miércoles, 27 de abril de 2011
La Habana de Allen Ginsberg
Escrito por Miguel Iturria Savon
El Cotorro, La Habana
27 de abril de 2011
(PD) Cuando el poeta Allen Ginsberg vino a La Habana en 1953 pasó desapercibido para las personalidades políticas y culturales de la isla.
Para los transeúntes del Parque de la Fraternidad y los cantineros de los bares de Prado, Obispo y la Avenida del Puerto, debió ser un turista americano más; quizás borracho con bolígrafo, papel e interés por la música cubana.
Volvió en 1965 como integrante del jurado del Premio Casa de las Américas. Cuentan que entonces Ginsberg trascendió en nuestro mundillo cultural y político por sus travesuras y declaraciones, muy liberales para los guerrilleros que rediseñaban el país, quienes lo montaron en el avión antes de concluir las sesiones literarias por haberle acariciado las nalgas a Haydee Santamaría y expresar su deseo de acostarse con los hieráticos comandantes Fidel Castro y Ernesto Guevara.
Mas la huella insular de Allen Ginsberg salta el cotilleo de su estancia pública, espectacular e inconclusa. Su poema Havana 1953, traducido por Rogelio Fabio Hurtado para la revista digital Voces (número 7), es un lienzo de sus paseos nocturnos; casi un mural con vida, color y movimiento que apresa con palabras la percepción que le causa la ciudad, y la capacidad del poeta para retratar la atmósfera, el ritmo, los personajes y los espacios visitados.
Ginsberg fue miembro de la “generación beat” al igual que el novelista Jack Kerouac, autor de On the Road (En el camino), el cantante Elvis Presley, el pintor Jackson Pollock y otros escritores y artistas jóvenes de mediados de siglo que exhiben su sentimiento de alienación, rechazan el conformismo y la homogeneidad social, lo cual incidió en la búsqueda de autorrealización y precedió a la revolución socio espiritual que sacudió a la sociedad norteamericana en la década del sesenta.
En su poema ‘Aullido’, Ginsberg crítica la mecanización moderna. La obra, calificada de obscena e incautado por la policía, le aportó celebridad al impugnar con éxito a los censores ante los tribunales.
Su poema Havana 1953, incluido en Reality Sandwiches y editado por City Lights Books en San Francisco, Estados Unidos, constituye una crónica urbana que recrea el mapa personal del autor y certifica la vida citadina de la época. Ahí les va la primera parte y la invitación a leerlo completo.
Havana 1953.
El café nocturno -4 am
Cuba Libre 20 c:
azulejos blancos cuadrados,
luces triangulares de neón
la larga barra de madera al fondo,
una gran vidriera de exquisiteces
frente a la calle.
En el centro
los noctámbulos de la gran ciudad bebiendo.
En el Palacio de Aldama,
en la esquina de Gómez,
hombres blancos y mujeres
con tumbadoras
mariachis, voces, guitarras-
tamborileando en las mesas,
repicando con cuchillos en las botellas,
taconeando en el piso
y entrechocando
claves de madera,
silbando y ululando,
una gorda en un strapless de seda.
El policía está conversando con la gorda
del resplandeciente vestido negro.
Irrumpe, como una extraña visión de Cezanne
imposible en ninguna otra parte, un chulo cubano:
alto, delgado, el traje gris a cuadros,
zapatos grises de gamuza,
al desgaire el sombrero de apostador,
el bigotico perfilado a lo Cab Calloway
-que se esfuma en el punto central-
con el ímpetu de generaciones de cubanos locuaces,
su dedo ensortijado de oro
apuntando al cielorraso amarillo,
y el cigarrillo en la otra mano
con el brazo ceñido al costado del cuerpo,
afeminado –mira al policía-
ambos corren a encontrarse –y se estrechan en un largo abrazo
como dos hermanos hace mucho perdidos-
olvidando a la gorda.
Delicados acordes
del negro guitarrista
cantan El Rancho Grande,
con desentonados falsetes
borrachos de agonía,
¡Viva Jalisco!
Me como un sándwich de pescado
con cebolla y salsa de tomate
20 centavos.
culturakiss@yahoo.es
Foto: Cortesía de Miguel Iturria
1-Ginsberg con amigos
2-Libro Aullido de Ginsberg
3-Imagen del libro Aullido
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