martes, 8 de noviembre de 2011

La aventura de una mochila Martes




08 de Noviembre de 2011 00:00


Escrito por Jorge Luis González Suárez


Plaza, La Habana


(PD) Padres, abuelos y familia en general se esfuerzan para que hijos, nietos u otros miembros del núcleo vayan a la escuela el primer día de clases como Dios manda. Todos contribuyen con su economía para adquirir los implementos necesarios y equipar a niños y adolescentes con aquellas cosas que el estado no brinda.

La mochila es uno de los principales artículos que entran en este plan. Desde las vacaciones, muchos se ponen en función de obtener este preciado objeto, que dicho sea de paso, se comercializa a buen precio en cuc y que constituye, sobre todo para los más desposeídos de divisa, un fuerte stress.

La historia que voy a contar no es una aventura literaria infantil, tal y como reza el título de esta crónica. El hecho es real, aunque para quien no viva en Cuba pueda parecer increíble.

Fui a comprar a finales de julio la ya tradicional mochila a la feria "Arte en La Rampa", evento que se celebra en el "Pabellón Cuba", en forma anual durante los meses de verano, en uno de los kioscos de "ARTEX" situados allí.

Escogí la de mayor precio por acordarme del refrán de que "lo barato sale caro". Con el sumo esfuerzo para reunir durante el año los pocos pesos, obtuve una que me pareció de calidad por la "pequeña" suma de $ 12.20 pesos convertibles. Esto equivale a $305 en moneda nacional, algo así como el salario medio de un obrero cubano en el mes.

Llegó el ansiado día 5 de septiembre, inicio del curso escolar. Con orgullo del niño, lo enviamos a la escuela donde estrenó el tan necesario objeto. Al segundo día regresó con ella rasgada. Pensamos que algún percance hubiera provocado la avería. Su abuela la remendó cuidadosamente, pero el menor volvió con ella rota al día siguiente: traía dos grandes roturas más.

Tuve que salir a comprar otra nueva y después me dirigí a informarme donde se encontraba la dirección general de esta empresa. Hice un recorrido hasta la Habana Vieja. Aquí se me informó que la casa matriz estaba situada en la esquina de 5ta y 82, en Playa, o sea, casi en el otro extremo de la ciudad. Allí fui bien atendido, pero se me comunicó que eso era responsabilidad de la filial de La Habana, que se encuentra en 3era y 42, a unas 20 cuadras del sitio en que me encontraba.

Llegué allí tras caminar esa distancia Me trataron con extrema amabilidad, algo insólito aquí. Me recibió la vice-directora comercial. Mostré la mochila rota, me escuchó con paciencia mi queja y accedió de inmediato a cambiármela por otra o devolverme el dinero. Preferí una nueva de otro modelo porque pensé guardarla de repuesto para el futuro. Me envió al sitio original de la compra, que no se encontraba abierto al público, en un auto del centro y con afectuosidad me dieron otra distinta.

A la nueva mochila, al siguiente día del cambio, se le partió una hebilla de sujeción. Una vez más me dirigí a ver a la persona que me recibió en el almacén. Con suma gentileza, me realizó el canje y me aclaró que el defecto que presenta este producto es porque las costuras estaban muy pegadas al borde y la loneta no soportaba el peso, pero mi sorpresa fue mayor cuando me confesó que esta producción, que antes se realizaba en nuestro país por la fábrica Thaba, ahora venía de China.

La última mochila se descosió a los dos días de uso. Los cubanos solemos decir: "me engañaron como a un chino". La paradoja es que quien me engaño a mi fue un chino.

Regresé para reclamar mi dinero y se me devolvió, pues tenía toda la razón. A la tercera va la vencida. Viene al caso el título de una canción de la cubanísima Orquesta Aragón: "Esto sólo se da en Cuba"

primaveradigital@gmail.com

Foto: Ana Torricella

Mochila con dos días de uso.

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