jueves, 26 de agosto de 2010
HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 27 DE AGOSTO
Detalles de una puerta en Matanzas
• Santos católicos que celebran su día el 27 de agosto:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y Rolando, dominico
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y Rolando, dominico
El 27 de agosto en la Historia de Cuba
• 1879 -
- En Santiago de Cuba los generales Guillermo Moncada, José Maceo, Quintín Banderas y otros se lanzaron al campo organizando la llamada Guerra Chiquita. Con este motivo la autoridad española encarceló y envió a los presidios de la península y de Ceuta a varios cubanos distinguidos, entre los cuales Emilio Bacardí, Francisco Mancebo, Pedro Salcedo y de las Cuevas y otros.
• 1876 -
- Decreto Contra el Ñañiguismo.
Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 485-486 nos describe los acontecimientos del 27 de Agosto de 1876 en la Historia de Cuba:
“Las guerras y los cambios de gobiernos no fueron los únicos sucesos del pasado integrantes de la historia de un pueblo. Acontecimientos de índole muy distinta también influyeron de manera poderosa en los destinos públicos. Ya con una tendencia, ya con otra, en busca del bien y del progreso o de fines abominables, los hombres siempre se agitaron en términos que sus obras no se circunscribieron a la esfera limitadísima de las hazañas realizadas por medio de las armas y de los esfuerzos desarrollados en torno al estado político.
“Las sociedades secretas jugaron en Cuba, a través de los tiempos, papel importantísimo. No siempre se hallaron en funciones tan sólo aquellas que tendían a la conquista de la libertad y a la realización del bien por el bien. También la tierra cubana sufrió el revés entrañado por la existencia en su seno de conglomerados morbosos. Lo ilícito público llegó a servir de bandera para la organización de elementos inclinados desenfrenadamente a la violación de la moral colectiva. Una de las modalidades tomadas por esas sociedades perturbadoras de los intereses jurídicos por la ley protegidos fue el ñañiguismo.
“¿Qué idea movió a los fundadores de las asociaciones de ñáñigos en Cuba? ¿Que fines se propusieron? He ahí, en esas preguntas, planteado el problema de la ilegitimidad e injusticia del ñañiguismo. Su antigua y permanente organización respondió al propósito de que se prestasen sus componentes mutua ayuda en la vindicación de las ofensas que se les infirieran, llegando para ello al procedimiento de, dar muerte alevosa al ofensor, sin que fuese obstáculo ni valladar la enormidad ilícita así creada por quienes secretamente se juramentaban para la práctica del mal.
“El ñañiguismo adquirió en Cuba tamaños alarmantes. Las autoridades, más que por sí mismas, a virtud de las zozobras sentidas por la opinión pública, se vieron precisadas a adoptar medidas contra los desmanes con harta frecuencia perpetrados. A falta del Código Penal, a la sazón aún no hecho extensivo a Cuba, y dentro del derecho consuetudinario e inconexo aplicado en la Colonia, debió de buscarse la solución demandada por la necesidad de contener los excesos de las asociaciones de ñáñigos. El Capitán General o Gobernador Superior Civil de la Isla tendió a ello con decisión. Por decreto de 27 de agosto de 1876 declaró que las asociaciones de ñáñigos, por las orientaciones y prácticas de sus individuos, debían ser comprendidas, y lo eran desde luego, entre las señaladas como secretas, prohibiéndose en absoluto sus reuniones y disponiéndose que los infractores quedasen sujetos a la sanción legal preexistente.”
José Silvestre White Laffite
(1836-1918)
En Cuba Musical
Por: José Calero Martin y Leopoldo Valdés Quesada
Para los que le conocíamos por su celebridad y le contemplábamos a distancia, su vida parecía un milagro, como la vida de los patriarcas bíblicos. Era tan viejo, cuando murió, y había laborado y triunfado tanto en su prolongada, fecunda y gloriosa existencia de artista, que ya, cuando oíamos hablar del egregio matancero, nos parecía que se trataba de un inmortal intangible, muy por encima de la corriente tumultuosa de la vida vulgar y del oleaje de las pasiones y los gustos de la muchedumbre. José Silvestre White Laffite, hijo del culto comerciante francés Charles White y de una cubana de la raza negra, nacido en la ciudad de Matanzas, el 17 de enero de 1836, y fallecido, en París, el 15 de marzo de 1918, a la edad de ochentidós años, era, desde los veinte, un artista supremo, indiscutible y consagrado, uno de los más grandes dominadores del violín que el mundo ha conocido y admirado, y una de las glorias más legítimas que realzan e iluminan el nombre de Cuba ante la consideración de la humanidad civilizada y culta.
A los cuatro años de edad, sin que aun pudiera tener ninguna noción técnica de la música, mostraba deseos de manejar, como el mejor juguete, el violín; a los ocho, ya estudiaba los elementos del arte musical, guiado por los profesores J. M. Romón y Pedro Lecerf; a los quince, compuso su primera obra, una misa para orquesta; antes de los diecinueve, conocía y tocaba dieciséis instrumentos musicales, entre ellos, el violín, la viola, el violoncelo, el contrabajo, el piano, la guitarra, la flauta, el corvetín y la trompa. El 21 de marzo de 1855, acompañado por el célebre pianista norteamericano Luis M. Gottschalk que tanto amó a Cuba y tanto cooperó a nuestro progreso artístico, ofreció su primer concierto, en su nativa ciudad de Matanzas. En julio de 1856, en noble pugna con treintinueve opositores de fuerza, ganó en el Conservatorio de París el primer premio de violín, con lo cual quedó consagrado definitivamente en la aristocracia de los virtuosos del difícil instrumento, y se hombreó, desde entonces, con las mayores celebridades musicales de su época, y mereció la admiración y la amistad de su maestro, Alard, a quien suplió varias veces, por ausencia y designación del mismo gran maestro, en la dirección de la clase de violín del famoso Conservatorio parisino; y de Thomas, Rossini, Gounod, David, Saint-Saëns, Sarasate y de cuantos grandes músicos llegaron a conocer a este sapientísimo maestro de maestros, aclamado como tal por el público y la critica de París, Madrid, Nueva York y otras grandes ciudades del mundo. White tuvo el honor de ser invitado a tocar su maravilloso Stradivarius en el Palacio de las Tullerías, de París, ante los emperadores Napoleón III y Eugenia; en el Palacio Real, de Madrid, ante la reina Isabel II, que le concedió la gran cruz de Carlos III y le regaló una botonadura de brillantes, y en otras mansiones de la aristocracia europea. También fue honrado con el nombramiento de director del Conservatorio Imperial de Río Janeiro (Brasil) y de maestro de los hijos del emperador don Pedro II de Braganza; cargos que desempeñó hasta 1889, en que, al extinguirse el Imperio Brasileño, White, consecuente con el anciano emperador abdicante, dimitió el citado puesto de director y regresó a París.
Mientras su vigor físico se lo permitió, fue maestro de violín en el Conservatorio de París, y después continuó transmitiendo sus enseñanzas a contadísimos discípulos, en su elegante y confortable casa de la ciudad del Sena.
Desde la altura de su gloria jamás se olvidó de la patria distante, a cuya redención política había contribuido y por lo cual fue expiado en 1875, la última vez que residió en Cuba teniendo que expatriarse en unión del insigne pianista Cervantes, y a la cual consagró una de sus últimas obras, Marcha Cubana, escrita en 1909, con motivo de la restauración de nuestra República.
Quienes le oyeron, afirman que White era un violinista asombroso e insuperable en cuanto a técnica, gusto, afinación, elegancia y sentido interpretativo. Su espléndido talento creador quedó patentizado para siempre en sus diversas obras, entre ellas, sus Seis grandes estudios de violín, aprobados por el Conservatorio de París; varias fantasías, obras de música religiosa y sus bellísimas danzas de concierto La bella cubana y Juventud, en que vibra el temperamento cubano en ondas cálidas de exquisitas melodías.
Tratamos de mantener el formato original. Presentamos el texto lo más fiel posible a como aparece en el libro “Cuba Musical” por José Calero Martin y Leopoldo Valdés Quesada efectuando menores actualizaciones en la acentuación y ortografía.
Güije Cuba
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