Publicado para hoy 31 de julio
Por Ramón Díaz-Marzo
Por la calle Mercaderes, en compañía de Setelio, un amigo de Cepón el Infame, un tipo que siempre tuvo personalidad externa y glamur y fue aceptado en el círculo sofisticado de la cultura cubana de los años 60 por su buen garbo y que al final, a pesar de licenciarse con el título de historiador, hoy 2010 y desde el Periodo Especial vive de vender ropa snob y no tiene talento ni para escribir ni para hacer cine a pesar de que tiene aspecto de artista, vamos en dirección al café Habana. Entonces me vuelvo y veo en la distancia a mis espaldas a Bastiano.
Un sentimiento de piedad me invade. Así que me quedo detenido en mitad de la calle esperando a que Bastiano esté a la altura de donde me encuentro para saludarlo. No he bebido. Pero estoy lleno de alegría y Setelio, que no sabe nada porque siempre ha sido un poco despistado continúa caminando hacia el café Habana sin detenerse y sin reparar en mi ausencia, o quizás reparando en mi ausencia, pero como en el fondo es un tipo que sabe tener un sutilísimo retorcimiento que guardó de cuando logró lucir un poco, sigue su camino, y yo, que gracias a la experiencia y a Dios ya me comporto de otro modo, aparte de que el personaje Setelio no me importa para nada, espero la llegada de Bastiano.
Lo saludo, él quiere hacerse el difícil pero finalmente corresponde a mi saludo. Le digo que estoy muy contento cuando me enteré, a través de Javier el enfermizo de que en el Hospital Naval, después del chequeo de su próstata llegaron a la conclusión de que no tenía cáncer, porque cuando me enteré de su ingreso, a pesar de que estábamos peleados por naderías importantes, me dio tristeza pensar en la posibilidad de que iba a morir, de que otro conocido más, otro rostro familiar, otra oreja con la que podíamos conversar, se iba del mundo para siempre.
Al final después que los tres nos bebimos unos café dobles y Setelio se despidió para embarcarse en la lanchita de Regla a tiempo, Bastiano y yo nos sentamos en el parque del escultor Guayasamin. Allí, como ha ocurrido en muchas noches anteriores y como seguiría ocurriendo si el mundo no cambiara Bastiano volvió a picharme la misma historia de siempre, su historia: no tengo dinero, estoy jodido, no tengo casa, ando por la calle y duermo donde puedo, soy un excelente repentista, tengo 68 años, ya estoy pensando más en serio en la muerte, tengo esperanza de escribir en cualquier momento y antes de que muera y poder gozar de mi triunfo después, dos libros de poemas, el Gitano de Galiano sigue siendo un loco, ahora tiene una bronca a muerte con su hermanastro al cual acusó porque este le mostró la tranca a una ahijada de 5 años que el Gitano de Galiano llevó a su casa, y están pendiente de juicio, y el Gitano de Galiano continúa maldiciendo a su madre, y si los lectores de los poemas de el Gitano de Galiano escucharan esas maldiciones no podrían comprender como una misma persona que escribe tan humanamente maldice así a su madre, y yo soy el padrino religioso de el Gitano de Galiano y me siento responsabilizado con su alma, y préstame algún dinero, Ramón, para comer, y no tengo dinero, Bastiano, o sí tengo dinero, pero es poco, y lo que tengo es para mí, para no tener que pedir limosna como tú, y pienso, no ser un perdedor o mal jugador como tú, porque la vida es un juego constante donde hay dos caminos que elegir, dos cartas que elegir en el póquer de la vida, y tú perdiste tu casa o cuarto en Regla, y te has quedado en la calle, y te crees un buen poeta, y estás muy viejo para a la edad de 68 años continuar pensando que escribirás dos buenos libros de poemas, y las casas para pasar la vejez hasta que la muerte venga a buscarnos no se construyen a los 68 años, sino a los cuarenta, y los buenos libros no se escriben cuando tienes un pie en la tierra y el otro en la tumba, y eres, a pesar de ser un viejo, un pobre niño desamparado pero un poco descarado porque no te aceptas y no quieres trabajar de verdad como hace todo el mundo para vivir y prefieres estar de limosnero ante los turistas vendiéndoles los mismos poemas de siempre que ya te has aprendido de memoria y eres tan loco como el Gitano de Galiano y también un comemierda y ahora, después que una vez te boté de mi casa por decirme que tú eras igual que yo, y no te boté por mi ego, sino porque eres un estúpido, me dices a las once de la noche que te permita ir a mi casa para que yo te prepare un potaje y un poco de arroz sin tener en cuenta el calor de mil demonios que nos azota ahora mismo y diciéndome que tienes encima un cheque por valor de 100 dólares para cobrar al portador pero necesitas un pasaporte o alguien que tenga pasaporte para que te lo cambien en el Banco, y hasta luego Bastiano, no puedo hacer nada por ti, que Dios te proteja, y que come pinga es este Bastiano, y no me arrepiento de haberle vuelto a dirigir la palabra, pero Bastiano no tiene remedio y hablar con él, que siempre te habla y tú sabes que estás ante un limosnero, no ante un amigo en igualdad de condiciones, es perder el tiempo y lo mejor es huirle como se le huye a una enfermedad que se pega porque te hace perder el tiempo y cada día come más mierda, mierda, y mierda, y no parará de comer mierda hasta que reviente.
ramon597@correodecuba.cu
No hay comentarios:
Publicar un comentario