Congreso el 17 de junio, Hayward [el director de BP] dijo: "Las más brillantes inteligencias y los conocimientos más expertos están puestos en obra en esta crisis", y que "con la posible excepción del programa espacial de la década de 1960, es difícil imaginar la reunión en un solo lugar y en tiempo de paz de, un equipo más grande y con mayor competencia técnica".

Y, sin embargo...


Los primeros europeos, al igual que los pueblos indígenas de todo el mundo, creían que el planeta era un organismo vivo, lleno de fuerzas vitales pero a la vez de un terrorífico humor.

Hubo, por esta razón, fuertes tabúes contra aquellos quehaceres que deformaban y profanaban a "la madre", entre ellas la minería.

La metáfora cambió con la revelación de algunos de los misterios (no de todos) de la naturaleza, durante la revolución científica del siglo XVII. Con la naturaleza asimilada ahora a una máquina, desprovista de misterio o de divinidad, sus componentes pueden ser separados, extraídos y reconstruidos. La Naturaleza todavía se representa a veces bajo forma de mujer, pero como una mujer fácilmente dominada y violada.

Francis Bacon resumía a la perfección ese nuevo "ethos" cuando en 1.623 escribía que la naturaleza debe ser "encerrada dentro de límites, moldeada y recreada como nueva, por el arte y la mano del hombre."
Esas palabras bien podrían ser la declaración del objetivo corporativo de la BP.

BP se jactaba de que, en sus prospecciones en el Golfo de México había accedido a "las mayores profundidades jamás antes perforadas por la industria petrolera y del gas", tan profundas en el fondo del océano como la altura que los aviones a reacción alcanzan en los cielos.

Imaginar y prepararse para lo que podría suceder si estos experimentos salían mal, ocupaba muy poco lugar en el precioso espacio de la imaginación de la "corporation". Como todos tuvimos la ocasión de darnos cuenta, la empresa no contaba con los sistemas necesarios para responder eficazmente a este escenario.

Al explicar por qué no contaban ni siquiera con la finalmente defectuosa cúpula de contención a la espera de ser activada en la costa, un portavoz de la BP, Steve Rinehart, manifestó: "No creo que nadie haya previsto la circunstancia que enfrentamos ahora". Al parecer, "parecía inconcebible" que el mecanismo de prevención pudiera fallar, entonces ¿para qué prepararse?

La respuesta empresarial y gubernamental a la catástrofe del Golfo [desde el uso irresponsable de dispersantes químicos hasta las restricciones de mano dura impuestas a los periodistas] rebasan la misma demostración de arrogancia, responsable del desastre.

La negación del riesgo se mantiene incólume con la indignada oposición de los políticos de Luisiana a la moratoria decretada por Obama para la perforación en aguas profundas. La reacción por lejos la más "sociópatica", proviene empero del veterano comentarista de Washington, Rey Llewellyn, para quien, en vez de tomar distancia frente a los riesgos de las grandes obras de ingeniería, deberíamos enmudecer de asombro frente a "la maravilla de poder construir maquinarias tan fantásticas que son capaces de levantar la tapa del inframundo".


Derrame

Afortunadamente, muchos aprenden una lección muy diferente de la catástrofe: se asombran más bien de nuestra impotencia para hacer frente a las feroces fuerzas naturales que desencadenamos.

Hay algo más también. Es la extraña sensación de que el agujero en el fondo del océano es algo más que un accidente de ingeniería o una máquina rota. Es una herida violenta en un organismo vivo, es parte de nosotros. Y gracias a las secuencias de la cámara "en vivo" de BP todos podemos ver en tiempo real durante las 24 horas del día, las entrañas de la tierra derramándose.

John Wathen, un conservacionista de la Waterkeeper Alliance, fue uno de los pocos observadores independientes que pudieron sobrevolar sobre el derrame los primeros días del desastre. Después de filmar las rojas rayas gruesas de petróleo a las que la Guardia Costera cortésmente se refirió como "el brillo del arco iris", observó lo que muchos sentían: "El Golfo parece estar sangrando."

Esta metáfora aparece una y otra vez en las conversaciones y entrevistas. Monique Harden, una abogada de Nueva Orleáns especializada en derecho ambiental, se niega a denominar la catástrofe "un derrame de petróleo " y prefiere decir en cambio: "Tenemos una hemorragia". Otros hablan de la necesidad de "detener el desangre".
Y esto es seguramente el más extraño giro de la saga del Golfo de Méjico: parece que nos ha hecho despertar a la realidad de que la tierra nunca fue una máquina. Luego de 400 años de haber sido declarada muerta [y en medio de tanta muerte], la tierra está recobrando vida.

Además de la equiparación de la tierra con organismo viviente herido, la experiencia de observar el trayecto del petróleo propagándose a través del ecosistema se ha convertido en una especie de curso intensivo de ecología profunda. Cada día aprendemos más acerca de cómo un problema terrible en una parte aislada del mundo se propaga en realidad de forma tal que la mayoría de nosotros nunca podría haber imaginado.

Un día nos enteramos de que el petróleo podría llegar hasta Cuba, después hasta Europa.

A continuación se nos dice que pescadores de bien arriba en el Atlántico, de la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá, están preocupados porque los atunes de aleta azul que capturan en sus aguas nacen manchados de petróleo, a miles de kilómetros de distancia en las aguas del Golfo.

Y sabemos también que para las aves, los humedales Golfo de Méjico son el equivalente de un concurrido aeropuerto central: para 110 especies de aves migratorias y para el 75 por ciento de todas las aves acuáticas migratorias EE.UU.

Para el caso en que Usted todavía no lo sepa, hace unos días un rayo cayó en un barco BP como si fuera un signo de admiración, obligándolo a suspender sus trabajos de contención.

Luego llegó un huracán para difundir aún más la tóxica sopa de BP. Si no conocíamos los peligros de perturbar la geología y la química de la Tierra, lo estamos aprendiendo ahora.

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