jueves, 1 de septiembre de 2011
Los motivitos de Pablo Armando Fernández
Escrito por Luis Cino Álvarez
Arroyo Naranjo, La Habana
1ro de septiembre de 2011
(PD) El poeta Pablo Armando Fernández, que no pierde la oportunidad de ir a aplaudir en cuanta actividad convoquen a la intelectualidad oficialista, ha pasado este verano de cumpleaños en cumpleaños. Todos en números redondos: los 50 años de las Palabras a los Intelectuales y de la UNEAC y los 85 de Fidel Castro.
A pesar de su entusiasta participación en la celebración de los dos primeros, el onomástico del Comandante fue el que lo llevó al paroxismo del ditirambo y la más ridícula adulonería. Para la ocasión, escribió para La Jiribilla una crónica que es más bien una declaración de amor donde asegura que “Fidel es pura historia, un elegido, un enviado”, que nos dio rostro y voz a los cubanos: los de él. ¿Cuál si no?
Según Pablo Armando Fernández, el Comandante, en vez de su lucha por darnos rostro y voz, “hubiera podido dedicar toda su vida a viajar por el mundo y a conocer muchachas hermosas que seguro lo estarían esperando”.
Qué pena, ¿verdad?, que las muchachas hayan perdido semejante playboy. Total, si los cubanos nunca supimos entenderlo ni estar a la altura de sus expectativas.
A pesar de que el poeta lamenta no haber tenido con Fidel Castro “una amistad en el sentido de compartir el tiempo que para eso se necesita”, parece que no fue necesario. A pesar de las indignidades que le valieron ser parametrado durante el quinquenio gris, fue rehabilitado, recibió el Premio Nacional de Literatura y la correspondiente pensión en divisa y el Comandante le celebró su cumpleaños 60.
En su amorosa crónica de La Jiribilla, el poeta recuerda que aquel insólito homenaje se debió la mediación de Miguel Barnet, durante una recepción del Premio Casa de las Américas en el Palacio de las Convenciones, en 1990 -¿sería la misma recepción en que el escritor uruguayo Daniel Echavarría se hincó de rodillas ante el Máximo Líder para suplicarle un abrazo?-, cuando Fidel Castro, “muy gracioso”, le reprochó que tomara siempre Johnny Walker en vez de whisky cubano.
El cumpleaños se lo celebraron poco después, con bastante whisky, en el Palacio de las Convenciones. Refiere el poeta: “Se celebró una fiesta bellísima, con muchos amigos e intelectuales. Ese día me preguntó cómo me sentía y yo contesté: “soy el hombre más feliz de la Tierra, y no es un acto de vanidad ni de egoísmo, pero este momento yo no lo merezco. Lo merece usted, usted es el que debería tener un cumpleaños como este, pero no tiene un Fidel Castro que se lo haga”.
Aduladores tiene bastantes. En 1996, Barnet, que parece disfrutar mucho las fiestas de cumpleaños cuando son de altura, propuso celebrar el 70 cumpleaños del Comandante en casa de Pablo Armando Fernández, que acogió la idea con entusiasmo.
Recuerda el anfitrión: “Hablé con Antonio Núñez Jiménez y Armando Hart Dávalos, que trabajaban por entonces con él, y reunimos a ese mismo grupo de personas que estaba en la Casa de las Américas seis años antes, personas que lo amamos. La idea no era que él estuviera aquí, sino que un grupo de amigos brindáramos por su salud, pero él llegó a compartir con nosotros junto con otros invitados. Al rato de estar aquí, lo llamaron por teléfono porque lo estaban esperando en una cena y él, muy generoso y noble, le confesó a Maruja, mi mujer, que ojala la vida le diera solo una hora más para compartir con nosotros en esta casa”.
No imaginen que fue una fiesta con todos los hierros. Fue más bien, modesta como es “esta gente”, un motivito. Hace años habló de aquel cumpleaños en el programa Mesa Redonda el hoy defenestrado Felipe Pérez Roque, que fue invitado a la fiesta porque hacía poco había sido designado canciller por ser “el que mejor interpretaba el pensamiento de Fidel”.
Según Pérez Roque, que por entonces no disimulaba su desprecio por el pueblo, especialmente si eran de piel oscura, cuando llegaron a casa de Pablo Armando había un apagón y en la calle estaban paradas “unas negras gordas”. El agasajado y sus invitados celebraron con un cake, croquetas y, siempre según Felipito, “ron del malo, del que venden en la bodega”.
El Comandante partió raudo para la cena donde lo esperaban y como Pablo Armando Fernández estaba sin whisky y producto del apagón tampoco tenía hielo, no pudo endilgarle los poemas que tenía preparado para la ocasión. Tal vez sean las rimas infumables que publicó en La Jiribilla, junto a la crónica-panegírico, con motivo del onomástico 85 del Máximo Líder.
luicino2004@yahoo.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario